(28) - Bona nit, el meu fill.
- Benvingut,
el meu pare. Ya veo que disfrutas con los idiomas.
- Me encantan
los nuevos usos del lenguaje. Aunque te diré que la costumbre actual de
blasfemar sin ton ni son me saca de quicio. Y el no va más es que suelten un
mecagüendiós niños pequeños. Cuando les
oigo, toda mi refinada estructura ectoplásmica se cortocircuita con un olor
insoportable a quemado, y, durante unos instantes, desaparece mi imagen hasta
que recupero correctamente, pero a trompicones, mi onda cuántica. Lo del
catalán viene por el espectáculo que nos estáis dando. Si pudiéramos votar
nosotros, saldría adelante una Federación Ibérica, en la que todos, incluidos
los portugueses, estaríais cogiditos de las manos, como primos bien avenidos.
No te extrañe que los Reyes Católicos estén pasando una etapa desagradable,
aunque con serenidad ectoplásmica y cierto sentido del humor.
- Una vez
desahogado, querido e ilustre menés, sigamos con la historia de tus compañeros
canónigos.
- Pues
hablemos de otros “figuras” de mi cabildo sevillano. Bernardino de Carvajal
tenía, más o menos, mi edad. Fue uno de los muchos protegidos del poderosísimo
cardenal Pedro González de Mendoza (nuestro viejo conocido, el de los “lindos
pecados”). El “inquietante” papa español Alejandro VI lo nombró cardenal, y los
Reyes Católicos le enviaron como embajador al Vaticano, tras haber sido nuncio
en España. En 1511 estuvo implicado en una intriga contra el papa Julio II (el
que peleó con Miguel Ángel hasta conseguir que terminara de pintar la Capilla
Sixtina, y pasó a mejor vida cuatro meses después). Por no ser de fiar, le
quitaron el cardenalato a Bernardino, pero lo recuperó pronto y fue nombrado
obispo de Plasencia. Nos superó en avidez de honores y riqueza a la mayoría de
nosotros, que ya es decir. Un siglo después, comentaría de él, con acierto, el
cronista Gil González Dávila que “causa admiración que cupiesen tantas
prebendas en una sola cabeza”. Menéndez Pelayo fue más contundente: “Bernardino
de Carvajal murió en 1523, sin haber conseguido la tiara papal, tras de la cual
anduvo toda su vida”. Así que nuestra vidas fueron paralelas en el tiempo, pero
él lo aprovechó mucho mejor, y eso que yo no era manco. Todo esto me pone
melancólico y avergonzado. Necesito volver a Triana para visitar la iglesia de
Santa Ana, porque viví intensamente esa devoción y la trasladé tal cual a mi
convento de Mena. Pon la foto que hiciste en su interior, a ver si vuelvo a
sentirme limpio. Adeu, Feliset.
- Fins demà, estimat Sanchet.
- Fins demà, estimat Sanchet.
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