(1244) Sigue el cronista dando datos de la
permanente actividad de los soldados españoles: "En este tiempo, Rafael
Portocarrero recorrió diversas veces aquellos territorios con cuarenta hombres,
y, además, envió el gobernador a un mestizo llamado Juan de Almendras con
trescientos indios amigos a las montañas de la costa, para hacer estrago en sus
moradores, pareciéndole que debía efectuarlo todo a fuego y sangre apurando a
los rebelados, pues no había otro remedio para pacificarlos. Y se dio tan buena
maña, que trajo gran cantidad de gente, dejando muertos a algunos que
pretendieron defenderse. Hecho esto, levantó el gobernador su
campamento dejando en Quinchilca al capitán Martín Gallego, natural de Badajoz,
que era uno de los antiguos conquistadores de Chile. Luego fue a Codico, donde
estaba su maestre de campo con sesenta soldados"
Y vemos ahora un ejemplo de lo que era la
disciplina militar en las tropas de las Indias: "Tuvo allí noticia el
gobernador de que Martín Gallego había licenciado a ciertos soldados de su
compañía para irse a la ciudad de Valdivia. Tomando esto a mal, envió a un
soldado, cuyo nombre era Juan de Lisama, a desposeer del oficio de capitán a
Martín Gallego y sustituirle en este cargo, como lo hizo puntualmente. Después
el gobernador condenó a Martín Gallego a dos años de servicio personal en aquel
fuerte, degradado a simple soldado. Luego el gobernador, como Codico no estaba
ya poblado de indios amigos porque los había trasladado a Callacalla, abandonó
la fortaleza tras haberla incendiado para que no fuese de provecho a los
enemigos. Tras lo cual se fue adonde estaba el capitán Salvador Martín con
alguna gente española para defensa de los indios pacíficos de la comarca".
Hubo también ocasión de limpiar la sucia conciencia de muchos soldados: "Era
ya tiempo de Cuaresma del año de 1581, en el cual, con motivo de las
confesiones y predicación de un religioso de la orden del glorioso patriarca
Santo Domingo, llamado fray Pedro Beltrán, que andaba entre los soldados, se
produjo algún cambio en ellos, y el gobernador, con su autoridad, le ayudó al
religioso a extirpar las ocasiones de los vicios en los que muchos vivían
desenfrenadamente".
Pero, detrás de un problema, llegaba otro. Fue
entonces cuando ocurrió algo que ya contamos: "Después de esto se
recibieron cartas de que en la ciudad de Santiago no habían querido obedecer al
capitán Pedro Olmos de Aguilera, que había ido con provisiones para recoger
veinte mil pesos de ropa con que se vistieran los soldados, echando una derrama
entre los mercaderes donde todos contribuyeran. Además, los del cabildo habían
enviado procuradores al virrey del Perú, don Francisco de Toledo, para que remediase
lo de los escasos tributos que iban a pagar los indios por voluntad del
gobernador". Ya vimos que al gobernador le sentó fatal esta postura, y se
fue a Santiago con cuarenta soldados para obligar a cumplir lo que había
dispuesto. Los del cabildo salieron a recibirle amedrentados, pero allí estaba
el doctor Lope de Azócar dispuesto a resistirse presumiendo de que, por una
disposición del Rey, era poco menos que intocable. El remedio fue fulminante:
"Se apearon el capitán Juan de Lisama, Nicolás de Quiroga y otros soldados, dieron con Azócar de la mula abajo, y lo
llevaron medio arrastrando a la ciudad, de donde, tres días después, fue llevado
al puerto de Valparaíso, y desde allí a la ciudad de Lima, donde era ya virrey don
Martín Enríquez de Almansa (que lo había sido de México)".
(Imagen) Como sabemos, BARTOLOMÉ DE
ESCOBAR redactó de nuevo una revisión
corregida de la crónica de Pedro Mariño de Lobera sobre la conquista de Chile.
Escobar nació en Sevilla el año 1561. Teniendo 20 años, fue con su familia a
Perú, donde empezó a estudiar leyes en un colegio de Lima, e ingresó pronto en
un seminario jesuita. Terminados sus estudios con brillantes resultados, se dedicó intensamente
a la predicación, y publicó muchos libros, casi todos en latín. Pedro Mariño de
Lobera pasó los últimos años de su vida en Lima, donde, al parecer, mantuvo
amistad con el jesuita Escobar, quien, a su vez, tenía muy buena relación con
el virrey García Hurtado de Mendoza, cuyas actuaciones anteriores como Gobernador
de Chile (1556-1561) ya hemos conocido. Mariño de Lobera, poco antes de morir
el año 1594, le entregó su manuscrito al virrey, quien, ya fallecido el autor,
le confió el texto al jesuita Bartolomé de Escobar para que hiciese una mejora
en la redacción. Pero la crónica perdió su estilo original. Vemos que Bartolomé
emplea metáforas algo pedantes (acaba de decir que, al tener que huir de los
mapuches los indios amigos de los españoles, "hubo en aquella playa un
llanto tan doloroso, que la hacía estar más amarga con las lágrimas que salada
con las olas"). Y, además, emplea el tono de un predicador que censura
duramente los defectos de los conquistadores. Pero parece respetar fielmente los
hechos que ocurrieron. Así que habrá que confiar en la veracidad de los
acontecimientos que se narran, pero
teniendo en cuenta que la redacción desaparecida de Mariño de Lobera estaría
escrita con un estilo completamente diferente, más rústico, pero quizá más
entrañable y con juicios de valor moral muy diferentes, como lo son las
profesiones de clérigo y militar. Aunque vimos en su día que el también militar
Alonso de Góngora Marmolejo criticaba ciertas actuaciones de sus compañeros, lo
hacía de manera muy distinta a los modos clericales. Otro detalle negativo es
que Escobar, para complacer al virrey, adornó en la crónica sus méritos, y le dedicó
su versión en la portada de manera muy llamativa. El libro permaneció en el
anonimato hasta ser publicado en Chile el año 1865, con el pomposo título que
vemos en la imagen: "Crónica del reino de Chile, escrita por el capitán
don Pedro Mariño de Lobera. Dirigida (dedicada) al Cristianísimo Señor don García Hurtado de Mendoza, marqués
de Cañete, vice-rey y capitán general de los reinos del Perú y Chile. Reducida
a nuevo método y estilo por el padre Bartolomé de Escobar, de la Compañía de
Jesús". BARTOLOMÉ DE ESCOBAR murió en Lima el año 1624.
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