(54) - Gabon, lastana. No eres vasco, ni
castellano, ¿qué coño eres?
-
Ongi etorri, Santxotxu: modera tu lenguaje. Espero que encuentre mi sitio en el
edén de Quántix, y así dejaré de ser un judío errante.
-
Ya tienes allí reservado un lugar de
honor, en el que serás aclamado por todos los meneses que vayan llegando.
-
Muero porque no muero, reverendo. Sigamos con el circo vaticano. El papa Pío II
(1458-1464) no sale demasiado mal parado en esa lista de crápulas. Estuvo
saturado de ideas humanistas, con un ligero espíritu pre-protestante que ponía
en cuestión la autoridad suprema del papa. Pero no se libra de un buen borrón
en su expediente: colaboró con su protector, el obispo de Novara, en un intento
de asesinar al poco popular pontífice Eugenio IV, el sucesor de Martín V.
Fracasada la conjura, consiguió evitar el castigo. Para cuando llegó a papa,
Pío II ya tenía unas ideas mucho más conservadoras, aunque siempre fue una
persona dialogante. Dan ganas de canonizarlo por haber declarado oficialmente
en 1462, echándole valor, que “la esclavitud es un gran crimen”. (Parece
mentira que esa rotunda afirmación, intrínsecamente cristiana, quedara orillada
durante tantos siglos). Fue incapaz, no obstante, de apartarse de la habitual
conducta nepotista de los sumos pontífices. Es el único papa que ha dejado una
autobiografía, en la que confiesa numerosas aventuras galantes anteriores a su
consagración sacerdotal (de lo que pasara después, no dice nada). Con
escepticismo clásico, escribió: “He conocido y amado a muchas mujeres, pero, en
cuanto las conseguía, me causaban gran fastidio”. Reconoció dos hijos
naturales. Hablemos ahora del papa Sixto IV (1471-1484). Había sido fraile
franciscano y un inteligente catedrático. En su largo papado, tuvo una
inclinación exacerbada a colmar de favores a sus familiares, y fama de estar
implicado en crímenes políticos, como el intento de asesinato de Lorenzo de
Médici. Hizo cardenales a ocho parientes, con el descaro de que dos de ellos
eran hijos ilegítimos suyos. Les dio permiso a los Reyes Católicos para que se
estableciera en Castilla la Inquisición (ya existía en Aragón), aunque trató de
controlar algunos de sus abusos. Con poca visión de futuro, y falto de toda
lógica cristiana, se dedicó alegremente a financiarse mediante la venta de
indulgencias. No sabía que estaba sembrando “la semilla” de la rebelión
definitiva de los protestantes. Bihar arte, aitatxu.
- Ponme
una foto de Pío II, y otra de un líder ejemplar. Agur, biotxa.
Pío
II, recién coronado papa, entra en el Vaticano, con esa ostentosa tiara de tres
alturas que se utilizó desde los soberbios papas de Aviñón. Bello cuadro que
deja bien claro que el poder del papa no era cosa de risa, aunque firmara como
"siervo de los siervos de Dios".
Este es el líder
perfecto. Qué buen rey o papa habría sido. Daría la vida por su manada. Evita
la pelea, pero exhibe su poder con impresionantes tamborradas pectorales. No es
carnívoro, ni carnicero. No es violador: es un tierno amante cuando lo aceptan,
y no se obsesiona con el Kamasutra. Tiene siempre la conciencia tranquila; por
eso duerme como un bendito. Me cae muy bien ese grandullón.
No hay comentarios:
Publicar un comentario