(90) - Buenas noches, pobre ciudadano. Vaya
circo el de la política. El libro de P. Urbano, sobre el intento de golpe de
estadode del 23 de febrero de 1981, bería ser la purga definitiva, pero, “ná de
ná”.
-
Así somos, querido Sancho: todo seguirá igual. Jamás se me olvidarán unas
palabras que soltó el monarca
(sepultadas en el olvido) en aquel famoso discurso que “nos salvó” del golpe:
“Ya no me puedo volver atrás”. Siempre seremos tropa, así que solo nos queda el
consuelo de que “cada inglés es un rey
en su casa”. Tras el desahogo, hablemos del otro sobrino tuyo que fue con Juan
a Indias en el mismo barco: Pedro Ortiz de Matienzo.
-
Vale, secre. Casi todos los de la familia éramos hombres de letras, pero a
Pedro le salía la testosterona por las orejas; así que resultó ser un hombre de
pura acción. Enseguida consiguió el grado de capitán, y una de las cosas que
dio brillo a su expediente fue someter a un importante grupo de esclavos negros
que habían huido a las montañas dejando un reguero de sangre española por el
camino. Sin embargo, con el gran Enriquillo (del que ya hemos hablado) fracasó,
como todos los demás que intentaron derrotarle (chapeau al cacique).
-
Tú enchufaste a tu sobrino desde el
principio, pero él afianzó su posición por méritos propios, y le hicieron
alcalde mayor de la isla de Cubagua, en la que, inevitablemente, se pringó, a
base del trabajo de los esclavos, en el sucio negocio de la explotación del
gran banco de perlas que allí había. La ambición aceleró tanto la brutal
industria que, en pocos años, se agotó el chollo.
-
Ese sobrino mío tenía grandes dotes de mando. Apareció por los alrededores de
Cubagua una expedición del famoso compañero de Cortés que había hecho la proeza
de subir hasta la cumbre del volcán Popocatepetl, Diego de Ordaz (lo que
posteriormente le dio la idea al gran capitán extremeño de utilizar su azufre
para fabricar pólvora sobre la marcha). Pedro consideró que Ordaz se había
metido en su zona de competencias, y lo apresó. Para resolver el asunto se
embarcaron de vuelta a la Corte a defender sus criterios. Y Diego murió durante
el viaje de “mal de costado”. Pero que quede claro que, aunque algún cronista
muy posterior a los hechos asegura, sin más, que Pedro lo envenenó, no hay tal
(dita sea), porque los herederos de Ordaz, que pleitearon con mi sobrino para
defender la memoria de su padre, jamás lanzaron esa hipótesis. Cuenta algo
relacionado con Pedro.
- Pues
va de asociaciones. Villalobos, uno de los oidores compinches de tu sobrino
Juan Ortiz de Matienzo, tuvo una nieta que se casó con Pedro, poco antes de que
este muriera en 1536, y, asimismo, consiguió la licencia de poblar la isla Margarita,
vecina de la de Cubagua, y a esa isla todavía regida por sus herederos, pasado
ya bastante tiempo, un día aciago del año 1561, llegó el Quinto Jinete del
Apocalipsis: Íñigo Lope de Aguirre. Vale por hoy, ilustre Abad.
-
Tendrás que hablar de él mañana. Y pon, para vergüenza de la humanidad, una
foto de la descocada Liz Taylor: que se vea en qué se suele utilizar el fruto
del sufrimiento humano. Pax tibi, dulcis filius meus.
La
Comedia Humana, jovencito. Ese
lujosísimo collar con joyas de todo tipo, no tiene más misión que realzar la
extraordinaria perla que sostiene, llamada la Peregrina, que, a su vez, en la
foto, no tiene otro objetivo que el de realzar la pechuga de esa pava. No
procede de Cubagua, pero da lo mismo. La consiguió en Indias, a saber cómo, un
amigo de Vasco Núñez de Balboa llamado Gaspar de Morales, hacia 1510. Fue
propiedad de la realeza española durante siglos, y la lucen en sus retratos históricos varios fantasmones de ambos sexos. Última subasta: 9 millones de euros.
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