domingo, 17 de julio de 2016

(Día 329) COMIENZA LA GRAN BATALLA POR MÉXICO, ¡que va a durar noventa y tres días! Llegan a Texcoco, abandonado por parte de la población, pero el resto mostró una amistad a los españoles que duró para siempre. CORTÉS jamás castigaba a los pueblos que pedían perdón por el daño hecho a los españoles.

(81) –Viviremos junto a ellos, querido socio, la increíble hazaña.
     -Vamos a asistir, de la manita de Bernal, reverendo padre, a uno de los acontecimientos más épicos de la Historia. Estaremos observando a dos ejércitos enemigos, dignos el uno del otro, que permanecieron derrochando valentía, fuerza, ingenio y capacidad de sufrimiento, durante NOVENTA Y TRES DESESPERANTES DÍAS. Gloria y honor a sus dos caudillos, Cuauchtémoc y Cortés, y a sus heroicas tropas. Así que, arriba el telón, y veamos lo ocurrido.
     -Buen preámbulo, pequeñín, pero es imposible anunciar con todo el énfasis que merece aquel acontecimiento estelar. La elección de Texcoco como cabeza de puente fue acertada pero discutida entre los soldados; Cortés logró convencerlos de que era el sitio ideal “por estar cerca de muchos pueblos, y teniendo aquella ciudad tomada, haríamos entradas en tierras próximas a México”. Según se aproximaban a Texcoco, tuvieron noticias esperanzadoras: en el poblado había algunas disensiones con los mexicanos y sufrían una epidemia de viruela. A esto se añadió el impacto moral de los éxitos militares que los españoles acababan de tener. “Y llegaron 7 indios principales de Texcoco con señales de paz y diciendo que su señor, Cocoyoacín, nos estaba esperando en la ciudad; y cuando Cortés oyó aquellas paces holgó mucho dellas, pero tomó consejo de nuestros capitanes, y a todos pareció que aquella manera de pedir paz era fingida. Luego Cortés les dijo a los indios que si guardaban las paces que decían, les favorecería contra los mexicanos, aunque bien sabía que ellos habían matado sobre 40 españoles y 200 tlaxcaltecas cuando salimos de México; y respondieron que el que los mandó matar fue Cuitláuac, el señor de México que mandaba después de muerto Moctezuma. Y otro día, de mañana, llegamos a Texcoco, y no veíamos mujeres, ni niños, sino todos los indios como gente que estaba de guerra. Fuimos a unos grandes aposentos. Cortés mandó a Pedro de Alvarado con soldados, y a mí con ellos, que subiésemos a un gran cu. Y vimos que la gente abandonaba la ciudad. Cortés, al saberlo, quiso prender al cacique Cocoyoacín, pero fue el primero que se fue huyendo a México, con muchos principales, aunque, como es gran ciudad, se quedaron otros muchos señores que tenían  debates con el que se huyó sobre el gobierno de la ciudad”.
     Los caciques que quedaron en Texcoco le contaron a Cortés que el huido Cocoyohacín, “por codicia de reinar, había muerto malamente a su hermano mayor, con la ayuda que para ello le dio el señor de México, Cuitláhuac, sucesor de Moctezuma, e que había allí un mancebo con más derechos, porque era hijo legítimo del verdadero rey; y luego, sin más dilaciones, le alzaron por rey con gran fiesta y regocijo de todo Texcoco, volviéndose cristiano con mucha solemnidad, y se llamó don Hernando Cortés porque fue su padrino nuestro capitán. Este cacique fue muy amado y obedecido de los suyos (la mayoría de los vecinos huidos volvieron confiados a Texcoco), y le dio a Cortés muchos indios trabajadores para ensanchar las acequias por donde habíamos de sacar los bergantines a la laguna cuando estuviesen acabados”. Así que el primer objetivo se alcanzó con una suavidad insospechada: el nuevo cacique permaneció siempre leal a los españoles. “Y en aquella sazón vinieron de paz ciertos pueblos sujetos a Texcoco a demandar perdón y paz por la guerras pasadas y haber matado españoles. Y Cortés les  habló a todos muy amorosamente y les perdonó”.

     (Foto: Toda su vida fue Cortés un emprendedor incansable,  y, en este caso, se atrevió con importantes obras de ingeniería para canalizar el acceso acuático desde el astillero, una vez construidos los bergantines. El mapa está basado en cartografía antigua y tiene sus imprecisiones, pero se ve claramente que Texcoco (Tezcuco) estaba algo separado de la orilla del lago, y fue necesario canalizar un acceso. Dice Bernal: “Unos 7.000 indios trabajaron voluntariamente en la obra de la zanja, y lo abrían y ensanchaban muy bien, pudiendo nadar por ella navíos de gran porte”).


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