(86) - Hola, docto investigador. Tendré que
seguir oyendo sin anestesia lo que vas contando de mi sobrino Juan. Que hable
Bernal.
-
Buen consejo, Sancho: el maravilloso, sencillo, y al mismo tiempo torrencial
Bernal Díaz del Castillo, hizo una extraordinaria crónica de estilo popular y
con sabor a sopa de ajo castellana. Se repite mucho, pero qué más da si su
narración es deliciosa, aunque a veces algo contradictoria. Habrá que
entresacar algo de lo mucho que cuenta con respecto a los oidores: “Estando
Cortés en Castilla, llegó la Real Audiencia, y vino por presidente Nuño de
Guzmán, que estaba por gobernador en Pánuco, y cuatro licenciados por oidores:
Matienzo, que decían que era natural de Vizcaya o cerca de Navarra (Bernal
tiene dudas, pero el error sobre su origen cuajó), Delgadillo, de Granada,
Maldonado, de Salamanca, y Parada, que estaba en Cuba. Y así como llegaron, se
mostraron muy justificados en hacer justicia, y traían los mayores poderes que
nunca a la Nueva España trajeron después virreyes ni presidentes; los oidores
Maldonado y Parada fallecieron de dolor de costado, y si allí estuviera Cortés,
según hay maliciosos, también dijeran quél los había muerto (con todo ello,
pone de relieve la mala fama de Cortés en ese sentido y el impresionante poder
de Matienzo y sus compañeros)”. Sigue describiendo los abusos que
cometen, con un comentario sobre la
conducta algo lastimosa del ya anciano Juan: “Y, demás desto, como no residían en sus
oficios ni se sentaban en los estrados todos los días que eran obligados,
andaban en banquetes y tratando en amores y en mandar echar suertes, y para
ello se embarazaban algunos dellos (interpreto que se endeudaban jugando a las
cartas). El licenciado Matienzo era viejo, y pusiéronle que era vicioso de
beber mucho vino, y que iba muchas veces a las huertas a hacer banquetes, y
llevaba consigo tres o cuatro hombres alegres que bebían bien, y desque todos
estaban como convenía e asidos (sentados), tomaba uno dellos una bota con vino
y, desde lejos, hacía con la misma bota huichucho, como cuando llaman al
señuelo a los gavilanes, y el viejo iba como desalado e bebía della”. Luego
explica cómo cayeron en desgracia y el rey mandó otros jueces para sustituirles
y juzgarles. Y, de paso, hace uno de los pocos comentarios laudatorios sobre
Juan que existen en las crónicas: “Y mandó que luego se fuese a la provincia
de Pánuco a saber qué tantos miles de esclavos habían herrado (los odiores). Y
fue el mismo Matienzo por mandado de Su Majestad, porque a este viejo oidor le
hallaron con menos cargos y mejor juez que los demás”. Viniendo de Bernal, que
vivió los acontecimientos y no perdía detalle, esta opinión es muy valiosa.
Respira, dulce Sancho. Ciao.
- Pues menos mal. Mañana veremos su lío con
Zumárraga. Adío.
Efectivamente, Bernal se equivoca, pero casi acierta, porque mi sobrino
Juan Ortiz de Matienzo no nació en Vizcaya, sino, como yo, en el colindante y
hermoso Valle de Mena.
No hay comentarios:
Publicar un comentario