jueves, 17 de febrero de 2022

(1649) A pesar de las batallas, los españoles fueron, con muchas dificultades, adonde decían que había oro. Era un fiasco: su única alegría fue volver vivos. El excepcional Alonso García Ramón, dio una orden muy cruel.

 

     (1249) El gobernador Alonso de Sotomayor no descansaba un momento, impulsado por las prisas de someter a los mapuches, pero la realidad no era tan sencilla: "Al cabo de algunos días, salió el gobernador de Santiago en busca de su ejército, que andaba corriendo los términos de Angol, y habiéndolo recogido, entró con él en La Imperial, donde dividió su gente para enviarla por dos partes. A una fue el coronel (su hermano Luis de Sotomayor), a la provincia de Ranco y Lliben, y, a la la otra, el mismo gobernador para dar por las espaldas de estas dos provincias, llevando consigo al capitán Rafael Portocarrero, por ser persona de mucho valor y experiencia en las cosas de esta tierra. Estaba en el camino una fortaleza donde se habían encastillado los enemigos, la cual fue acometida por los nuestros. Pero era tan inexpugnable, que se hubieron de retirar con pérdida de un soldado, yendo después los indios tras ellos, cuyo ímpetu iba deteniendo don Bartolomé Morejón desde la retaguardia".

     A pesar de los continuos y grandes peligros, también en Chile había una auténtica 'fiebre del oro': "Nunca ocurrió en Chile que, habiéndose descubierto minerales, no acudiesen al lugar los españoles, por más dificultades que encontrasen, y por más encendida que anduviese la guerra en otras partes. Sirva de ejemplo algo sucedido cuando la guerra no aflojaba lo más mínimo. Corriéndose la voz de que se habían hallado minas de oro muy prometedoras , le encargó el gobernador esta ocupación a la persona más valiosa en la milicia, que fue el maestre de campo Lorenzo Bernal de Mercado, enviándole a esta labor con doscientos hombres bien armados porque los caminos eran peligrosos. Anduvieron algunos días entre innumerables dificultades, tanto de asaltos de enemigos, como de la extraordinaria escabrosidad de los caminos, pues sucedía que, a veces, tardaban un día en caminar media legua, ya que tenían que avanzar  a fuerza de hachas. Y, aunque pasaron todos estos infortunios y otros mayores caminando descalzos y perdiendo muchos caballos que se despeñaban en los riscos, todo se les hizo fácil pensando en la gran prosperidad de las minas. Pero, en lugar de oro, lo que hallaron fue muchos indios de guerra, con los cuales tuvieron una sangrienta refriega, sobre todo el capitán Juan de Campo, que llevaba la retaguardia. Los españoles salieron de este conflicto dejando desbaratados a los enemigos, y se volvieron por donde habían ido".

     Sin embargo, no estaban aún a salvo, porque había otros indios al acecho cerrándoles el único y estrecho paso que tenían, y se sintieron tan apurados, que hasta el prestigioso Bernal temió un desastre: "En esta coyuntura, se vieron los nuestros en tan grande aflicción que tuvieron por admirable refugio un peñasco que allí estaba, donde se arrimaron todos a esperar la muerte si no intervenía algún auxilio del cielo. Viendo esto los cristianos que estaban en la parte superior de la sierra, aventuraron sus vidas arrojándose entre los contrarios, sin reparar en la ventaja que los indios tenían, y, dando en ellos con toda furia, se encendió una brava pelea, en la que se derramó mucha sangre de ambas partes, poniéndose finalmente los indios en huida. Al ver  los indios que les habían tomado lo alto de aquel puesto, dejaron a los nuestros libres,  pero tan carentes de cosa alguna, que ni ni siquiera trajeron a sus casas un gramo de oro. Este fue el único resultado bueno de esta expedición, después de haber pasado aguaceros, nieves, hambres y asperezas".

 

     (Imagen) ALONSO GARCÍA RAMÓN tuvo gran valía como militar, con un currículo impresionante, aunque ahora  lo veremos en una actuación verdaderamente brutal, algo frecuente en el toma y daca con los mapuches, que eran una pesadilla horrenda.  Hablemos primero de su biografía. Nació en Valdemorillo (Cuenca) en 1552. Siendo casi un adolescente, peleó contra los musulmanes rebelados en Granada el año 1568. Estuvo bajo el mando de Juan de Austria en las guerras europeas, incluida la batalla de Lepanto (año 1571). También luchó en Flandes, brillando por su valentía (al precio de varias heridas) en la toma de Maestricht. Llegó a Chile junto al nuevo gobernador, Alonso de Sotomayor, el año 1583, quien estimaba mucho sus valores militares, bien probados también después, como cuando consiguió una victoria (que se hizo famosa) contra los mapuches matando en duelo personal, a caballo y con lanza, al cacique Cadeguala. Al ser sustituido como gobernador Alonso de Sotomayor, se fue García Ramón a Perú, prestando allí muy buenos servicios, justamente valorados por el virrey García Hurtado de Mendoza. Dando otro gran paso, García Ramón fue nombrado gobernador de Chile el año 1600. Donde, al llegar, comprobó que era necesario formar un poderoso ejército para evitar un desastre general, y, tras conseguirlo, se vio enredado en constantes enfrentamientos con los mapuches. La imagen (en la que vemos también su firma) corresponde a un informe que le envió entonces a Felipe II, relativo a esa penosa situación. Fue sustituido en 1601, pero volvió a ser gobernador el año 1605. La batalla a la que he hecho referencia al principio de esta reseña, y en la que tuvo un comportamiento brutal Alonso García Ramón, ocurrió el año 1584. El cronista lo cuenta así: "Juntó don Alonso de Sotomayor cuatrocientos hombres de pelea, y, por hacer muchos años que no entraba un español en Chipimo, donde los indios eran muchos y muy belicosos, envió al sargento mayor Alonso García Ramón con orden de que no dejase con vida a ninguno de cuantos pudiese tener en sus manos. Y se dio tan buena maña, que cogió a los mapuches descuidados y dio contra ellos con toda su furia, sin perdonar niño ni mujer que topase, para atemorizar a los demás con tan áspero castigo, y habiendo matado hasta doscientas personas, se volvió a la ciudad de Angol". ALONSO GARCÍA RAMÓN continuó como gobernador hasta 1610, año en el que murió de enfermedad. Un cronista comentó que "falleció con fama de haber sido uno de los grandes generales de su tiempo".




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