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- Querido Félix: esta vez voy a empezar elogiando nuestro libro. Has escrito un
texto amplio, con objetividad, cuidando la sintaxis, sin florituras pero
brillante, dando una lección de historia clara y amena, contando muchas cosas
que se han ido pasando por alto, y lleno de anécdotas rebozadas con un fino
sentido del humor. Deberían darte el Premio Comillas de Biografías.
- Hola, querido padrino. Te estás pasando.
- Ni pasando ni leches.
- Esa expresión es vulgar.
- Pues peor sería la respuesta airada de
vuestro rey: “¡Ni Juanito ni hostias!”. Te juzgo con objetividad. No soy como
aquella entrañable madre que, cuando desfilaba su hijo en la jura de la
bandera, exclamó arrebatada: “¡Cuánto vale mi niño, es el único que lleva bien
el paso!”. Pero, por si no reconocen tus méritos, te nombro de inmediato Doctor
Honoris Causa de la Universidad Central de Quántix. También veo que, a pesar de
tus obsesivas revisiones, se te ha colado como un virus alguna errata. Pero no
te asustes. No te ha vuelto a ocurrir el trágico desliz de aquella acta oficial
que redactaste en Carranza. El diabólico teclado de las máquinas de escribir
tiene la i al lado de la o, y escribiste “escroto” en lugar de “escrito”. Ahí
no lo oyes, pero todos los cuánticos han soltado ahora, de sus millones de bocas,
tal carcajada que reventaría los tímpanos de
la humanidad entera.
- Como inocente revancha, voy a copiar las
palabras de la reina Isabel cuando te rebajó los humos para el resto de tu
vida: aprendiste la lección, y terminaste por ser uno de los oficiales más
estimados por Isabel y Fernando: “Por parte de la ciudad de Sevilla me han
fecho relación de que vos, Doctor Sancho de Matienzo, fecisteis justiciar tres
hombres, trayéndoles a la vergüenza por la calle, y al que era lego, le
fecisteis azotar. Y porque Yo he sido informada de que lo que vos mandasteis es
cosa nueva y nunca vista, Yo soy
maravillada de vos tener tal osadía, e para que de aquí adelante no se fagan
las semejantes novedades en perjuicio de mi jurisdicción real, Yo vos mando que
no fagades las dichas novedades”.
-
Todavía me tiemblan las piernas. Buenas
noches, Príncipe de Maine.
- Buenas noches, Rey de Nueva Inglaterra.
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