sábado, 21 de noviembre de 2015

(92) - Hola, baby: tila en vena y resume al máximo la carta de Aguirre.
     - Okay, daddy. Es una pena eliminar texto, pero lo dejo así: “Rey Felipe, natural español, hijo de Carlos invencible. Lope de Aguirre, tu mínimo vasallo, cristiano viejo, hijo de medianos padres en prosperidad, hijodalgo en tierra vascongada, en el reino de España, en la villa de Oñate vecino.  Bien creo, Excelentísimo Rey y Señor, que, para mí y para mis compañeros, no has sido tal, sino cruel e ingrato a tan buenos servicios como has recibido de nosotros. He salido de hecho con mis compañeros, cuyos nombres luego diré, de tu obediencia, y desnaturándonos de nuestro natural, que es España, a hacerte en estas partes la más cruda guerra que nues­tras fuerzas lo puedan sustentar.  Mira, mira, Rey español, que no seas cruel a tus vasallos ni in­grato, pues estando tu padre y tú en los reinos de Castilla sin ningu­na zozobra, te han dado tus vasallos, a costa de su sangre y hacienda, tantos reinos y señoríos como en estas partes tienes. Por cierto lo tengo que van pocos reyes al infierno, porque son pocos. Ay, ay, lástima tan grande que César emperador, tu padre, con­quistase con la fuerza de España la superba Germania y gastase tanta moneda y tesoro llevado de estas Indias descubiertas por nosotros, y que no te duelas de nuestra vejez y cansancio siquiera para matarnos la hambre un día.
(Dice que comenzaron bajo el mando de Pedro de Ursúa la bajada del Amazonas el año 1560). Fue este mal gobernador tan perverso, ambicioso, miserable, que no lo podíamos sufrir, y le matamos. Y luego a un mancebo caballero de Sevilla, que se nombraba Fernando de Guzmán, le alzamos por nuestro rey, y a mí me nombraron maestre de campo. E porque no consentí en sus insultos y maldades, me quisieron matar, e yo maté al nuevo rey y al capi­tán de su guardia y al teniente general, y a su mayordomo, y a su capellán, clérigo de misa, y a una mujer de la liga contra mí (la compañera de Ursúa), y a un comendador de Rodas, y a un almirante, y a dos alféreces, y a otros cinco o seis aliados suyos. Y nom­bré de nuevo capitanes y sargento mayor, y me quisieron matar, y los ahorqué a todos. (Y se despide con las siguientes  palabras) Hijo de vasallos tuyos en tierra vascongada, e yo rebelde hasta la muerte por tu ingratitud. Firmado: Lope de Aguirre, el Peregrino”.  ¿Cómo pudo Íñigo manejar a su antojo a aquellos temibles “animales” curtidos en cien batallas? Sin duda porque escapar por la selva amazónica era una muerte segura, y supo anticiparse a cualquier intento de matarlo. Lo que sigue (contado por un testigo) muestra bien el terror que  tenían sus acompañantes. Asesinó a un oficial rebelde, que quedó “tendido en el suelo, y por muchas heridas que tenía en la cabeza se le aparecían los sesos”. Lope sospechaba que otro capitán estaba  implicado, y se dirigió a él diciendo: “Y vos, hijo, Antón Llamoso, también dicen que queríades matar a vuestro padre’. El cual negó con grandes reniegos y juramentos, y pareciéndole que satisfacía más, arremetió al cuerpo del muerto delante de todos, y tendiéndose sobre él,  le chupó la sangre, y a vueltas le chupó parte de los sesos diciendo: ‘a este tirano traidor beberle he la sangre’; que causó gran admiración de todos”.  Es de tragedia griega. Más tila, please. Bye, my dear.
     - Hasta mañana, Príncipe de Maina. Pero que la tertulia sea menos triste.



     También la película “El Dorado”, de Saura, narra espléndidamente la historia de Lope de Aguirre, aunque el protagonista, Omero Antonutti, lo interpreta con una seriedad que borra la parte ridícula del personaje. Sin embargo, esta toma nos muestra cómo su mezcla de locura y grandeza mantuvo a raya a 300 españoles “de armas tomar”.


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