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- Medianotte, caro figlio. Suena bien la réplica cuántica de la campana que
colocó en Rosales Juan Díaz de Ordoño, el cuñado de mi querida nieta Catalina
Ortiz de Matienzo. Que tengas hoy un feliz diaversario.
-
Benvenuto, caro Sancho, e grazie
mille. Hablemos de tu estancia en Sevilla.
-
Mañana te recordaré a mis compañeros de la catedral. Cuando tomé
posesión como canónigo, el año 1490, era arzobispo don Diego Hurtado de
Mendoza. Pronto tuvo tanta confianza en mí que me puso al cargo de la archidiócesis
en sus ausencias, viéndome yo en el brete de tener que dictar alguna
excomunión, como la que transcribes en nuestro libro. Era un poder temible,
aunque yo sea ahora un entrañable
viejecito lleno de compasión por toda miseria humana. Los clérigos actuales
apenas cuentan en la sociedad, pero muchos de mis compañeros llegaron a ser
figuras de primer orden en España, a caballo entre el siglo XV y el XVI. En
cuanto me presenté en Sevilla, conocí al hombre que más influyó en mi vida.
Alguien a quien había que echar de comer aparte: Juan Rodríguez de Fonseca. Era
muy inteligente, hábil, trabajador compulsivo, ambicioso sin límite y sin
escrúpulos, todo ello adobado con un sentido común enormemente práctico. Era,
como yo, canónigo, pero llegaría a conseguir el obispado de Badajoz, el de
Palencia y el de Burgos, lo que resultó poca cosa si se compara con el poder
que le dieron los Reyes Católicos en asuntos de alta política. Descubierta
América, le confiaron la administración de todos los viajes posteriores. Me
cogió bajo su protección, y, cuando se fundó la Casa de Contratación de Indias,
consiguió que los Reyes me pusieran en el puesto clave de tesorero de la misma.
A él se debe, en gran parte, lo mejor y lo peor de mi paso por la vida. Era de
una familia de alto linaje, con clérigos de primer orden, del ala podrida de la
Iglesia: su tío Alonso de Fonseca, obispo de Burgo de Osma, vivía con su amante
en lo que la chirigota del pueblo llamaba el Castillo del Amor, y en el libro
recoges una autorización real para legitimar a una hija suya. Si te parece, lo
dejamos por hoy. Pon la foto que hiciste del ostentoso y bello relieve que mi “padrino”
mandó colocar en el trascoro de la catedral de Palencia, donde, cómo no,
aparece rezando de rodillas a los pies de la Virgen, encima de la puerta que se
ve a la izquierda. A domani, caro.
- Buona notte, dolce poverello.
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