jueves, 10 de febrero de 2022

(1642) Todos aquellos españoles eran auténticos héroes. No había familia sin su tragedia. Lo que ocurrió con la del capitán Pedro Olmos de Aguilera fue el colmo del espanto.

 

     (1242) Los mapuches nunca tiraban la toalla, y los españoles no dejaban de castigarlos: "Por ser las islas de la laguna de Ranco el refugio de los indios y el lugar en el que tomaban provisiones para mantener la guerra, envió el gobernador a su sargento mayor, Alonso Rodríguez Nieto con doce hombres, seis de ellos arcabuceros, para que entrasen allí con dos canoas y destruyesen todo lo que pudiese ser de provecho para alimentar a  los rebelados. Salieron estos del fuerte de San Pedro un lunes nueve de enero de 1581, y fueron bogando por espacio de una legua de golfo que hay entre la isla y tierra firme, en cuyo viaje les sobrevino un temporal de viento desgarrón que levantaba olas como en el mar, y les obligaron a arribar al fuerte".

     En lo que sigue, el cronista (o el jesuita Bartolomé de Escobar) redacta cosas con cierta ironía: "Tomó esto muy mal el gobernador, por lo que  tuvieron que volver atravesando el golfillo con harta dificultad, hallando después otra mayor al tomar tierra, porque los indios se retiraron para hacerles una emboscada. Los nuestros toparon con un indio cojo al que lo habían enviado a propósito. Comenzó a entretenerlos con muchas mentiras, hasta que vino a morir de los tormentos que le daban, y, estando los nuestros ocupados en este asunto, salieron de repente los de la emboscada, que pasaban de dos mil, y dieron sobre ellos repentinamente. Entonces se trabó una sangrienta batalla porque los indios se habían dado prisa en apoderarse de las piraguas, dejándolos sin ninguna manera de poder evadirse. Pero murieron casi todos vendiendo muy caras sus vidas, y en particular Alonso Rodríguez, que, estando con las tripas fuera, no dejaba de pelear y animar a los suyos".              

     Los indios quisieron darse el gustazo de reservar con vida a dos españoles para martirizarlos: "Dejaron vivos a Pedro Cordero y a Martín Muñoz, natural de Cazalla, para festejar con ellos la victoria, y, queriendo celebrarla con más solemnidad, y, en medio de fiestas, borracheras y risas, mataron al Cordero aunque no por ceremonia judaica, sino como  rito de los trofeos indígenas. Martín Muñoz estaba entretanto echando la barba en remojo viendo pelar la de su vecino, teniendo por cierto que lo mataban el día siguiente. Mas el licor en que podía remojar la barba era tan abundante, que remojó las cabezas de los indios a tal punto que quedaron todos tendidos por tierra, y pudo escabullirse sin saber de él los que ya no sabían de sí mismos. Caminando descalzo por los lugares más montuosos, y de noche por las sendas descubiertas, anduvo dieciséis leguas con excesivos trabajos. De esta manera llegó al fuerte de San Pedro de donde había salido, y lo halló despoblado por haber salido de allí el gobernador con recelo de los bríos que habrían de cobrar con esta victoria los indios comarcanos, en particular el cacique don Cristóbal Aloe, que estaba muy cerca de esta fortaleza. Grande fue la aflicción en que se vio el pobre caminante hallando semejante albergue y descanso después de haber arriesgado tanto la vida. Pero tuvo que caminar otras ocho leguas con las mismas dificultades, hasta llegar a la punta de la isla llamada Pasaje de Juan Gómez, a cuatro leguas de la ciudad de Osorno, donde el gobernador había instalado su campamento, sabiendo, por relación de los indios amigos que vinieron huyendo, el desastre del sargento mayor y de los demás soldados, según ha quedado referido en el curso de esta historia".

    

     (Imagen) Va a mencionar enseguida el cronista a PEDRO OLMOS DE AGUILERA. Había nacido en Porcuna (Jaén) el año 1522, donde tenía ascendencia hidalga por provenir de Don Ramiro de Aguilera, quien luchó en la batalla que les arrebató la población a los musulmanes, siendo rey Fernando III. Se casó en 1541 en Cañete de las Torres (Córdoba) con María de Zurita, bisnieta de Diego Fernández de Córdoba, Conde de Priego (Córdoba). En mayo de 1548, Pedro Olmos, siguiendo el ejemplo de su pariente Pedro de Valdivia, partió hacia las Indias con su mujer e hijos y, tras permanecer en Perú, pasó a Chile en 1550, donde, por sus méritos, Alonso de Ercilla se refirió a él en La Araucana. Estuvo en las fundaciones de La Imperial, Villarrica y Valdivia. El año 1556 fue enviado a Lima, como Procurador de Chile, para hacer gestiones ante el virrey de Perú, con cuyo hijo, García Hurtado de Mendoza, nombrado gobernador de Chile, hizo el viaje de vuelta. El año 1569 se confirmó su valía al concederle Felipe II una extraordinaria encomienda integrada por diez mil indios. Se da la circunstancia de que su mujer, María de Zurita, era hermana de Juan Pérez de Zurita (al que ya le dediqué una imagen), quien ejerció como gobernador de Tucumán (Argentina). Por esa razón, le concedió Felipe II a Pedro Olmos el año 1575 permiso para trasladarse a dicho lugar y ponerse a  las órdenes de Juan. Vuelto a Chile, vemos que ahora (año 1582) está bajo el mando del gobernador Gamboa, quien le escribe al rey Felipe II acerca de los "destacados servicios del capitán PEDRO OLMOS DE AGUILERA". No consta la fecha de su fallecimiento, que debió de ser hacia el año 1590, pero sí el destino de sus siete hijos, que nos pueden servir como muestra de la terrible aventura que fue la conquista de Chile: 1.- Alonso de Aguilera sirvió en las guerras de Chile, y después, en 1600, fue sacerdote en La Imperial, donde murió durante el cerco de los indios. 2.- Diego de Aguilera murió en el desastre de Catiray en enero del año 1569. 3.- El capitán Pedro Olmos de Aguilera murió batallando el año 1599. 4.- El capitán Alonso de Zurita murió en la defensa de Valdivia. 5.- El jesuita Hernando de Aguilera falleció en Lima en 1637. 6.- Doña Inés de Aguilera, la “heroína de La Imperial”, vio morir el año 1600 a su marido, el capitán Pedro Fernández de Córdoba, a tres de sus hijos, a tres de sus hermanos, a su cuñado y a tres de sus sobrinos. 7.- Doña Mariana de Olmos Aguilera, murió junto a su marido, el Capitán Juan Gabriel de Villagra, en ese gran alzamiento mapuche de los años 1599-1600, como varios de sus hermanos.




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