(1236) Españoles y
mapuches continuaban su trágica danza de
victorias y derrotas, en la que las mujeres españolas no cesaban de rezar:
"Estaba en este tiempo la ciudad de Osorno en grande aprieto porque se
aprestaban para venir sobre ella cinco mil indios que se juntaron en la isla
que está entre los dos ríos. Contra estos envió el corregidor Juan de
Montenegro al capitán Gaspar de Villarreal con treinta y tres hombres de a
caballo y algunos indios amigos, de quienes tenía confianza en que guardarían
fidelidad a sus soldados. En cuanto vieron los rebelados a los nuestros, se
ocultaron trescientos de ellos para atacarles por las espaldas, y sin aguardar
más, arremetió el general indio don Cristóbal Aloe con los suyos, y habiendo
peleado por largo rato, se pusieron a
descansar en un sitio al que no podían llegar caballos. No
quisieron los nuestros perder esta
oportunidad, y les atacaron con tantas ganas que no dejaron vivo ninguno de
ellos. Cuando luego fueron los españoles a proseguir la batalla con los demás
indios, ya eran menos los enemigos, los cuales fueron finalmente vencidos con
pérdida de cuatrocientos hombres, habiendo durado la batalla hasta la puesta
del sol, la cual fue el día primero de marzo de 1580. Dejó tanta fama esta
victoria, que la colina llamada Coipue mudó de nombre aquel día, y hasta hoy se
conoce como la montaña de La Matanza. No se puede pasar en silencio el valor
que en esta ocasión mostraron los nuestros siendo la mayoría mayores de 60
años, estando entre ellos Juan de Figueroa de Cáceres, Hernando Moraga, Antonio
de la Torre, Gaspar de Robles y Juan de Sierra. Los cuales y los demás
triunfadores fueron recibidos en la ciudad de Osorno con grandes júbilos y
fiestas, saliendo los nuestros con palmas en las manos, cantando alabanzas al
autor de la victoria, la cual habían estado pidiendo a Dios todas las mujeres
pías y devotas sin salir del templo ni interrumpir la oración desde que comenzó
la batalla hasta que tuvieron noticia de la victoria".
Pero lo mapuches eran 'inasequibles al
desaliento': "No escarmentaron con todo esto los
forajidos, sino que, con la rabia que sentían de verse tan ultrajados, andaban
por las tierras de los indios de paz talando cuanto hallaban por delante, principalmente
un cacique llamado Toqueande, que envió un mensajero al maestre de campo, que
estaba en Villarrica con ochenta españoles, para pedirle que saliese de sus
tierras, porque, de lo contrario, el día siguiente iría él con su ejército a
darle el castigo que merecía. Y tuvo este cacique tanto pundonor en cumplir su
palabra, que fue marchando con sus indios el día siguiente, y entraron en la
pelea los de Villarrica y los indios con tanta cólera, que parecía que no
estimaban en nada sus vidas con tal de quitársela a sus contrarios. Finalmente,
se impusieron los españoles con tanta ventaja, que muchos de los indios se
arrojaron al río para evadirse de sus manos, y se ahogaron la mayoría, además
de haber muerto unos ochocientos en la batalla. El maestre de campo continuó
persiguiendo a los indios, hasta que encontró al almirante Juan de Villalobos
de Figueroa con veinte arcabuceros que había traído de la ciudad de Valdivia,
el cual había llegado al mando de la nao almiranta de las que fueron desde Perú
a explorar por el Estrecho de Magallanes. El maestre de campo le agradeció
mucho que viniese a ayudarle. Pero, aun así, no le faltó al Villalobos ocasión
para servir de ayuda, pues estaba la tierra tan abundante de enemigos, que,
aunque no quisiera, había de topar con ellos, como veremos".
(Imagen) He visto un texto que aclara
varias cosas. El gran marino HERNANDO LAMERO llegó, como hemos visto, con
varios hombres a Chile para ayudar a los españoles contra los mapuches. Pero
resulta que hizo lo mismo (y al mismo tiempo) otro compañero suyo, el almirante
JUAN DE VILLALOBOS FIGUEROA (como nos
acaba de decir el cronista). El jesuita José de Acosta, en su Historia Natural
y Moral de las Indias, publicada el año 1589, nos cuenta lo siguiente
(resumido): "Cuando la nave almiranta San Francisco, mandada por Juan de
Villalobos, se separó de la capitana en la noche del 21 de enero de 1580 (en
esta iba al mando Pedro de Sarmiento), a consecuencia de una furiosa
tempestad, pensó que iban a perecer, por lo que se confesaron y se prepararon todos
para morir. Les duró el temporal tres días, durante los cuales creían dar en
tierra, pero fue al revés, pues siempre veían que se alejaba la tierra, hasta
que, aplacando la tormenta, tomaron la referencia del sol, y vieron que se
hallaban a 56 grados, y que no habían embarrancado, sino que estaban más lejos
de tierra, por lo que quedaron admirados, y llegaron a la conclusión (como
Hernando Lamero, piloto de la dicha nave, me contó) de que la tierra que está
de la otra parte del Estrecho no seguía hacia el Sur, sino que daba la vuelta
hacia el Este, pues, de no ser así, habría sido imposible no zabordar (encallar)
en ella". Fue un importante descubrimiento, porque la tormenta los llevó
hasta la desconocida zona del Cabo de Hornos, el extremo sur del continente.
Luego nos cuenta el reverendo: "Pasada la tormenta, Juan de Villalobos y
Hernando Lamero decidieron regresar a las costas de Chile en vista de la
escasez de víveres y la dificultad de encontrar al capitán general Pedro Sarmiento
de Gamboa, cuya nave creyeron perdida. El 21 de febrero de 1580 arribaron a Valdivia con alguna gente,
y prestaron muy eficaz auxilio al corregidor de dicha plaza, don Francisco de
Herrera Sotomayor, en un ataque que sostenía contra los indígenas,
distinguiéndose muy especialmente, así en este encuentro como en los demás que
tuvieron lugar por este tiempo, el almirante Juan de Villalobos de Figueroa y
el piloto Hernando Lamero. Esto les permitió no haber venido en vano a las
costas de Chile". Este último texto nos aclara la actuación conjunta en
Chile de ambos ilustres marinos, aunque solo mencione, como ayudado, a
Francisco de Herrera, el corregidor de Valdivia. Fue un ejemplo de cómo los
exploradores y conquistadores españoles se apuntaban de inmediato a colaborar
en cualquier acción que supusiera un servicio a la Corona. Cosas de este tipo
son las que explican que llevaran a cabo una tarea gigantesca en las Indias.
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