(92) - Hola, baby: tila en vena y resume al
máximo la carta de Aguirre.
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Okay, daddy. Es una pena eliminar texto, pero lo dejo así: “Rey Felipe, natural
español, hijo de Carlos invencible. Lope de Aguirre, tu mínimo vasallo,
cristiano viejo, hijo de medianos padres en prosperidad, hijodalgo en tierra
vascongada, en el reino de España, en la villa de Oñate vecino. Bien creo, Excelentísimo Rey y Señor, que,
para mí y para mis compañeros, no has sido tal, sino cruel e ingrato a tan
buenos servicios como has recibido de nosotros. He salido de hecho con mis
compañeros, cuyos nombres luego diré, de tu obediencia, y desnaturándonos de
nuestro natural, que es España, a hacerte en estas partes la más cruda guerra
que nuestras fuerzas lo puedan sustentar. Mira,
mira, Rey español, que no seas cruel a tus vasallos ni ingrato, pues estando
tu padre y tú en los reinos de Castilla sin ninguna zozobra, te han dado tus
vasallos, a costa de su sangre y hacienda, tantos reinos y señoríos como en
estas partes tienes. Por cierto lo tengo que van pocos reyes al infierno,
porque son pocos. Ay,
ay, lástima tan grande que César emperador, tu padre, conquistase con la
fuerza de España la superba Germania y gastase tanta moneda y tesoro llevado de
estas Indias descubiertas por nosotros, y que no te duelas de nuestra vejez y
cansancio siquiera para matarnos la hambre un día.
(Dice que comenzaron bajo el mando de Pedro
de Ursúa la bajada del Amazonas el año 1560). Fue este mal gobernador tan
perverso, ambicioso, miserable, que no lo podíamos sufrir, y le matamos. Y
luego a un mancebo caballero de Sevilla, que se nombraba Fernando de Guzmán, le
alzamos por nuestro rey, y a mí me nombraron maestre de campo. E porque no consentí
en sus insultos y maldades, me quisieron matar, e yo maté al nuevo rey y al
capitán de su guardia y al teniente general, y a su mayordomo, y a su
capellán, clérigo de misa, y a una mujer de la liga contra mí (la compañera de
Ursúa), y a un comendador de Rodas, y a un almirante, y a dos alféreces, y a
otros cinco o seis aliados suyos. Y nombré de nuevo capitanes y sargento
mayor, y me quisieron matar, y los ahorqué a todos. (Y se
despide con las siguientes palabras) Hijo de vasallos
tuyos en tierra vascongada, e yo rebelde hasta la muerte por tu ingratitud.
Firmado: Lope de Aguirre, el Peregrino”. ¿Cómo
pudo Íñigo manejar a su antojo a aquellos temibles “animales” curtidos en cien
batallas? Sin duda porque escapar por la selva amazónica era una muerte segura,
y supo anticiparse a cualquier intento de matarlo. Lo que sigue (contado por un
testigo) muestra bien el terror que
tenían sus acompañantes. Asesinó a un oficial rebelde, que quedó “tendido
en el suelo, y por muchas heridas que tenía en la cabeza se le aparecían los
sesos”. Lope sospechaba que otro capitán estaba
implicado, y se dirigió a él diciendo: “Y vos, hijo, Antón Llamoso,
también dicen que queríades matar a vuestro padre’. El cual negó con grandes
reniegos y juramentos, y pareciéndole que satisfacía más, arremetió al cuerpo del
muerto delante de todos, y tendiéndose sobre él, le chupó la sangre, y a vueltas le chupó parte
de los sesos diciendo: ‘a este tirano traidor beberle he la sangre’; que causó
gran admiración de todos”. Es de
tragedia griega. Más tila, please. Bye, my dear.
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Hasta mañana, Príncipe de Maina. Pero que la tertulia sea menos triste.
También
la película “El Dorado”, de Saura, narra espléndidamente la historia de Lope de
Aguirre, aunque el protagonista, Omero Antonutti, lo interpreta con una
seriedad que borra la parte ridícula del personaje. Sin embargo, esta toma nos
muestra cómo su mezcla de locura y grandeza mantuvo a raya a 300 españoles “de
armas tomar”.
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