(42) - Todo Quántix, como un solo ectoplasma, ha terminado de oír las doce
campanadas de la humilde iglesia románica de Rosales (al ladito de Medina),
donde se casó mi queridísima nieta
Catalina Ortiz de Matienzo. Están las muchedumbres cuánticas eufóricas porque
ha habido, por fin, un reconocimiento muy significativo para nuestro libro. Nos
gusta que triunfe la humildad, pequeñín, y que subas al Parnaso tú que has
yacido hasta ahora en la tumba del genio desconocido. Hasta hay una importante
editorial que te está echando los tejos.
(No andes con escrúpulos: eres hombre fiel, pero como hijo mío, tienes
que ser más fiel a la difusión de mi extraordinaria aportación histórica). Sin
embargo, la verdadera euforia nos viene de una carta que acabas de recibir.
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Con la que me siento muy honrado, y cuyo texto…
-
Alto, querubín: espérate un poco. Quiero recordarles a los meneses que, para
recuperar ese enorme y valiosísimo pedazo de sus entrañas ancestrales (que,
maldita sea, les parece casquería), te
tiraste tres años de azarosos viajes de investigación, con largos encierros
monacales, como Cervantes en la cárcel y García Márquez en Aracataca, a pan y
agua, al borde de la locura, y escribiendo como un demente desatado con
paroxísticos dolores de parto, hasta que diste a luz esa hermosa criatura. La
gloriosa carta que has recibido es la de un hombre muy grande, pero sencillo,
doblemente ilustre, como escritor y como miembro de la Real Academia de la
Lengua Española. No vamos a usar su santo nombre en vano, pero pon en letras
mayúsculas un breve pasaje de su texto.
-
Ciertamente, buen Sancho, me emocionan sus caballerosas palabras: “QUERIDO
AMIGO: …HE LEÍDO CON MUCHO GUSTO E INTERÉS SU LIBRO, Y A PARTIR DE AHORA SERÁ
HONRADO COMO MERECE EN MI BIBLIOTECA…”. Eso mismo he hecho yo con su carta, y
también será honrada como merece en mi biblioteca.
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De aquí, ángel de amor, a Estocolmo, a recibir el premio Nobel de Literatura.
Iré contigo, en tu viejo coche, con la foto mía que llevas pegada en el cristal
(¡oh humilde criatura!), y, en el acto de entrega nos bailaremos un vals (no
será más ridículo que lo de Cela). Y, sin más tardanza, empecemos ahorita mismo
a celebrarlo
con ríos de champán hasta que agarremos una
castaña cósmica, aunque me desintegre (llevo casi 500 años sin probar el
alcohol). Pon una foto de la ventanilla de tu coche.
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De acuerdo: tú mandas. ¿Y si tanto exceso provoca otro big bang?
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No te preocupes: nos están supervisando los del Control Cuántico de Locuras (el
COCULO). FELIX CELEBRATIO FOR EVERYBODY.
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