(1235) El cronista se refiere a sí mismo
en tercera persona para contar un hecho en el que participó: "Al cabo de
cinco días de la batalla que tuvo don Pedro Mariño de Lobera, en la que sacó a
su hijo del poder de enemigos, iba caminando en compañía del capitán Juan Ortiz
Pacheco y el capitán Lamero el día 26 de febrero de 1580. Al llegar a un bosque
toparon con el mestizo Juan Fernández de Almendras, casi a punto de morir de
pura hambre por haber estado tres días allí escondido. Más adelante hallaron también
a Hernando de Herrera, que había luchado en la misma batalla, y estaba
emboscado sin saber nada del mestizo que andaba en el mismo arcabuco (monte
de vegetación muy cerrada). Habiendo cuidado a estos dos soldados por
espacio de dos días, llegó este pequeño escuadrón al sitio donde habían matado
los enemigos al capitán Viera. Al verlos llegar, salieron contra ellos los
indios y se trabó una batalla muy reñida que duró más de tres horas, en la que
murieron muchos de los rebelados, huyendo los demás, que serían unos dos mil,
cuyo general era don Pedro Guayquipillan, que era tenido por rey de toda la
tierra y había sido tributario de don Pedro Mariño de Lobera, que lo crio desde
su niñez". El nombre del indio revela que estaba bautizado y que se le
puso el de su propio amo, Pedro Mariño.
Como era previsible, tras la derrota, los
pesadísimos mapuches volvieron a la carga: "Habiendo
salido con esta victoria, se alojó la gente española a las faldas del cerro de
Ruypulle donde el día siguiente volvieron los enemigos con tanta puntualidad
como el sol y en mayor número que el día pasado. Se encendió la batalla con
mayor coraje que la anterior, y quiso Nuestro Señor que los nuestros lograran
otra victoria, con muerte de más de quinientos indios, y habría sido mucho
mayor el estrago de haberlos seguido los españoles, pero desistieron de hacerlo
porque muchos de los indios pertenecían a las encomiendas de algunos soldados
que allí peleaban y les dolía que disminuyeran en número". Estos detalles
están poniendo de relieve que se trataba de indios habitualmente pacíficos, y
al servicio de los españoles, estando muchos de ellos, probablemente,
cristianizados, como el importante cacique don Pedro Guayquipillan.
Como era frecuente en todas las Indias,
los nativos solían atribuir victorias y derrotas a intervenciones milagrosas,
pero también los españoles reaccionaron así en algunas ocasiones:
"Destacaron principalmente en esta batalla Juan de Alvarado y el capitán
Hernando Lamero, que anduvo animando a los suyos valerosamente. Pero los indios
dijeron que había sido mucho más eficaz la fuerza que los había derrotado,
afirmando que el glorioso Santiago había peleado en la batalla con un sombrero
de oro y una espada muy resplandeciente. Aunque es cierto que este glorioso
santo ha favorecido en otras ocasiones a los conquistadores de este reino, se
debe proceder con mucho tiento antes de dar crédito a indios astutos que son
por extremo amigos de novelas y cuentos semejantes. Finalmente, nuestros
españoles pasaron por entre otros muchos escuadrones de contrarios que estaban
en pasos estrechos, sin volver pie atrás y animándolos mucho sus capitanes, y, entre ellos, Pedro Ordóñez Delgadillo, que
era uno de los principales, hasta que llegaron todos a los llanos, donde estaban algunos
soldados de reserva".
(Imagen) Acabamos de ver a HERNANDO LAMERO
Y GALLEGO DE ANDRADE aparecer por Chile, y acudir en apoyo de los españoles en
una situación muy apurada. Incluso le ayudó al cronista Pedro Mariño de Lobera
a liberar a su hijo Alonso Mariño de las manos de los mapuches, que lo tenían
preso con la indudable intención de matarlo. Lo curioso es que la brillante
biografía de Hernando Lamero estuvo dedicada, principalmente, a las grandes
proezas marítimas. Nació en Galicia, y era uno de los más prestigiosos
navegantes y pilotos en aguas del Pacífico. Fue él quien iba al mando de la
escuadra con la que llegó a Concepción
el año 1557 Don García Hurtado de Mendoza como nuevo gobernador de Chile. Además,
por entonces Hernando Lamero tenía a su cargo el transporte anual del tesoro que
se enviaba desde Lima hasta Panamá, para ser llevado después a la Corte
Española. El año 1567 el virrey de Perú Lope García de Castro le encomendó a su
sobrino Álvaro de Mendaña una expedición marítima a lo más lejano del Pacífico,
y le nombró a Hernando Lamero piloto mayor de la misma. En el viaje descubrieron
las islas Salomón y Lamero llevó a cabo cálculos geográficos muy importantes. Estando
ya de vuelta, se dieron las circunstancias para que Hernando Lamero apareciera
de repente en Chile con varios soldados precisamente cuando Pedro Mariño de
Lobera necesitaba ayuda para salvar a su hijo. En diciembre de 1578 llegó
Francis Drake a Valparaíso, encontrando allí la nave de Hernando Lamero, donde
había una partida de casi 25.000 pesos de oro en polvo. Siendo tan imprevisto, Lamero
se tiró al agua y huyó, sin poder evitar que los piratas se llevaran su nave.
Fue poco después cuando reunió gente para ayudar a Pedro Mariño de Lobera, pero
pronto volvió a sus navegaciones. Hacia el año 1590 participaba como piloto en
la expedición al Estrecho de Magallanes del extraordinario PEDRO SARMIENTO DE
GAMBOA (el glorioso perdedor), pero, para fortuna suya, Lamero no pudo
continuar el viaje, que terminó en una absoluta tragedia (una de las más
grandes y heroicas de las Indias). Pasados los años, hizo Lamero otro intento
de entregarse a la lucha contra los mapuches, por parecerle que era el mayor
peligro que había en Chile. Pero volvió a surcar los mares, y, el año 1600, aún
tenía HERNANDO LAMERO Y GALLEGO DE ANDRADE energía para indicarle al Rey que
eran necesarios quinientos soldados de Castilla y galeones armados para
defender de piratas las interminables costas de Chile. A lo que hay que añadir
que era un hombre profundamente religioso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario