(33) - Ave, Félix de los Ingenios, Monstruo
de la Naturaleza, Príncipe del Parnaso…
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Stop, Sancho. También yo te quiero mucho, pero me estás haciendo pasar
vergüenza ajena. Además, me confundes con el otro, Félix Lope de Vega.
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No, my dear. Hablo de ti, mi querido hijo putativo (¿no hay otra palabra?),
Félix Lope de Matienzo. Como le decía a mi otro hijo, Luis, todo esto lo hago “por el mucho amor e deudo que os
tengo”. Te estoy profundamente agradecido por la maravillosa biografía que me
has escrito y quizá mi corazón desbarre. Pero sé decirte las verdades: se te ha
colado una errata imperdonable. Le has cambiado el apellido a uno de nuestros
lectores. Y eso escuece. Lo sé muy bien porque en el Archivo Histórico de
Burgos me han hecho a mí exactamente lo mismo (¡y no rectifican!): figuro
como Sancho Ruiz de Matienzo, el
tesorero de su catedral, de forma que la estrella heráldica de los Ortiz la
tengo clavada en el corazón. Sigamos, sin más, con los canónigos trepas, pero
valiosos, que conocí. Digamos algo de Diego de Ribera. Había sido nada menos que preceptor del
príncipe Alfonso, y, más tarde, de su hermana, la que se convertiría en Isabel
La Católica, tocándole el “marrón” (perdona, pequeñín) de darle a su
hermanastro, el rey Enrique IV (el supuesto impotente), la amenazante noticia
de que ella se acababa de casar con el maquiavélico Fernando de Aragón. En la
lápida mortuoria de mi amigo canónigo dice que fue ayo del “rey” Alfonso, un
puro halago para su hermana Isabel, porque ocupó ese puesto ilegítimamente y
durante un suspiro. Pero, ya que el Pisuerga…, hablemos de otro Rivera (con
uve): el orondo pintor mexicano. Es de los pocos que vive aquí renegando: dice
que Quántix es un cuéntix, y que echa de menos las bacanales de comida, vino y sexo.
Háblame de tu visita a México.
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El mural de Diego de Rivera pintado en el Palacio Nacional (cuyo edificio
surgió ampliando el construido por Cortés) me encantó, pero no así su
tendenciosidad. Aunque fue un creador gigantesco, cargó mucho, más bien
muchísimo, contra todo lo español y todo lo católico (si bien me pareció que
trataba con simpatía a Vasco de Quiroga y a Bartolomé de las Casas). Diría que
se equivoca al observar la historia con mirada de caricaturista, exagerando los
defectos físicos y mentales. Estuve también en Cuernavaca, y visité el precioso
palacio de Cortés. Encontré más de lo mismo: una furibunda propaganda política
antiespañola en todo el museo, apoyada
nuevamente sobre la obra de Rivera.
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Vale por hoy, mi tierno biógrafo. Quiero esa foto que tomaste en el palacio
cortesino, que, afortunadamente, no se lo han cargado. Y descansa: no quiero
más erratas.
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I do my best, dear Sancho: creo que, cuanto
más reviso, menos veo. To see to-morrow.
Ahí tienes al pobre chamaco. Ha salido
asustado de la visita al museo que está en el palacio de Cortés, en Cuernavaca,
y con el lavado de cerebro de Diego Rivera. Tiene pinta de traumatizado, pero
yo te voy a decir, sin censura, lo que está pensando: "¡Qué hijos de la chingada
estos españoles!"
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