martes, 6 de octubre de 2015

(12) - Medianotte, caro figlio. Suena bien la réplica cuántica de la campana que colocó en Rosales Juan Díaz de Ordoño, el cuñado de mi querida nieta Catalina Ortiz de Matienzo. Que tengas hoy un feliz diaversario.
     -  Benvenuto, caro Sancho, e  grazie mille. Hablemos de tu estancia en Sevilla.
     -  Mañana te recordaré a mis compañeros de la catedral. Cuando tomé posesión como canónigo, el año 1490, era arzobispo don Diego Hurtado de Mendoza. Pronto tuvo tanta confianza en mí que me puso al cargo de la archidiócesis en sus ausencias, viéndome yo en el brete de tener que dictar alguna excomunión, como la que transcribes en nuestro libro. Era un poder temible, aunque  yo sea ahora un entrañable viejecito lleno de compasión por toda miseria humana. Los clérigos actuales apenas cuentan en la sociedad, pero muchos de mis compañeros llegaron a ser figuras de primer orden en España, a caballo entre el siglo XV y el XVI. En cuanto me presenté en Sevilla, conocí al hombre que más influyó en mi vida. Alguien a quien había que echar de comer aparte: Juan Rodríguez de Fonseca. Era muy inteligente, hábil, trabajador compulsivo, ambicioso sin límite y sin escrúpulos, todo ello adobado con un sentido común enormemente práctico. Era, como yo, canónigo, pero llegaría a conseguir el obispado de Badajoz, el de Palencia y el de Burgos, lo que resultó poca cosa si se compara con el poder que le dieron los Reyes Católicos en asuntos de alta política. Descubierta América, le confiaron la administración de todos los viajes posteriores. Me cogió bajo su protección, y, cuando se fundó la Casa de Contratación de Indias, consiguió que los Reyes me pusieran en el puesto clave de tesorero de la misma. A él se debe, en gran parte, lo mejor y lo peor de mi paso por la vida. Era de una familia de alto linaje, con clérigos de primer orden, del ala podrida de la Iglesia: su tío Alonso de Fonseca, obispo de Burgo de Osma, vivía con su amante en lo que la chirigota del pueblo llamaba el Castillo del Amor, y en el libro recoges una autorización real para legitimar a una hija suya. Si te parece, lo dejamos por hoy. Pon la foto que hiciste  del ostentoso y bello relieve que mi “padrino” mandó colocar en el trascoro de la catedral de Palencia, donde, cómo no, aparece rezando de rodillas a los pies de la Virgen, encima de la puerta que se ve a la izquierda. A domani, caro.

     - Buona notte, dolce poverello.

No hay comentarios:

Publicar un comentario