(32) - Salud, camarada Felisenko.
-
Bienvenido, compañero Sancheski.
-
Hombre, ya sé que patino a menudo con el lenguaje, pero me parece infantil y
ridículo el nombrecito. Aunque yo también me reí con ganas ayer de ti. Menuda
encerrona te preparó tu querida amiga colombiana.
-
Es su especialidad, pero ya lo dijo, más o menos, el Señor: “Se le perdonará
mucho porque tiene mucho corazón”. La verdad es que terminé contento de
compartir en su casa esa entrañable celebración de la novena previa a la
Navidad. Incluso aquí, aunque pocos lo sepan, se tenía devoción a María de la O (que creo que se está
recuperando en Burgos), con novenarios y tiernos piropos a la Virgen por su
próximo parto. El pueblo americano odió a los españoles, pero también los
admiraron, y, sin duda, amaron profundamente su lengua, su cultura y su
religión, haciéndolas suyas y modificándolas a su estilo.
-
Pobre pequeñuelo. Cómo envidiaste su fe cristiana, ¿eh?
-
No te rías de mis cuitas. Ya sabes que mi
estrategia es no parar de dar pedales y procurar celebrar todos los
diaversarios.
-
Vale, caro figlio mío. Tenemos que decir algo más del cardenal Juan Pardo
Tavera. Sorprendentemente, está contento con el retrato que le hizo El Greco,
porque le da un aire muy ectoplásmico. Y quiere que hablemos de sus amigos los
Quiroga, con los que tuvo un trato muy cercano cuando se crió de niño en tu
querido Madrigal de las Altas Torres. Del humanísimo, excepcional, sabio, hábil
y raro ejemplar de español dedicado a la protección de los indios Vasco de
Quiroga (a ver si terminan de una vez su proceso de canonización), ya
hablaremos más adelante. Ahora toca su sobrino, Gaspar de Quiroga. Lo cogió
Tavera bajo su amparo, y se produjo una rara conjunción astral de pareja
excepcional, como la de Alejandro Magno y Aristóteles. Gaspar casi calcó la
esplendorosa trayectoria de su protector. Resumiendo: fue, nombrado por Felipe
II, auditor en el Tribunal de la Rota de
Nápoles y miembro del Consejo Supremo de Justicia, obispo de Cuenca, Inquisidor
General, arzobispo de Toledo y cardenal. ¡La releche! (con perdón).
Inmensamente rico, pero generoso, construyó un espectacular monasterio en
Madrigal, tanto que era conocido como El Escorial de Castilla. ¿Y todo para
qué? Para que la ignorancia y la desidia hayan permitido que ahora no quede más
que una majestuosa ruina. Me despido, querido, que hoy nos hemos pasado. Pon
foto.
-
Amén, mi paternal abad.
Conocí
personalmente al humanísimo Vasco de Quiroga, pero no a su sobrino el cardenal
Gaspar de Quiroga, uno de los hombres más importantes de la historia de España.
Por si fuersa poco, tuvo el inmenso honor de que lo pintara El Greco
depositando el cuerpo del conde de Orgaz en ese cuadro que es un prodigio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario