martes, 20 de octubre de 2015

(35) - Guten… (no puedo completarlo, me raspa la glotis). Buenas noches, querido Mandelita.
     - Vaya, eso es nuevo, querido poeta cósmico.
     - Es que me inspiras ternura. Creo que te voy a llamar así a menudo; vete acostumbrándote. Me ha gustado verte entregarle a la Diputación de Burgos 30 ejemplares de nuestro libro. Pero la COCUPIC (Comisión Cuántica de Penalización de Injusticias Cósmicas) dice que tenían que haberte comprado 300. En cualquier caso, exprésales también, como lo has hecho tú, mi agradecimiento, aunque, en lo que a mí respecta, con la boca pequeña. Los cuánticos, aunque con serenidad, también nos cabreamos.
     - No seas drástico, que todavía me los pueden devolver.
     - ¿Y te extraña que te llame Mandelita, el no violento? A mí no me importaría decirles, con educación, que se embuden los 30 ejemplares (oigo la carcajada de nuestro querido  Bernal del Castillo por copiarle la expresión). Pero sigamos con mis amigos del cabildo capitular. Cristóbal de los Ríos: prototipo del clérigo “figurón”, aunque nada tonto. Vivió en la pecadora Roma, le dieron allá el título puramente honorífico, pero muy rentable, de obispo de Valuas, y, para hacer bueno el calificativo de “príncipe de los fantasmas”, le encargó al imaginero Maestre Miguel que lo inmortalizara en una escultura, cuyos datos figuraban en el siguiente presupuesto: “Un bulto de vuestra Señoría al natural, de barro cocido, vestido de Pontífice, con las calidades que se requiere para estar bien hecho, conforme a las obras que yo hago en la santa iglesia de Sevilla, para questé acostado encima de su molde e questé levantado un palmo, debiendo aparecer en la delantera un escudo de armas de vuestra Señoría, questé a la cabecera, por precio de treinta ducados de oro”. Pon, por favor, otra de tus fotos de los Alcázares. Y, de propina, una de la Capilla Real de la Catedral de Sevilla, donde está enterrado Fernando III el Santo (conquistador de Sevilla), su hijo Alfonso X el Sabio, y el protector de los Alcázares, Pedro I el Cruel, que, por inquina de los Trastámara (Isabel la Católica y compañía), no pudo ocupar la tumba que se merecía ¡hasta el año 1877! Ciao, bambino: per oggi, la comedia è finita.
     - Arrivederci, illustríssimo  e amato doctore.     

Los Alcázares de Sevilla, a un paso de la catedral y del Archivo de Indias, están llenos de dependencias como esta. Era un verdadero lujo tener ahí “mi” oficina de la Casa de la Contratación de Indias.

Pedro el Cruel (o el Justiciero, como también se llamaba a su padre Alfonso XI) murió a manos de su hermanastro Enrique de Trastámara, en un duelo quizá poco limpio. ¡Ay de los vencidos!: no depositaron sus restos en esta capilla real de la catedral de Sevilla hasta el año 1877



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