(1253) De lo que dice a continuación el
cronista, se deduce que andaban escasos de soldados en Chile, y que tampoco el
gobernador podía contar con reclutar más gente en Perú, quizá debido a que se
hubiese extendido la opinión de que era una tierra ingrata y llena de
dificultades con los indios: "Pareciéndole al gobernador que las
provincias circunvecinas a Valdivia, donde andaba el coronel, su hermano Luis
de Sotomayor, tenían alguna manera de sosiego por estar los indios sometidos, y
que era menester acudir con la máxima fuerza a las partes de Arauco, acordó sacar
a su hermano de la guerra y enviarlo a España a dar cuenta a la majestad
católica del rey don Felipe del estado de las cosas de Chile, y pedirle ayuda
para ellas. Y habiéndolo llamado a Gualqui, donde él estaba, y despachándolo
con sus criados, hizo nuevo nombramiento de oficiales de guerra. El oficio de
coronel se lo dio a Francisco del Campo, y por maestre de campo nombró al
sargento mayor Alonso García Ramón, señalando en su lugar a Tiburcio Heredia, y
a Campofrío de Carvajal por alférez general de su ejército. Habiéndolo ordenado de esta manera, salió a
campear por Guadaba y Mareguano, haciendo admirables ataques contra los indios".
Ni indios ni españoles tenían tiempo para
el descanso. Cada amanecer era una repetición del día anterior, sin que
pudieran verse libres del temor a la muerte: "Después de haber corrido las
tierras de Catirai, se alojó nuestro ejército en Chipimo, donde hubo noticia de
una gran multitud de indios enemigos que estaban esperando ocasión para atacar.
Pidió licencia el maestre de campo al gobernador para vérselas con ellos, y,
habida, se puso con ochenta hombres en una emboscada cerca del campamento,
dejando por allí algunos caballos sueltos para tentar a los indios, los cuales
llegaron corriendo y cogieron los caballos que estaban al parecer desamparados.
Entonces salió el maestre de campo con los demás emboscados y dio contra los
indios de improviso, matando buen número de ellos en el primer encuentro. Después
se trabó una escaramuza con mucha destreza por ambas partes, pero fueron los
nuestros quienes quedaron finalmente vencedores. Pasados
algunos días, llegó el ejército a Purén, donde el gobernador fabricó una
fortaleza para salir de ella a batallar. Sintieron mucho esto los enemigos, y
juntándose en algunos escuadrones, cercaron el fuerte haciendo presa en los
caballos y ganado para vengarse de los españoles. Pero no tardaron mucho en
salir a quitarles el hurto de las manos, dándoles una batida con gran estrépito
y gallardía, y, en concreto, el maestre de campo acometió al escuadrón de los
que llevaban el ganado y mató a la mayoría, poniendo a los demás en huida".
Pero quedaba un área pendiente: "Ya
era tiempo de que el gobernador visitase las ciudades que hacían frontera con
los enemigos, y dejando al maestre de campo en este fuerte de Purén con
doscientos hombres, se fue a la ciudad de Angol con el resto de su ejército,
nombrando nuevamente por capitán a don Juan Rodolfo, hijo de Pedro Lisperger,
por distinguirse en diversas ocasiones y haber derramado su sangre muchas veces
para servir al Rey. Y la gente española que estaba en estos dos puestos, salían
ordinariamente a pelear por diversas partes, unos en Angol con el gobernador, y
los del fuerte de Purén con el maestre de campo, que nunca dejaba de tener victoriosos
encuentros con los indios".
(Imagen) Poco se sabe de CRISTÓBAL DE MORALES,
pero la Historia lo recordará por lo que cuenta el cronista: "Por
entonces, estaba un indio muy grande de cuerpo
y fuerzas desollando un caballo para utilizar sus nervios como cuerda de su
arco. Le vio un soldado llamado
Cristóbal de Morales, de los más famosos de todo Chile, el cual se puso donde
se pudiesen oír. Viéndole el indio tan cerca le dijo: 'Perro, apéate de ese
caballo'. A esto respondió el cristiano: '¿Te
atreves a ponerte delante de mí,
que soy Morales el español?'. Entonces replicó el indio: '¿No sabes tú que soy el
cacique de toda esta tierra y me llamo Mellinango, que quiere decir cuatro
leones?'. Oyendo esto Morales, se bajó del caballo y fue hacia el indio con el ánimo
de un César. El indio le tiró su lanza, y lo habría atravesado si el soldado no
hubiese tenido la habilidad de desviarla con su espada. Luego se abrazaron los
dos con gran furia, y el indio se dejó caer por la ladera llevando aferrado al
español, pero, como no tenía con qué matarlo, le echó un bocado en la garganta,
aferrando los dientes en ella tan tenazmente, que ya Morales tenía la lengua
fuera y estaba agonizando. Pero, con la angustia de la muerte, Morales extendió
la mano y sacó un cuchillo que traía metido entre la pierna y la bota -como es
costumbre- y con él le dio siete puñaladas al indio dejándolo muerto, quedando
él tan aturdido, que no acertaba a quitáselo de encima. Conocí yo a este
soldado y vi las señales que conserva de los dientes que le clavó el indio. Pero
no demostró solamente su valentía en este lance, pues hubo otros muchos donde también
lo hizo. En la batalla que el gobernador tuvo al pie de la cuesta de Villagrán
con más de diez mil indios, peleó este soldado casi desnudo para mostrar que
hacía poco caso de los enemigos, pues no se preocupaba de cuidar con qué
defenderse de ellos. Y después, el año mil quinientos ochenta y ocho, yendo a Guadaba en compañía
del maestre de campo Alonso García Ramón y ochenta hombres, sucedió que,
acometiendo los indios con gran furia, cayeron en tierra el maestre de campo y
otros dos soldados, dando sobre ellos toda la fuerza de los enemigos sin
hallarse cerca hombre que los guareciese más que Morales, el cual se opuso a
todo el ímpetu de los contrarios. Con sola su espada los reprimió y detuvo,
recibiendo muchas heridas y, entre ellas, una que le pasó de parte a parte,
dando lugar con esto a que los suyos se levantasen y escaparan de tan
manifiesto peligro". Habrá que suponer que CRISTÓBAL DE MORALES
sobrevivió. (A falta de más datos, imaginemos que quienes luchan en el grabado son
Morales y Mellinango).
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