(1249) El gobernador Alonso de Sotomayor
no descansaba un momento, impulsado por las prisas de someter a los mapuches,
pero la realidad no era tan sencilla: "Al cabo de algunos días, salió el
gobernador de Santiago en busca de su ejército, que andaba corriendo los
términos de Angol, y habiéndolo recogido, entró con él en La Imperial, donde
dividió su gente para enviarla por dos partes. A una fue el coronel (su
hermano Luis de Sotomayor), a la provincia de Ranco y Lliben, y, a la la
otra, el mismo gobernador para dar por las espaldas de estas dos provincias,
llevando consigo al capitán Rafael Portocarrero, por ser persona de mucho valor
y experiencia en las cosas de esta tierra. Estaba en el camino una fortaleza
donde se habían encastillado los enemigos, la cual fue acometida por los
nuestros. Pero era tan inexpugnable, que se hubieron de retirar con pérdida de
un soldado, yendo después los indios tras ellos, cuyo ímpetu iba deteniendo don
Bartolomé Morejón desde la retaguardia".
A pesar de los continuos y grandes
peligros, también en Chile había una auténtica 'fiebre del oro': "Nunca
ocurrió en Chile que, habiéndose descubierto minerales, no acudiesen al lugar los
españoles, por más dificultades que encontrasen, y por más encendida que
anduviese la guerra en otras partes. Sirva de ejemplo algo sucedido cuando la
guerra no aflojaba lo más mínimo. Corriéndose la voz de que se habían hallado
minas de oro muy prometedoras , le encargó el gobernador esta ocupación a la
persona más valiosa en la milicia, que fue el maestre de campo Lorenzo Bernal
de Mercado, enviándole a esta labor con doscientos hombres bien armados porque
los caminos eran peligrosos. Anduvieron algunos días entre innumerables
dificultades, tanto de asaltos de enemigos, como de la extraordinaria
escabrosidad de los caminos, pues sucedía que, a veces, tardaban un día en
caminar media legua, ya que tenían que avanzar a fuerza de hachas. Y, aunque pasaron todos
estos infortunios y otros mayores caminando descalzos y perdiendo muchos
caballos que se despeñaban en los riscos, todo se les hizo fácil pensando en la
gran prosperidad de las minas. Pero, en lugar de oro, lo que hallaron fue muchos
indios de guerra, con los cuales tuvieron una sangrienta refriega, sobre todo
el capitán Juan de Campo, que llevaba la retaguardia. Los españoles salieron de
este conflicto dejando desbaratados a los enemigos, y se volvieron por donde
habían ido".
Sin embargo, no estaban aún a salvo,
porque había otros indios al acecho cerrándoles el único y estrecho paso que tenían,
y se sintieron tan apurados, que hasta el prestigioso Bernal temió un desastre:
"En esta coyuntura, se vieron los nuestros en tan grande aflicción que
tuvieron por admirable refugio un peñasco que allí estaba, donde se arrimaron
todos a esperar la muerte si no intervenía algún auxilio del cielo. Viendo esto
los cristianos que estaban en la parte superior de la sierra, aventuraron sus
vidas arrojándose entre los contrarios, sin reparar en la ventaja que los
indios tenían, y, dando en ellos con toda furia, se encendió una brava pelea,
en la que se derramó mucha sangre de ambas partes, poniéndose finalmente los
indios en huida. Al ver los indios que
les habían tomado lo alto de aquel puesto, dejaron a los nuestros libres, pero tan carentes de cosa alguna, que ni ni
siquiera trajeron a sus casas un gramo de oro. Este fue el único resultado
bueno de esta expedición, después de haber pasado aguaceros, nieves, hambres y
asperezas".
(Imagen) ALONSO GARCÍA RAMÓN tuvo gran
valía como militar, con un currículo impresionante, aunque ahora lo veremos en una actuación verdaderamente
brutal, algo frecuente en el toma y daca con los mapuches, que eran una
pesadilla horrenda. Hablemos primero de
su biografía. Nació en Valdemorillo (Cuenca) en 1552. Siendo casi un
adolescente, peleó contra los musulmanes rebelados en Granada el año 1568.
Estuvo bajo el mando de Juan de Austria en las guerras europeas, incluida la
batalla de Lepanto (año 1571). También luchó en Flandes, brillando por su
valentía (al precio de varias heridas) en la toma de Maestricht. Llegó a Chile junto
al nuevo gobernador, Alonso de Sotomayor, el año 1583, quien estimaba mucho sus
valores militares, bien probados también después, como cuando consiguió una
victoria (que se hizo famosa) contra los mapuches matando en duelo personal, a
caballo y con lanza, al cacique Cadeguala. Al ser sustituido como gobernador Alonso
de Sotomayor, se fue García Ramón a Perú, prestando allí muy buenos servicios,
justamente valorados por el virrey García Hurtado de Mendoza. Dando otro gran
paso, García Ramón fue nombrado gobernador de Chile el año 1600. Donde, al
llegar, comprobó que era necesario formar un poderoso ejército para evitar un
desastre general, y, tras conseguirlo, se vio enredado en constantes
enfrentamientos con los mapuches. La imagen (en la que vemos también su firma)
corresponde a un informe que le envió entonces a Felipe II, relativo a esa
penosa situación. Fue sustituido en 1601, pero volvió a ser gobernador el año
1605. La batalla a la que he hecho referencia al principio de esta reseña, y en
la que tuvo un comportamiento brutal Alonso García Ramón, ocurrió el año 1584. El
cronista lo cuenta así: "Juntó don Alonso de Sotomayor cuatrocientos
hombres de pelea, y, por hacer muchos años que no entraba un español en Chipimo,
donde los indios eran muchos y muy belicosos, envió al sargento mayor Alonso
García Ramón con orden de que no dejase con vida a ninguno de cuantos pudiese
tener en sus manos. Y se dio tan buena maña, que cogió a los mapuches
descuidados y dio contra ellos con toda su furia, sin perdonar niño ni mujer
que topase, para atemorizar a los demás con tan áspero castigo, y habiendo matado
hasta doscientas personas, se volvió a la ciudad de Angol". ALONSO GARCÍA
RAMÓN continuó como gobernador hasta 1610, año en el que murió de enfermedad.
Un cronista comentó que "falleció con fama de haber sido uno de los
grandes generales de su tiempo".
No hay comentarios:
Publicar un comentario