(1250) Las batallas contra los mapuches
seguían sin cesar, y el gobernador Alonso de Sotomayor, harto de su insufrible
rebeldía, centraba toda su estrategia en someterlos por la fuerza, renunciando
ya a todo tipo de diplomacia. Iba recorriendo con trescientos soldados el
extenso territorio, llegando a Purén, Mareguano, Guadaba, Licura, Tucapel,
Arauco y Andalicán, y dice el cronista que "haciendo graves castigos en
los indios de aquellos lugares". Por lo que es de suponer que se trataba
de daños corporales y, casi con seguridad, de una gran cantidad de ejecuciones.
Y continúa diciendo: "Finalmente, llegó el gobernador a
una loma donde estaban los enemigos
encastillados en un fuerte. Para desbaratarlo, se adelantó el sargento mayor Alonso
García Ramón y puso a su gente en orden llevando él la retaguardia. Tuvo una
gran refriega con los indios desbaratándolos en breve tiempo, aunque salieron
algunos de los nuestros heridos, y en particular el capitán don Juan Rodolfo,
que estuvo a punto de muerte. (Valga comentar que se trataba de Juan Rodolfo
Lisperguer, de quien he visto en el testamento de la siniestra Catalina de los
Ríos Lisperguer, llamada La Maltrana, que era su primo, y ambos, nietos del
excepcional alemán Pedro Lisperguer, al cual, así como a La Maltrana, ya les
dediqué sendas reseñas). En esta batalla quedó preso el general de los
indios, que era un mestizo llamado Diego Díaz, hombre facineroso y confederado
con un mulato que capitaneaba otra gran cuadrilla de forajidos, del cual dio
noticia en su confesión este mestizo (sin duda, bajo tortura). Y
deseando el sargento mayor Alonso García Ramón apresar al mulato, fue a buscarle
a donde el mestizo le dijo que estaba, y llegó a verse con él desde lejos,
aunque no pudo prenderle, porque, viendo él a los españoles, se arrojó en el
río Biobío y escapó de sus manos".
Hemos visto varias veces que había mulatos
y mestizos luchando junto a los mapuches, e incluso como dirigentes. El mulato
huido logró formar un ejército de seis mil indios, y preparó un ataque contra
el campamento de los españoles. Para saber cuáles eran los accesos más
vulnerables, utilizó a un muchacho indio que había servido a los españoles. El
chaval se presentó ante ellos, fingió haber escapado de los indios, y corrió
luego a darle al mulato la información que necesitaba: "Gracias a ese
engaño, pudo llegar un grupo de los indios hasta el cuerpo de guardia, mientras
los demás atacaban por otras partes el campamento sin dejar salida a los
españoles. Este aprieto fue uno de los mayores que se han escrito en esta
historia, por estar los nuestros tan descuidados y dormidos sin ningún recelo. Sin
embargo, los nuestros salieron al instante tan despiertos como si lo estuvieran
de mucho antes, y se enfrentaron a los enemigos con tanta furia de ambas
partes, que hubo indio que pasó de una lanzada ambos arzones de la silla de un
caballo y los muslos del que estaba en
ella. Pero, gracias a Dios, en la calle por donde entraron los contrarios estaba
el sargento mayor Alonso García Ramón, el cual les impidió que ganasen el
cuerpo de guardia, y también fue de gran importancia un arcabuzazo que derribó
al mulato jefe de las huestes indias, con lo cual fue su ejército de retirada,
siguiendo los nuestros la victoria hasta un río que estaba cerca del campamento.
Los heridos nuestros no fueron pocos, pero muchos más sin comparación fueron
los heridos y muertos del bando contrario, lo cual tuvo gran importancia para que se rebajaran los bríos y el atrevimiento con los
que los indios andaban muy orgullosos".
(Imagen) Nos muestra el cronista a un héroe olvidado,
JUAN DE LA CUEVA, e insiste en la dureza con que se trataba a los mapuches,
incluso a los sometidos. Este último detalle y la dosis cultural del texto,
hace pensar que el verdadero autor sea el jesuita Bernardo de Escobar:
"Les preocupó mucho a los indios que el
gobernador estuviera fabricando dos fuertes en las riberas del río
Biobío, teniendo por cierto que habían de ser como esclavos de los españoles. Y
no les faltaba razón, pues además de otros trabajos intolerables que padecen
sirviendo a los españoles, bastaban para apurarlos del todo lo sufrimientos que
padecen ayudándolos a mantener la guerra. Porque, aunque se tratara solamente
de llevar las cargas que les echan en las espaldas, resulta un trabajo muy
penoso por ser tan frecuente y sin remuneración alguna. Tanto es así, que un
indio de Arauco a quien los españoles ocupaban haciéndole llevar en una yegua
suya muchas cargas, mató a la yegua para que lo dejasen en paz los que, con la
excusa de aquella acémila, le obligaban a que él lo fuese también. Por esta
causa, procuraron estos indios de Millapoa que se impidiese la construcción de
la fortaleza. Y, para esto, se pusieron en emboscada junto al río donde les
pareció que habían de desembarcar los españoles que venían de la orilla donde
se había edificado el primer fuerte. Tuvo el gobernador sospecha de esto, y,
viéndole deseoso de saber la verdad, un soldado valerosísimo, llamado Juan de
la Cueva, se ofreció a pasar el río Biobío a nado (el más largo y caudaloso
de Chile), para enterarse de lo que pasaba. Tomando una pica en la mano,
pasó el río de banda a banda y descubrió a los enemigos emboscados, los cuales,
más con deseo de que no volviese a dar aviso que de quitarle la vida, salieron
todos a él con mano armada. Mas era tanto su valor y coraje, que peleó con
todos ellos y anduvo en la refriega algún rato, ganando o mereciendo ganar más
nombre que Tideo, hijo de Anco, rey de Calidonia, el cual dando en manos de un
escuadrón de tebanos que le estaban esperando emboscados para humillarlo, se enfrentó
a ellos y los mató sin dejar hombre a vida; y más fama que Aristómenes Meceno,
que mató trescientos lacedemonios sin haber hombre que le hiciese huir. Y lo
que es de más admiración en este trance se debe a que este soldado volvió por
el mismo río, abalanzándose a él con gran destreza al mismo tiempo que estaba
peleando, sin que los indios dejaran de arrojarle dardos y flechas, de cuyo
peligro lo libró nuestro Señor para que diese aviso a los de su campamento, por
lo cual los indios, desistiendo de su intento y esperanza, se volvieron a sus
tierras".
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