viernes, 27 de noviembre de 2015

     (98) - ¿Te das cuenta, perspicaz joven? Algo pasa en nuestro país que no es normal: sois muy negativos con vuestros propios valores. No sé si es un ramalazo masoquista. Quizá sea verdad aquello de que “si alguien está hablando mal de un español, es un español”. Clama al cielo que en vuestra formación escolar se deje de lado la grandeza de vuestra historia, tanto en sus vergonzosas miserias como en sus sublimes logros. Sois muy dados al complejo de Estocolmo: ha calado profundamente en vosotros el sentimiento de culpa inclucado por viejas propagandas interesadas. Pero, arriba los corazones y dejemos de lado estas debilidades. Sigue con el gran Pizarro, que ese sí era un ejemplo de tenacidad y de sano orgullo.
     - Pues a ver si se nos pega algo, reverendo. Francisco y  sus “trece de la fama” recibieron la ayuda que esperaban, y, con ese refuerzo, llegaron hasta Cajamarca, con la fortuna de que el imperio inca se encontraba dividido por la rebelión de Atahualpa. Una vez más, como ocurrió en México, se repetía el choque entre dos culturas. Pizarro no quiso ser el primero en presentarse ante el inca. Le confió la misión a Hernando de Soto. Atahualpa era una “divinidad”: las mujeres de su harén ponían las manos cuando iba a escupir y se tragaban sus cabellos antes de caer al suelo para que nada suyo tocara la vil tierra. El español era un experto jinete y se puso a caracolear con su caballo simulando arremetidas, lo que provocó el pánico de la numerosa guardia personal del “divino”, que se mostró diplomático con Soto, pero ejecutó a sus medrosos soldados. (Ojo con idealizar las culturas).
     - Habrá que contar algo de Hernando. Le conocí muy joven, cuando partió en la enorme expedición del fanático Pedrarias, que tuve yo el honor de organizar. Fue otro gigante: daré solo dos detalles como aperitivo que despierte el ansia de entrar en ese riquísimo desfile de apasionantes biografías que llenan la historia de Indias. Pizarro le tuvo como su mano derecha en los momentos heroicos del Perú. Después, muy rico pero algo distanciado del “analfabeto”, se volvió a España, y, entusiasmado por lo que Cabeza de Vaca contó de su increíble peregrinaje, consiguió una licencia real para explorar la zona de Florida, donde fue, como siempre, un buen líder. Pero una vez más esa “maldita” tierra resultó, también para él, la perdición y su tumba, no pudiendo conseguir más que éxitos geográficos: fue el primero en adentrarse por el río Mississipí. Cuenta mañana, pero a ser posible como “boccati di cardenali” para exquisitos gurmets, algunos detalles esenciales más sobre Francisco Pizarro, cuya historia personal necesitaría un tratado enciclopédico. Y dices bien: ¡los conocí a todos! Ciao, bambino.
     - Va bene, caro Sancio: seguiremos regalando “aperitivos”.


     No seáis injustos hijos míos: aquellos vilipendiados españoles quedaban, en la mayoría de los casos, miserablemente recompensados, cuando no endeudados de por vida, o, peor todavía y con frecuencia, trágicamente muertos, salvo los pocos “elegidos” que lograban el éxito, aunque también ellos tenían que entregar lo más valioso a su rey y a su país. El mapa muestra el recorrido de Hernando de Soto, partiendo de Cuba, avanzando desde Florida y atravesando varias veces el Mississipí, en cuya orilla fue enterrado. Sus fieles compañeros bastante hicieron con volver dificultosamente a casa bajo el mando del capitán Moscoso de Alvarado.


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