(93) - La paz sea contigo, querido hijo;
hablemos de Domingo de Ochandiano, el marido de mi querida sobrina Catalina,
hermana del lamentable oidor Juan. A todos los ayudé, como buen tío.
-
Y con tu espíritu, generoso padrino. Había poca variedad de nombres entonces, y
tuviste de cerca a tres Catalinas: tu compañera, tu nieta, y esta sobrina, a la
que te llevaste a Sevilla con el durangués Ochandiano, que se metió en dudosos
negocios esclavistas, y lo empleaste en la Casa de la Contratación. En ese
hervidero de personajes que era la ciudad, Catalina fue tutora de unos
descendientes de Antonio de Nebrija
(muerto muy anciano un año más tarde que tú), a quien le debemos que la lengua
castellana quedara estructurada gramaticalmente. Domingo tuvo la suerte de
vivir en la “Casa” (entre otros muy
notables) dos acontecimientos
espectaculares (tú, ya difunto, te perdiste por poco el segundo). Hernán Cortés,
sin haberse apoderado todavía de Tenoctitlán, pero sabedor ya de su importancia
y riqueza, se dio una prisa enorme en mandarle al rey, vía Sevilla, un
impresionante botín (el primero conseguido) que sirviera como prueba de su
sensacional descubrimiento, la existencia de una insospechada civilización,
con el indudable objetivo de ganarse el perdón de su desobediencia a la
autoridad del gobernador de Cuba y evitar un triste final como el que tendría después
Lope de Aguirre. Tú le hiciste a Domingo portador de la gran noticia y de ese
tesoro para que llegaran a la Corte de
inmediato. El asombro del rey Carlos se extendió rápidamente por toda España y,
acto seguido, por el resto de Europa.
-
Y, como dices, el otro hito “estelar” de la Historia, me lo perdí en vida, como
se lo perdió el pobre Magallanes, al que tan eficazmente había ayudado yo
cuando partió, ya que no pudo volver. Habían pasado casi tres años desde la
salida de su armada y no había ninguna noticia de sus andanzas. Pero el 6 de
setiembre de 1522 llegó hasta la Casa de
la Contratación la onda expansiva del notición que se había producido en
Sanlúcar de Barrameda. Como un barco fantasma tripulado por dieciocho espectros
más muertos que vivos, había llegado la nao Victoria, bajo el mando de Juan
Sebastián Elcano. Quedaba demostrado que la tierra era una esfera, y mucho más
grande de lo que se suponía. Inmediatamente se le mandó a Domingo de
Ochandiano al puerto gaditano para que organizara el viaje de la nao, río
arriba hasta Sevilla, en una triunfal remontada que duró dos días. Esa
tripulación era lo que quedaba de los 239 hombres que habían iniciado la tremenda
aventura. El resto se perdió por el camino, la mayoría muertos, otros
apresados, y algunos establecidos en las tierras de Oriente, más los que
cobardemente desertaron antes del “gran paso” al Pacífico.
-
Qué proeza, dulce abad, y qué cosas pasaban en la “Casa”. Bye.
-
Grandioso, querido. Hoy toca poner una
foto de nuestro también grandioso libro, del que todo esto es un aperitivo. Kiss you.
Sepan vuesas mercedes, que amén de lo poco que vos va contando mi amado
fixo, el sin par Félix Lópes de Matienso, habemos publicado un legaxo de
quinientas páxinas plenas de documentasiones de la mi época, para deleite de los ilustrados e
desasnamiento de quienes no lo sean, en las que se narran las aventuras e desventuras
de mi gloriosa biographía, e grandes
maravillas de Las Indias. Pedid e resibiréis, con envío gratis (dita sea), un
exemplar (mexor varios) en librerías o en esta direcsión:
felixlopezgarcia@yahoo.es
E
todo ello por el misérrimo presio de 22 maravedíes, e con la mersed de una poderosa
bula contra excomuniones.
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