martes, 13 de octubre de 2015

(23) - Boa noite, meu menino.
     - Bemvindo, meu pai. Sabes que, dada tu provecta edad y el respeto que te tengo, puedes llamarme como quieras.
     - Te lo agradezco. Y también me llega al alma que mañana, día ocho de diciembre, renuncies a nuestra visita habitual. Sé que vas a dedicar el día al reposo y al silencio para conmemorar el 494 aniversario de mi fallecimiento. Ya ves, la fecha de mi muerte tuvo un sentido premonitorio, porque es el ocho de diciembre cuando se celebra la fiesta de la Inmaculada Concepción de la Virgen, a la que tuve una gran devoción cuando todavía no era dogma, sino solo un culto ampliamente popular. Esa fue la razón de que el convento que fundé en Villasana llevase  el nombre de Santa Ana, por ser su madre y concebirla tan pura que ni siquiera fue fruto de un acto carnal (quizá Freud vería en esto un sentimiento derivado de mis propias culpas). Y remaché la idea llevando desde la sevillana Carmona a Mena a unas monjas concepcionistas. Veo con alegría que vuelves al ataque: piensas repetir, incansable, el buzoneo, esta vez incluyendo todo el índice del libro. ¡Este es mi chico! Te veo tan luchador que he conseguido para ti una merced extraordinaria. La cédula otorgada ayer por los Reyes dice así: “Yo, el Doctor Sancho de Matienzo, por mandato y generosidad de los Reyes Isabel y Fernando, mis señores, conoscedores de vuestros esfuerzos e de las incansables luchas que faséis e, sin duda,  seguiréis fasiendo acorralando a las huestes menesas que se oponen a sus reales derechos  e deseos de faser justicia con la mi memoria como su glorioso servidor e criado bien amado, vos nombro a vos e para vos, don Félix López García, por toda vuestra vida, e acabada esta, para vuestro herederos e para siempre jamás, Caballero de la Real Orden de la Mosca Coxonera”.
     - Entrañable Sancho, por lo menos me haces reír, pero deberías refinar tu vocabulario, señor canónigo, tesorero, y, el no va más, Abad de Jamaica, acostumbrado como estabas a presentarte ante los Reyes  con las refinadas maneras de un cortesano.
     - La cosa va en serio, mi pequeñuelo: vete escogiendo una imagen llamativa  de un acorazado tábano para tu escudo familiar. Mañana volveremos a nuestro trabajo, mis andanzas históricas, y comentaremos algo de mi importante amigo el canónigo Rodrigo Fernández de Santaella, más conocido como Maese Rodrigo. Ya que fue un precoz crítico de la idea de que Colón llegó a la India, pon la foto que hiciste del ostentoso túmulo de la catedral de Sevilla (¡mi catedral!), en el que se conserva parte de los restos del iluminado genovés.
     - Dorme bem, meu fillo.

     - Adeus, bom Sancho.

No hay comentarios:

Publicar un comentario