(47) - Buenas noches, melancólico vate.
Háblanos del misterioso personaje que brilló en el anarquismo de la Guerra
Civil.
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Gracias, buen Sancho. Hoy, para variar, te voy a robar la página. Se trata de
José García Pradas, nacido el año 1910 en Quincoces de Yuso, o sea, casi menés.
Y en ese pueblo ni siquiera le recuerda
una triste calle. Espíritu rebelde y noble, anarquista que (cosa rara) abominó
de la violencia, pero que, supongo, se pringaría en la contienda hasta las
cejas por su liderazgo en situaciones límite, sobre todo al final de aquella
estúpida carnicería. Extraordinario escritor, encargado de la dirección del periódico de la CNT en
Madrid, buen orador en aquellos mítines explosivos, y miembro de la Junta de
Defensa que resistió allí heroicamente, abandonando el último el barco, sin ser
su capitán. Puse su poesía en nuestro libro por dos razones. Primero porque ese
texto podría haber salido, con todo derecho, de las bocas dolientes de los
nativos que sufrieron en Indias los infames atropellos de algunas malas bestias
que llegaron allá con los españoles.
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Y que lo digas: como esos dos hijos de vulpeja, Pedrarias Dávila y Nuño Beltrán
de Guzmán. Dinos la segunda razón.
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Pues que ese admirable anarquista era mi tío, y me permití hacerle un merecido,
aunque mínimo, homenaje. Hoy, con tu venia, querido preceptor, voy a escoger yo
tres fotos: 1) Su fotografía. 2) La portada del libro que editó mi tío el año
1974, donde recoge unas memorias de la guerra escritas en 1940 (o sea, “en
caliente”), pero con una jugosa introducción a sus ya 64 años. 3) Una joya
histórica, un documento digno del premio Pulitzer: aparece Julián Besteiro
comunicando por radio la rendición y el abandono de Madrid. Le rodean varios
personajes. Mi tío, con bigote, está detrás del carismático político, y es el
único que no muestra un semblante resignado, sino más bien airado. La escena se
repitió, casi idéntica, en otras dos fotos, porque inmediatamente después
hablaron Cipriano Mera y el coronel
Casado.
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Me extraña que no hayas escrito su biografía.
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Habría sido un trabajo apasionante, pero la investigación de los trepidantes
años de aquel calvario sería interminable y muy difícil de contrastar. Además, me resultaría imposible ser
suficientemente objetivo tratándose de
mi tío. Él, que odiaba a Carrillo, tuvo la caballerosidad de poner en
duda que fuera el responsable de Paracuellos, pero es muy difícil que el gran José García Pradas, a pesar de
su idealismo y su nobleza, no estuviera manchado por la porquería de aquella
guerra. Hasta mañana, buen Sancho.
- Te doy mi bendición, honrado literato.
- Te doy mi bendición, honrado literato.
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