domingo, 25 de octubre de 2015

(44) - Buenas noches, Caballero de la Triste Figura. Te veo algo decaído, como cíclico; ¿no te me estarás amujerando?
     - Hola, querido y guasón Sancho. Ten cuidado con  las expresiones machistas. En cuanto me tome un café, saldré de nuevo a dar la batalla. Síguenos hablando de tus extraños tiempos.
     - Seguro que  te imaginas imposible poder hablar con alguien dentro de 500 años. Echa la vista atrás: medio milenio no es nada. El fondo del corazón humano será probablemente el mismo: todo cambia para seguir igual.  La olvidada e impresionante película, tan de  moda hace unos años, “El séptimo sello”, expresaba muy bien el terror que nos consumía. La Muerte visitaba de vez en cuando al caballero Antonio Block, solo como advertencia, y le inoculaba la obsesión por el amenazante final, siempre aplazado, mientras a su alrededor no había más que peste y guerra. Su escudero se reía de las angustias filosóficas del noble personaje, y le decía bufonescamente: “Por muchas vueltas que des, el trasero queda siempre detrás”.
     - Me parece que el café no me va a servir de nada; pero sigue, mi querido “atajagoces” (como tú decías).
     - Tampoco está mal “aguafiestas”. Hoy me pide el cuerpo meter caña a los hipócritas que, allende nuestras fronteras, hacían histriónicos aspavientos por la crueldades de la Inquisición. Nuestros “simpáticos” vecinos, los franceses, con una cínica intención política, quemaron viva el año 1431 a la Doncella de Orleáns, su hoy venerada Santa Juana de Arco.  La terrorífica “quema de brujas” fue una auténtica obsesión por toda Europa, menos en España. Y, para no seguir echando más sal en la herida, solo me permitiré recordar otro caso paradigmático: el de Miguel Servet. Los protestantes tuvieron toda la razón del mundo para estar hasta las gónadas (no pongas esa cara: a mí me suena muy fino y científico) de la prepotencia y la tiranía de la jerarquía católica. Pero ocurre a menudo que el más rebelde es el que más vocación tiene de tirano. Al “mañico” no se lo cargaron por sus ideas científicas, sino por meterse tercamente a teólogo (la verdad sea dicha, con tesis demenciales). Así de “tierna” fue la sentencia: “Te condenamos, Miguel Servet, a que te aten y te lleven al lugar de Champel, que allí te sujeten a una estaca y te quemen vivo, hasta que tu cuerpo quede reducido a cenizas y así termines tus días”. Pon la foto del caballero de Las Cruzadas  Antonio Block jugándose la vida al ajedrez con la Muerte.
     - Tú mandas, reverendo; pero no sé si podré dormir hoy.



     Aquellos tiempos que yo viví estaban sumergidos en la tragedia y atravesados por los horrores de la  muerte y un inquietante más allá. El caballero Block vuelve  a hacer tablas con el siniestro personaje, sabe que algún día le ganará la partida, pero le queda un solo consuelo: “Yo, Antonio Block, sigo vivo”.

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