(1237) Como nos había prometido el
cronista, nos muestra ahora en acción al almirante Juan Villalobos de Figueroa
luchando bravamente en primera fila: "No habían caminado mucho los escuadrones
del maestre Juan Álvarez de Luna y el almirante Juan Villalobos de Figueroa,
cuando, al pasar por los llanos de Valdivia, dieron con una gran junta de
enemigos, y se produjeron algunas escaramuzas en las que murieron algunos
indios y dos de sus capitanes, retirándose los demás por no poder resistir la
fuerza de los españoles. Después de esto se unió a nuestro campo la compañía
del capitán Juan Ortiz Pacheco con cuarenta hombres de a caballo para atacar un
fuerte donde estaban encastillados los enemigos. Los españoles se dividieron en
dos escuadras para acometer por dos partes opuestas y coger en medio a los
indios descuidados. De esta manera, fueron con gran presteza a dar a los indios
por las espaldas, de suerte que, a los pocos lances, desampararon su alcázar
huyendo sin orden y con pérdida de muchos de su bando, de todas sus alhajas, y otras muchas que
habían hurtado en diversos asaltos, además de las mujeres que habían quitado a
los indios de paz, que eran muchas, y quedaron todas en poder de los españoles
con no poco consuelo, por verse en manos de gentes cristianas que las
restituyesen a sus maridos".
Los españoles quisieron aprovechar la
buena racha volviendo al ataque: "Quedaron los nuestros
tan saboreados de esta victoria, que propusieron luego trabajar por otra
semejante, para acabar de una vez con los indios. Aumentó el maestre de campo
su ejército con cuarenta hombres de refresco, con lo que llegaban a ser casi doscientos,
más una gran cantidad de indios amigos. Con el buen trabajo y el valor de los
dos capitanes Juan Ortiz Pacheco y Juan de Villalobos de Figueroa, emprendió el
maestre de campo este asunto con tantas ganas, que al fin consiguió su propósito
desbaratando los escuadrones contrarios, cuyo capitán era don Pedro Eposomana (otro
bautizado), que peleó medio día entre los suyos antes de rendirse a los
españoles". El cronista se va cansando de narrar tantas batallas (los
mapuches fueron siempre una pesadilla), y añade de paso algo extravagante, que
quizá sea un añadido del jesuita Bartolomé de Escobar, autor de la revisión final
de esta crónica: "Paréceme a mí que tendrá el lector por cosa increíble
haber tan frecuentes victorias sin acabar de rendirse los vencidos. A lo cual
respondo que también me pusiera a mí en harta admiración si no pensara que se
trataba de castigos del cielo por los ordinarios abusos que en este
desventurado reino se han visto. Y si tuviera que narrar todos los enfrentamientos,
aún se asombrarían más los lectores, cansándome yo también de escribirlos. Concluyo,
pues, con un caso notable que sucedió en la isla de Río Bueno. Estando allí el
cacique don Cristóbal Aloe preparando a los suyos para la batalla, entró el
demonio en medio de ellos y les dijo que él era un indio puelche deseoso de que
saliesen con la victoria, y poderoso para dársela en la mano como lo verían por
experiencia. Para que lo tuviesen por cierto, atravesó con la lanza un grueso
tronco de un árbol, de que salió un grueso chorro de sangre que no cesó de
correr por espacio de media hora. Los indios se admiraron tanto como el caso lo
requería y anduvieron con grandes pronósticos sobre el vencer o ser vencidos,
viniendo finalmente al desastre referido en el resultado de la batalla. De
donde se pudo deducir que andaba el demonio suelto con tanta ansia por sacar
sangre, que, cuando cesaba de derramar la humana, la sacaba de los árboles".
(Imagen) Voy a resumir un artículo oficial
chileno que hace referencia a la evolución social de los peleones mapuches: "La
llegada hispana en el siglo XVI fue el elemento aglutinante para que
poblaciones de indios distintas se agruparan, formándose la identidad mapuche
conocida históricamente. Los mapuche se rebelaron contra el sometimiento
español e incendiaron las primeras ciudades que habían fundado. Esta rebelión
fue el inicio de la Guerra de Arauco que obligó a España a mantener un ejército
profesional que resguardara las fronteras, así como a reconocer la autonomía
mapuche en sus tierras. El definitivo sometimiento mapuche sólo terminó ante el
Ejército de la República de Chile con la así llamada Pacificación de la
Araucanía, en 1882. Esta acción militar se fundamentó en la urgencia por
conquistar territorios explotables, impulsada bajo una ideología que propugnaba
la eliminación de lo indígena en nombre de la 'civilización'. A partir del
triunfo militar chileno y para dar inicio a una colonización con elementos
criollos y europeos, se controló al indígena por medio de su asentamiento en
reducciones (reservas) de propiedad comunal. Las consecuencias para la
sociedad mapuche fueron la drástica disminución de sus tierras por reiteradas usurpaciones,
la dependencia en un agente externo, el Estado, y una desorganización social,
causada por la pérdida de autoridad de los caciques. Como resultado, desde
inicios del siglo XX, la tradicional rebeldía mapuche deja de ser militar y
pasa al campo político, así como del campo a la ciudad, con una progresiva
migración y el surgimiento de una élite intelectual y profesional en el seno de
la sociedad mapuche. En 1910, la primera organización indígena del país, la
Sociedad Caupolicán, eleva una serie de peticiones de carácter étnico y
campesinas. Hacia el año 1970, casi un 70% del pueblo mapuche se halla en la
ciudad y en la extrema pobreza. En los años 80 se incrementa el nivel de
pobreza del mapuche, lo que conlleva más migración a la ciudad y mestizaje.
Hasta comienzos de la década de los 90, las leyes indígenas apuntaban a la
incorporación y asimilación de estos a la sociedad chilena, situación que en
parte se intenta revertir ya en democracia con la promulgación de la Ley
Indígena de 1991, que reconoce, protege y fomenta el desarrollo de los grupos
étnicos en el país. Se estima que la población mapuche prehispánica era
aproximadamente de un millón. Hoy en día, los mapuche son más de 600.000
personas, que corresponden al 87,3% de la población indígena del país". Lo
que quiere decir que la protesta mapuche nunca ha terminado.
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