viernes, 23 de octubre de 2015

(41) - Buenas noches, Félix López de Matienzo. Es una joyita ese calendario de bolsillo que me has dedicado. Llegará a ser objeto de culto entre los meneses, y hasta algún día (allá por el año 2100), se subastarán los ejemplares que queden a precios astronómicos en Sotheby’s.
     - Eres un motivador de primera, querido Sancho, aunque un pelín exagerado. Tú sabes que nunca te abandonaré: aunque quedemos tú y yo solos en nuestra tertulia, seguiremos hablando eternamente.
     - Y me llamas a mí exagerado… Pero te agradezco ese afecto incondicional que me tienes. Me hizo gracia tu conversación con una buena lectora. Para encajarle nuestro libro, le dijiste que escribes mejor que su ídolo, García Márquez, y te respondió que le gustaba más todavía Alejo Carpentier.
     - Es cierto. Le dije que Alejo era una de mis asignaturas pendientes, y le propuse un trato: “Yo me pongo de inmediato a leer mi arrinconado ejemplar de ‘El siglo de las luces’, y tú te quedas con la biografía de Sancho una semana a prueba, sin ningún compromiso”.
     - Y aceptó. Y tú estás cumpliendo tu parte: esa ganancia nadie te la va a quitar. Y si ella te devuelve nuestro libro, será el error de su vida (que el Señor la confunda). Pero sigamos con la “empanada mental” que teníamos en mi época. La Inquisición era muy dura, pero solo se ocupaba de cosas de la fe. Condenaba a un  homosexual únicamente en el caso de que se enfrentara al dogma católico afirmando, terco como una mula y jugando con fuego (nunca mejor dicho), que aquello no era pecado. Para ver la diferencia, vamos a poner un ejemplo de cómo trataba al “raro” la justicia civil. En una travesía hacia la costa sudamericana, capitaneada por un desastre de almirante, Jaime Rasquín, pasó algo que contó después un pasajero, llamado Alonso Gómez de Santoya, de forma “pelín cruda” (como tú dirías): “Ocurrió un caso nefando (se refiere a la sodomía) y harto estupendo (lo dice en el sentido de impresionante); que en la capitana se halló que el contramaestre della era puto, que se echaba con un muchacho, y con otro pasaba un caso horrendo (tan “horrendo” que no lo explica). Y al contramestre dieron garrote y le echaron al mar, y a los dos muchachos azotaron, y, por ser sin edad, les quemaron los rabos, cosa que dio alteración harta en ambas naos”. Quiero ver, como desgravio, la bandera del Ogullo Gay. Ciao, caro.
     - Grazie mille, Sancio, per la tua amabilitá.


    Hijo mío, cómo han cambiado los tiempos (afortunadamente) desde mi época, la de los Reyes Católicos. Al que ha puesto esa bandera en el ayuntamiento de Sevilla, lo habrían achicharrado.

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