miércoles, 2 de febrero de 2022

(1635) Más victorias contra los mapuches, en las que destacó Hernando Lamero, quien había ayudado a liberar al hijo del cronista Pedro Mariño. Fue también compañero de navegación del gran Pedro Sarmiento de Gamboa.

 

     (1235) El cronista se refiere a sí mismo en tercera persona para contar un hecho en el que participó: "Al cabo de cinco días de la batalla que tuvo don Pedro Mariño de Lobera, en la que sacó a su hijo del poder de enemigos, iba caminando en compañía del capitán Juan Ortiz Pacheco y el capitán Lamero el día 26 de febrero de 1580. Al llegar a un bosque toparon con el mestizo Juan Fernández de Almendras, casi a punto de morir de pura hambre por haber estado tres días allí escondido. Más adelante hallaron también a Hernando de Herrera, que había luchado en la misma batalla, y estaba emboscado sin saber nada del mestizo que andaba en el mismo arcabuco (monte de vegetación muy cerrada). Habiendo cuidado a estos dos soldados por espacio de dos días, llegó este pequeño escuadrón al sitio donde habían matado los enemigos al capitán Viera. Al verlos llegar, salieron contra ellos los indios y se trabó una batalla muy reñida que duró más de tres horas, en la que murieron muchos de los rebelados, huyendo los demás, que serían unos dos mil, cuyo general era don Pedro Guayquipillan, que era tenido por rey de toda la tierra y había sido tributario de don Pedro Mariño de Lobera, que lo crio desde su niñez". El nombre del indio revela que estaba bautizado y que se le puso el de su propio amo, Pedro Mariño.

     Como era previsible, tras la derrota, los pesadísimos mapuches volvieron a la carga: "Habiendo salido con esta victoria, se alojó la gente española a las faldas del cerro de Ruypulle donde el día siguiente volvieron los enemigos con tanta puntualidad como el sol y en mayor número que el día pasado. Se encendió la batalla con mayor coraje que la anterior, y quiso Nuestro Señor que los nuestros lograran otra victoria, con muerte de más de quinientos indios, y habría sido mucho mayor el estrago de haberlos seguido los españoles, pero desistieron de hacerlo porque muchos de los indios pertenecían a las encomiendas de algunos soldados que allí peleaban y les dolía que disminuyeran en número". Estos detalles están poniendo de relieve que se trataba de indios habitualmente pacíficos, y al servicio de los españoles, estando muchos de ellos, probablemente, cristianizados, como el importante cacique don Pedro Guayquipillan.

     Como era frecuente en todas las Indias, los nativos solían atribuir victorias y derrotas a intervenciones milagrosas, pero también los españoles reaccionaron así en algunas ocasiones: "Destacaron principalmente en esta batalla Juan de Alvarado y el capitán Hernando Lamero, que anduvo animando a los suyos valerosamente. Pero los indios dijeron que había sido mucho más eficaz la fuerza que los había derrotado, afirmando que el glorioso Santiago había peleado en la batalla con un sombrero de oro y una espada muy resplandeciente. Aunque es cierto que este glorioso santo ha favorecido en otras ocasiones a los conquistadores de este reino, se debe proceder con mucho tiento antes de dar crédito a indios astutos que son por extremo amigos de novelas y cuentos semejantes. Finalmente, nuestros españoles pasaron por entre otros muchos escuadrones de contrarios que estaban en pasos estrechos, sin volver pie atrás y animándolos mucho sus capitanes,  y, entre ellos, Pedro Ordóñez Delgadillo, que era uno de los principales, hasta que llegaron  todos a los llanos, donde estaban algunos soldados de reserva".

 

     (Imagen) Acabamos de ver a HERNANDO LAMERO Y GALLEGO DE ANDRADE aparecer por Chile, y acudir en apoyo de los españoles en una situación muy apurada. Incluso le ayudó al cronista Pedro Mariño de Lobera a liberar a su hijo Alonso Mariño de las manos de los mapuches, que lo tenían preso con la indudable intención de matarlo. Lo curioso es que la brillante biografía de Hernando Lamero estuvo dedicada, principalmente, a las grandes proezas marítimas. Nació en Galicia, y era uno de los más prestigiosos navegantes y pilotos en aguas del Pacífico. Fue él quien iba al mando de la escuadra con la que  llegó a Concepción el año 1557 Don García Hurtado de Mendoza como nuevo gobernador de Chile. Además, por entonces Hernando Lamero tenía a su cargo el transporte anual del tesoro que se enviaba desde Lima hasta Panamá, para ser llevado después a la Corte Española. El año 1567 el virrey de Perú Lope García de Castro le encomendó a su sobrino Álvaro de Mendaña una expedición marítima a lo más lejano del Pacífico, y le nombró a Hernando Lamero piloto mayor de la misma. En el viaje descubrieron las islas Salomón y Lamero llevó a cabo cálculos geográficos muy importantes. Estando ya de vuelta, se dieron las circunstancias para que Hernando Lamero apareciera de repente en Chile con varios soldados precisamente cuando Pedro Mariño de Lobera necesitaba ayuda para salvar a su hijo. En diciembre de 1578 llegó Francis Drake a Valparaíso, encontrando allí la nave de Hernando Lamero, donde había una partida de casi 25.000 pesos de oro en polvo. Siendo tan imprevisto, Lamero se tiró al agua y huyó, sin poder evitar que los piratas se llevaran su nave. Fue poco después cuando reunió gente para ayudar a Pedro Mariño de Lobera, pero pronto volvió a sus navegaciones. Hacia el año 1590 participaba como piloto en la expedición al Estrecho de Magallanes del extraordinario PEDRO SARMIENTO DE GAMBOA (el glorioso perdedor), pero, para fortuna suya, Lamero no pudo continuar el viaje, que terminó en una absoluta tragedia (una de las más grandes y heroicas de las Indias). Pasados los años, hizo Lamero otro intento de entregarse a la lucha contra los mapuches, por parecerle que era el mayor peligro que había en Chile. Pero volvió a surcar los mares, y, el año 1600, aún tenía HERNANDO LAMERO Y GALLEGO DE ANDRADE energía para indicarle al Rey que eran necesarios quinientos soldados de Castilla y galeones armados para defender de piratas las interminables costas de Chile. A lo que hay que añadir que era un hombre profundamente religioso.




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