(91)- Buona notte, carrozón saltarín. Traigo un bidón de tila porque vas a hablar
del Quinto Jinete del Apocalipsis: Íñigo Lope de Aguirre.
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Benvenuto, caro Sancio. Lo parieron y se rompió el molde: no ha habido otro
como él. Tendremos que dedicarle dos sesiones.
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Aquí, en Quántix, está en el pabellón de los escasos irrecuperables, como el
alemán del bigotito. Con la diferencia de que el siniestro Íñigo tenía sentido
del humor, aunque retorcido. Mi sobrino Pedro tuvo la suerte de haber fallecido
antes de que ese trastornado pasara junto a Cubagua, desembarcara en la isla
vecina, la Margarita, y degollara al gobernador, Juan de Villaldrando, yerno de
Marcelo Villalobos, aquel oidor que fue compinche de mi sobrino Juan en Santo
Domingo. Pero antes ocurrió la locura en lo que fue el segundo descenso del
Amazonas.
- Así fue, Sancho: tremebundo. La expedición,
al mando de Pedro de Ursúa (llevaba a su compañera Inés de Atienza), comenzó la
bajada del inmenso río (solo recorrido antes por Francisco de Orellana).
Buscaban la mítica región de El Dorado, empeño que a tantos ilusos españoles se
tragó despiadamente. En ese viaje cuajado de dificultades y sufrimientos, se
fue creando un clima de antipatía hacia Ursúa por errores de liderazgo. El más
bilioso de todos era Lope de Aguirre, acompañado por lo único que amaba en esta
vida, su hija Elvira. Un veterano de mil
batallas, poco agradecidas, carcomido por la envidia y por el resentimiento
hacia un rey que no daba con justicia las mercedes. Esas terribles
circunstancias encendieron la mecha que
detonó la carga explosiva de su negro corazón. Pequeño, enjuto y cojo, era un
prodigio de energía, con un valor
temerario, muy hábil aterrorizando a los demás, y, por encima de todo, un
desesperado: intentó algo grandioso que sabía condenado al fracaso. Nada menos
que hacerse con el poder (lo consiguió), bajar el Amazonas (lo consiguió),
subir por la costa hasta tierras de Venezuela (lo consiguió), y continuar
andando a través de todo el continente de Este a Oeste para apoderarse del Perú
y hacerlo independiente de España (naturalmente, no lo consiguió). El año 1561,
fuerzas del rey lo mataron en Barquisimeto (Venezuela). Termina tú, Sancho, la
triste historia.
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Sigue con la tila. Ya continúo yo, pequeñín. Primero mató a Ursúa, después al
que él puso de sustituto, después a Inés de Atienza, después a bastantes de los
que había nombrado para puestos de mando, después al cura, después a cualquiera
que parecía que le miraba mal, para terminar con hacer una escabechina en la
isla Margarita asesinando al gobernador y a cincuenta vecinos. Rubricó sus
hazañas acabando con la vida de su hija. Le preguntaron por qué lo había hecho,
y contestó que “tuvo por menos mal matarla que dejarla viva, habiendo él de
morir, y ser puta de todos”. Mañana, más tila: resumiremos su famosísima carta.
Ciao, caro.
A
Klaus Kisnki el papel de Lope de Aguirre le vino como un traje a la medida,
porque su propio carácter era de sobra inquietante. Gran película, pero, sobre
todo, una inmersión en la salvaje naturaleza del Amazonas, con una nostálgica
música indígena tocada por una obsesiva flauta
andina. El escenario ideal para ambientar el terrible drama de aquel grupo de
españoles atrapados en una situación irremediablemente kafkiana.
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