lunes, 19 de octubre de 2015

(33) - Ave, Félix de los Ingenios, Monstruo de la Naturaleza, Príncipe del Parnaso…
     - Stop, Sancho. También yo te quiero mucho, pero me estás haciendo pasar vergüenza ajena. Además, me confundes con el otro,  Félix Lope de Vega.
     - No, my dear. Hablo de ti, mi querido hijo putativo (¿no hay otra palabra?), Félix Lope de Matienzo. Como le decía a mi otro hijo, Luis, todo esto  lo hago “por el mucho amor e deudo que os tengo”. Te estoy profundamente agradecido por la maravillosa biografía que me has escrito y quizá mi corazón desbarre. Pero sé decirte las verdades: se te ha colado una errata imperdonable. Le has cambiado el apellido a uno de nuestros lectores. Y eso escuece. Lo sé muy bien porque en el Archivo Histórico de Burgos me han hecho a mí exactamente lo mismo (¡y no rectifican!): figuro como  Sancho Ruiz de Matienzo, el tesorero de su catedral, de forma que la estrella heráldica de los Ortiz la tengo clavada en el corazón. Sigamos, sin más, con los canónigos trepas, pero valiosos, que conocí. Digamos algo de Diego de Ribera.  Había sido nada menos que preceptor del príncipe Alfonso, y, más tarde, de su hermana, la que se convertiría en Isabel La Católica, tocándole el “marrón” (perdona, pequeñín) de darle a su hermanastro, el rey Enrique IV (el supuesto impotente), la amenazante noticia de que ella se acababa de casar con el maquiavélico Fernando de Aragón. En la lápida mortuoria de mi amigo canónigo dice que fue ayo del “rey” Alfonso, un puro halago para su hermana Isabel, porque ocupó ese puesto ilegítimamente y durante un suspiro. Pero, ya que el Pisuerga…, hablemos de otro Rivera (con uve): el orondo pintor mexicano. Es de los pocos que vive aquí renegando: dice que Quántix es un cuéntix, y que echa de menos las bacanales de comida, vino y sexo. Háblame de tu visita a México.
     - El mural de Diego de Rivera pintado en el Palacio Nacional (cuyo edificio surgió ampliando el construido por Cortés) me encantó, pero no así su tendenciosidad. Aunque fue un creador gigantesco, cargó mucho, más bien muchísimo, contra todo lo español y todo lo católico (si bien me pareció que trataba con simpatía a Vasco de Quiroga y a Bartolomé de las Casas). Diría que se equivoca al observar la historia con mirada de caricaturista, exagerando los defectos físicos y mentales. Estuve también en Cuernavaca, y visité el precioso palacio de Cortés. Encontré más de lo mismo: una furibunda propaganda política antiespañola en todo el museo,  apoyada nuevamente sobre la obra de Rivera.
     - Vale por hoy, mi tierno biógrafo. Quiero esa foto que tomaste en el palacio cortesino, que, afortunadamente, no se lo han cargado. Y descansa: no quiero más erratas.
     - I do my best, dear Sancho: creo que,  cuanto más reviso, menos veo. To see to-morrow.


Ahí tienes al pobre chamaco. Ha salido asustado de la visita al museo que está en el palacio de Cortés, en Cuernavaca, y con el lavado de cerebro de Diego Rivera. Tiene pinta de traumatizado, pero yo te voy a decir, sin censura, lo que está pensando: "¡Qué hijos de la chingada estos españoles!"

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