jueves, 29 de octubre de 2015

(52) - Buona notte, caro e infaticábile cronista. Veamos cómo se fue metiendo tercamente la Iglesia en un tenebroso callejón sin salida. 
     - Benvenuto, bravo e ténero Sancio. Aunque parezca increíble, en los muchos siglos que duró el poder terrenal del Papado solo hubo veinte años de funcionamiento exclusivamente religioso, y bastaron para demostrar que una iglesia política es un mundo al revés. Hacia el 935, pocos años después de morir el abominable papa Sergio, se hizo con el poder de Roma Alberico, hermanastro del entonces papa Juan XI. Tuvo el enorme acierto de separar los dos poderes, reservándose solamente el civil. Fue una bendición para los romanos como gobernante, y también para el Papado al reducir sus competencias estrictamente a lo espiritual. Pero Al­berico lo volvió a estropear con un tonto error sentimental, al mejor estilo Corleone. Utilizando sus influencias, lo dejó todo bien atado para que su hijo Octaviano le sucediera como señor de Roma y, al mismo tiempo, papa. Tomó el nombre, con 18 años, de Juan XII, y fue uno de los más degenerados y crapulosos de toda la historia vaticana, con el “dignísimo” apodo de El Fornicario. De manera que la horrible comedia se puso otra vez en marcha, con una larga lista de papas capaces de crucificar de nuevo a Jesucristo.  Muchos años después, hacia 1350, se quejaba inútilmente Giovanni de Mussi: “Hace más de mil años que estos territorios fue­ron dados a los sacerdotes, y desde entonces se han librado las guerras más violentas. ¿Cómo es posible que no haya habido nunca un buen papa para remediar tales males y que se hayan hecho tantas guerras por esas efímeras posesiones? Verdade­ramente no podemos servir a Dios y a la riqueza al mismo tiempo; no podemos estar con un pie en el Cielo y otro en la Tierra”. Así que había algunos que veían claro lo que pasaba.
     - Pero, mi dulce soñador, los que están en la cúspide del poder no lo ven o no quieren verlo.  No frenan los abusos sino las protestas contra ellos, agarrados terca y pornográficamente a la poltrona, confiando en que el diluvio universal les llegue después de muertos, aunque  algunos calculan mal los tiempos y les cuesta la cabeza. ¿Te ha gustado mi little speech, my boy?
     -  Has hablado como un oráculo, porque el que lo probó lo sabe. Daremos mañana un salto hasta el año 1455; el mismo cántaro seguía yendo a la misma fuente, y no tardaría en romperse. El cielo estaba negro, brumoso, revuelto, ominoso, retumbante, y nadie comprendió que llegaba una espantosa ciclogénesis explosiva.
     - ¿O sea que es eso lo que significa? Vaya cursilada: yo creía que se trataba de alguna diarrea especialmente grave. Ciao, piccolino.
     - A domani, mío caro. Pondremos la foto de Juan XII coronando a Otón I.


     Alberico II hizo el milagro de tener separada a la Iglesia del poder durante 20 años. Y todo lo echó por tierra otra vez al hacer papa a su hijo Juan XII "el Fornicario" (la madre que me parió, pequeñín). Fue uno de los peores papas de la Historia. Pero papa, al fin y al cabo. Por eso el cuadro le representa nombrando a Otón I como primer emperador del Sacro Imperio Romano Germánico. No le des más vueltas al asunto, porque nunca dejarás de ser tropa. Pero ríe, ríe sin parar y estruendosamente, como nosotros en Quántix.

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