jueves, 15 de octubre de 2015

(25) - Salut, mon cher petit. Ça va?
     - Bienvenu, mon tendre père. Ça va très bien. Cuando desapareció tu ectoplasma anoche, me quedé pensando en vuestra “contaminada” vida clerical. ¿Qué teníais en la cabeza hacia el año 1500?
     - Terror y una fantasía enloquecida. Era la angustia de ir en una nave que podía hundirse en cualquier momento, y necesitabas garantizarte la supervivencia. Hazte una idea: imagina que no tienes seguridad social ni de ninguna otra clase, que “el pedrisco” puede arrasar todas las cosechas y originar  tal hambruna que tu vecino te  mira con ojos de antropófago, que, si no has sido “listo” haciéndote hombre de letras o clérigo, te van a enrolar en constantes guerras, que de la manita de esa hambruna llega una peste (a ser posible, “la negra”), y que, si no asciendes en la escala social, vas a estar pisoteado por las botas de otros desesperados que trepan implacablemente para escapar del siniestro pozo. Y lo curioso, contradictorio y lógico al mismo tiempo, es que ese espanto nos convertía en seres profundamente religiosos. De no ser por  la fe, que tanto  nos frenaba con sus amenazas y nos consolaba con sus promesas, aquella situación habría sido un verdadero infierno.
     -  Me lo imaginaba, arrepentido Sancho.
     - Te diré algo de otro canónigo que conocí de cerca: Jerónimo Pinelo. Era hijo  de Francisco de Pinelo, uno de mis compañeros en la Casa de Contratación, poderoso mercader nacido en Génova, como otros muchos paisanos suyos asentados en Sevilla, pero no, como se cree, a partir del descubrimiento de Las Indias, sino ya desde antes, porque esta ciudad tenía una importancia comercial y marítima de primer orden. Jerónimo nació rico, y, hábil canónigo, aumentó considerablemente sus caudales. Era, además, un culto y refinado renacentista, y convirtió la casa de sus padres en un exquisito palacio que, finalmente, por iniciativa del gran pintor Murillo, pasó a ser, en 1660, y sigue siendo, la Academia de Buenas Artes y Buenas Letras de Sevilla. Pon dos fotos, porque el lugar es precioso.
     - Total, arrepentido clérigo, que el tiempo convierte los caprichos de los ricos en patrimonio público. À demain, Vicerroy des Indes.
     - Son paradojas de la Historia, mon cher: la argamasa de las pirámides de Egipto fue la sangre humana, pero el resultado nos admira. Bonne  nuit, mon Prince d'Orleans.


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