(53) - Bonne
nuit, mon délicieux fils. Hoy hablaremos del preludio próximo de lo que fue para la
Iglesia eso que llamáis ridículamente una
ciclogénesis explosiva, pero a lo bestia. El caso es que, como
excepción, vamos a ver a algún papa menos impresentable.
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Un grand plaisir te revoir, mon doux père. Calixto III fue papa desde 1455 hasta
1458. Su padre participó con Jaime I en la conquista de Valencia, lo que le
valió un gran ascenso social (con el tiempo, ese linaje ostentaría el rumboso
título del Ducado de Gandía). Su nombre personal era Alonso de Borja y estuvo
bajo la protección del “antipapa” Benedicto XIII (ése mismo: al que se alude
con la frase de “mantenerse en sus trece”, y el que hizo bueno el tópico de la
tozudez aragonesa). Alonso, siendo joven, y el rey aragonés Alfonso V habían
apoyado a Benedicto cuando se aferraba a la Sede Pontificia, pero los vientos
políticos cambiaron, y los dos se pasaron al bando del después definitivo papa
Martín V, siendo decisiva su postura para que el cisma se disolviera en 1415,
aunque “el maño” se fue al otro mundo, en 1423 y cumplidos los 96 años,
convencido de que iba a ser recibido como sumo pontífice.
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Otra “bonita” historia la del Cisma de Occidente; y siempre de por medio la
implicación del Papado en asuntos de turbia ambición política (y pensar
que Sodoma y Gomorra quedaron arrasadas
por esa tontería de los sodomitas…).
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Eres un bromista, querido ectoplasma, pero pones el dedo en la úlcera. Una
rivalidad entre los reyes franceses y los cardenales romanos tuvo dividida a la
iglesia durante más de un siglo, hasta acabar con dos cabezas, una en Aviñón y
otra en Roma. Da grima pensar que no fueron los eclesiásticos quienes terminaron
con el problema, sino la poderosa autoridad del emperador Segismundo. Volviendo
a Alonso de Borja, hay que señalar que su carrera ascendió, sin pausa, hasta la cúspide:
obispo, cardenal y, con 77 años, papa. No parece que fuera un hombre
especialmente corrompido (eso sí, “para su tiempo”), pero su nepotismo lo
estropeó todo. Llenó de privilegios a sus sobrinos Luis Juan de Borja y Rodrigo
de Borja, poniendo la guinda al crearles cardenales. Este último sería años más
tarde el horrendo papa (pero hábil diplomático) Alejandro VI.
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O sea que primero se produjo la irrecuperable pérdida de la Iglesia Oriental,
después se solucionó por los pelos el Cisma de Occidente, y estamos a punto de
ver la gigantesca ciclogénesis esa que partió a la cristiana Europa en dos.
¿Por qué hay tanto idiota en el poder? Vale, pequeñín; duerme bien, que te veo
ojeroso y macilento.
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Hoy, una foto de la “casita papal” de Aviñón, y otra de Calixto III. À demain
matin, mon tendre Sanchó.
¡Quérsonajes
tan complejos! El papa Calixto III tuvo el acierto de anular la condena de
Juana de Arco (aunque de poco le sirvió a ella), y cometió los errores del peor
nepotismo, lanzando al papado a su sobrino Rodrigo de Borja, que pasaría a la
historia como el nefasto Alejandro VI.
Esa
impresionante fortaleza fue la residencia de los papas de Aviñón. ¿Dónde quedó
el precepto evangélico de dar al césar lo que es del césar?
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