lunes, 16 de noviembre de 2015

(86) - Hola, docto investigador. Tendré que seguir oyendo sin anestesia lo que vas contando de mi sobrino Juan. Que hable Bernal.
     - Buen consejo, Sancho: el maravilloso, sencillo, y al mismo tiempo torrencial Bernal Díaz del Castillo, hizo una extraordinaria crónica de estilo popular y con sabor a sopa de ajo castellana. Se repite mucho, pero qué más da si su narración es deliciosa, aunque a veces algo contradictoria. Habrá que entresacar algo de lo mucho que cuenta con respecto a los oidores: “Estando Cortés en Castilla, llegó la Real Audiencia, y vino por presidente Nuño de Guzmán, que estaba por gobernador en Pánuco, y cuatro licenciados por oidores: Matienzo, que decían que era natural de Vizcaya o cerca de Navarra (Bernal tiene dudas, pero el error sobre su origen cuajó), Delgadillo, de Gra­nada, Maldonado, de Salamanca, y Parada, que estaba en Cuba. Y así como llegaron, se mostraron muy justificados en hacer justicia, y traían los mayores poderes que nunca a la Nueva España tra­jeron después virreyes ni presidentes; los oido­res Maldonado y Parada fallecieron de dolor de costado, y si allí estuviera Cortés, según hay maliciosos, también dijeran quél los había muerto (con todo ello, pone de relieve la mala fama de Cortés en ese sentido y el impresionante poder de Matienzo y sus compañeros)”. Sigue describiendo los abusos que cometen, con un comentario sobre  la conducta algo lastimosa del ya anciano Juan: “Y, demás desto, como no residían en sus oficios ni se sentaban en los estrados todos los días que eran obligados, andaban en ban­quetes y tratando en amores y en mandar echar suertes, y para ello se embarazaban algunos dellos (interpreto que se endeudaban jugando a las cartas). El licenciado Matienzo era viejo, y pusiéronle que era vicioso de beber mucho vino, y que iba muchas veces a las huertas a hacer banquetes, y llevaba consigo tres o cuatro hombres alegres que bebían bien, y desque todos estaban como convenía e asidos (sentados), tomaba uno dellos una bota con vino y, desde lejos, hacía con la misma bota huichucho, como cuando llaman al señuelo a los gavilanes, y el viejo iba como desalado e bebía della”. Luego explica cómo cayeron en desgracia y el rey mandó otros jueces para sustituirles y juzgarles. Y, de paso, hace uno de los pocos comentarios laudatorios sobre Juan que existen en las crónicas: “Y mandó que luego se fue­se a la provincia de Pánuco a saber qué tantos miles de esclavos habían herrado (los odiores). Y fue el mismo Matienzo por mandado de Su Majestad, porque a este viejo oidor le hallaron con menos cargos y mejor juez que los demás”. Viniendo de Bernal, que vivió los acontecimientos y no perdía detalle, esta opinión es muy valiosa. Respira, dulce Sancho. Ciao.
- Pues menos mal. Mañana veremos su lío con Zumárraga. Adío.


     Efectivamente, Bernal se equivoca, pero casi acierta, porque mi sobrino Juan Ortiz de Matienzo no nació en Vizcaya, sino, como yo, en el colindante y hermoso Valle de Mena.

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