(1256) Los españoles tenían también
amenazas por mar: "Llegada la Pascua de Navidad del año 1587, aparecieron
cerca de la ciudad de Concepción dos velas de corsarios ingleses que habían
entrado por el Estrecho de Magallanes, cuyo capitán se llamaba Tomás Schandi (Thomas
Cavendish). Viendo estos navíos el maestre de campo Alonso García Ramón,
sospechó lo que podría ser, y juntó con gran prisa la más gente que pudo
yéndose con ella al puerto para pelear con el pirata si saltase en tierra. Al
saber que seguía rumbo a Perú, despachó luego mensajeros a La Imperial, donde
estaba el gobernador, y a la ciudad de Santiago, para que enviasen aviso al Conde
del Villar (de Villardompardo), llamado don Fernando de Torres y
Portugal, virrey del Perú, yendo el mismo maestre de campo por la costa abajo a
esperar al pirata donde quiera que surgiese. Primeramente despachó un barco
grande con algunas personas, pero naufragaron con un temporal antes de llegar a
Valparaíso. Sin embargo, las personas se salvaron, fueron en otro navío a la
ciudad de Lima y dieron al virrey noticia de lo que pasaba. Todo ello fue de
mucha importancia para proteger toda la costa de manera que no llevase el
corsario el botín que había cogido el capitán Francisco (el corsario Francis
Drake) ocho años antes. Y así, le sucedió tan mal al pirata, que lo que
llevó fue en la cabeza, porque, llegando al puerto de Valparaíso, le salieron a
resistir el corregidor de Santiago y algunos vecinos y soldados. Los cuales atacaron
cuando los ingleses estaban tomando agua y mataron a veinte de ellos. Y después
de esto, les sucedió lo mismo al final de la costa del Perú, porque, estando
refocilándose en la isla de la Puná, vinieron de Quito los capitanes don
Rodrigo Núñez de Bonilla y Juan de Galarza, su cuñado, con sesenta hombres, y
juntándose en Guayaquil con el corregidor Reinoso, que tenía otros sesenta,
amanecieron en la isla dando sobre los ingleses que estaban en una casa del
cacique, a la cual dieron fuego los nuestros, matando y prendiendo los que salían
de la casa. Y si no fuera por la mucha artillería que disparaban desde los
navíos, no quedaría un inglés con vida. Pero prendieron a algunos por la
diligencia de unos cuatro soldados, principalmente del capitán don Rodrigo
Núñez de Bonilla, que estuvo firme, sin volver pie atrás por temor de las
balas. Y no era nuevo en este caballero señalarse en servicios al rey, no
solamente por haberlo heredado de su padre, que se esmeró en las batallas
contra Gonzalo Pizarro y otros rebelados, sino también por lo que el mismo don
Rodrigo había hecho de edad de dieciocho años entrando en los Quijos a castigar
a los indios rebelados que habían tomado tres ciudades y matado a todos los
españoles, hombres y mujeres, y hasta los niños de cuna, las cuales ciudades las
recuperó don Rodrigo y las pobló, dejándolas tal y como ahora están".
Alertado por las andanzas de los
corsarios, el virrey tomó medidas: "Sabiendo el conde de Villardompardo que
estos ingleses andaban por las costas, dio orden de que, para proteger la costa
de estos enemigos y, al mismo tiempo socorrer a Chile, fueran algunas compañías
de soldados a guardar el puerto de Arica, donde había gran cantidad de plata. Para esto, mandó que se juntase gente en Potosí, confiando
esta diligencia a don Fernando de Córdoba, hijo de don Antonio Fernández de
Córdoba, señor de la villa de Belmonte, y descendientes por línea recta de la
casa del marqués de Pliego, dentro del cuarto grado y deudos cercanos de los
duques de César y Feria, y a don Luis de Carvajal, hijo del señor de Jadar,
persona de mucha cualidad y estofa, para que cada uno alistase a doscientos
hombres. Los cuales don Luis y don Fernando, habiendo recibido la documentación
de capitanes, juntaron en Potosí y sus términos doscientos soldados cada uno y
los llevaron por tierra a sesenta leguas, hasta el puerto de Arica, donde se
embarcaron con ellos para Chile, lo cual fue ayuda de gran importancia para
reprimir los bríos y la mala intención de los indios rebelados".
(Imagen) ¿Cuál era la diferencia entre
pirata y corsario? El pirata iba por libre, sin bandera nacional, y robaba a
todos los que se ponían a tiro. El corsario pirateaba a los demás, menos al
país cuyo estandarte llevaba en su mástil y a sus aliados. Tenían 'patente de
corso' para robar en casa ajena. Incluso eran ennoblecidos, como SIR THOMAS
CAVENDISH, a quien acabamos de ver salir sin plumas y cacareando de las costas chilenas,
peruanas y ecuatorianas. También España tuvo 'sus' corsarios. CAVENDISH había
nacido en Inglaterra el año 1560, de familia noble, y fue miembro del
Parlamento Inglés. Heredó siendo casi un
niño una gran fortuna, que pronto dilapidó, síntoma de que le encantaba vivir
intensamente, y nada mejor para ello que la piratería. Con solo 26 años ya
había preparado un barco para imitar las aventuras del corsario Francis Drake
(y de Hawkins), dispuesto a dar, como él, la vuelta al mundo, siendo el tercer
hombre que lo consiguió. Pasó el Estrecho de Magallanes, donde recogió a Tomé
Hernández, el único superviviente que quedaba en Rey Don Felipe, población
fundada por el sublime perdedor Pedro Sarmiento de Gamboa, y a la que Cavendish
le cambió el nombre por Puerto del Hambre. Siguieron viaje por la costa del
Pacífico hacia el Norte, y Tomé pudo escapar astutamente. Fue después cuando,
como hemos visto, Cavendish, en la Navidad de 1587, llegó a las costas de
Chile, donde le fue muy mal. Se da un dato equivocado sobre él al decir que
anduvo por California en noviembre de ese año. Tuvo que ser a principios de
1588, y fue entonces cuando la diosa Fortuna le regaló un espléndido botín. Se
apoderó en el puerto de San Lucas del galeón español que hacía la ruta del
Pacífico, transportando muy valiosas y variadas mercancías desde Acapulco y
Manila con un viaje de ida y vuelta cada año. Cavendish saqueó la
nave, cuya carga incluía unos 122.000 pesos de plata, y, por no poder colocar
más cosas en su barco, quemó el navío español y lo hundió en el puerto. El nueve de septiembre
de 1588 llegó triunfante a Inglaterra, tras completar la vuelta al mundo. Llevó
a cabo una nueva expedición en agosto de 1591. Llegado al puerto brasileño de
Santos, lo saqueó, pero en su ruta, de nuevo hacia el Estrecho de Magallanes,
estuvo a punto de naufragar. Dio la vuelta hacia Brasil, quizá renunciando a su
aventura, pero para su desgracia, ya que los portugueses mataron a casi todos
sus hombres, muriendo él también poco
después. Su compañero John Davis continuó el viaje llegando hasta Las Malvinas,
pero volvió a Inglaterra perdiendo la mayor parte de sus hombres por hambre y
enfermedades.
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