(44) - Buenas noches, Caballero de la Triste
Figura. Te veo algo decaído, como cíclico; ¿no te me estarás amujerando?
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Hola, querido y guasón Sancho. Ten cuidado con
las expresiones machistas. En cuanto me tome un café, saldré de nuevo a
dar la batalla. Síguenos hablando de tus extraños tiempos.
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Seguro que te imaginas imposible poder
hablar con alguien dentro de 500 años. Echa la vista atrás: medio milenio no es
nada. El fondo del corazón humano será probablemente el mismo: todo cambia para
seguir igual. La olvidada e
impresionante película, tan de moda hace
unos años, “El séptimo sello”, expresaba muy bien el terror que nos consumía.
La Muerte visitaba de vez en cuando al caballero Antonio Block, solo como
advertencia, y le inoculaba la obsesión por el amenazante final, siempre
aplazado, mientras a su alrededor no había más que peste y guerra. Su escudero
se reía de las angustias filosóficas del noble personaje, y le decía
bufonescamente: “Por muchas vueltas que des, el trasero queda siempre detrás”.
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Me parece que el café no me va a servir de nada; pero sigue, mi querido
“atajagoces” (como tú decías).
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Tampoco está mal “aguafiestas”. Hoy me pide el cuerpo meter caña a los
hipócritas que, allende nuestras fronteras, hacían histriónicos aspavientos por
la crueldades de la Inquisición. Nuestros “simpáticos” vecinos, los franceses,
con una cínica intención política, quemaron viva el año 1431 a la Doncella de
Orleáns, su hoy venerada Santa Juana de Arco.
La terrorífica “quema de brujas” fue una auténtica obsesión por toda
Europa, menos en España. Y, para no seguir echando más sal en la herida, solo
me permitiré recordar otro caso paradigmático: el de Miguel Servet. Los
protestantes tuvieron toda la razón del mundo para estar hasta las gónadas (no
pongas esa cara: a mí me suena muy fino y científico) de la prepotencia y la
tiranía de la jerarquía católica. Pero ocurre a menudo que el más rebelde es el
que más vocación tiene de tirano. Al “mañico” no se lo cargaron por sus ideas
científicas, sino por meterse tercamente a teólogo (la verdad sea dicha, con
tesis demenciales). Así de “tierna” fue la sentencia: “Te condenamos, Miguel
Servet, a que te aten y te lleven al lugar de Champel, que allí te sujeten a
una estaca y te quemen vivo, hasta que tu cuerpo quede reducido a cenizas y así
termines tus días”. Pon la foto del caballero de Las Cruzadas Antonio Block jugándose la vida al ajedrez
con la Muerte.
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Tú mandas, reverendo; pero no sé si podré dormir hoy.
Aquellos tiempos que yo viví estaban
sumergidos en la tragedia y atravesados por los horrores de la muerte y un inquietante más allá. El
caballero Block vuelve a hacer tablas
con el siniestro personaje, sabe que algún día le ganará la partida, pero le
queda un solo consuelo: “Yo, Antonio Block, sigo vivo”.
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