viernes, 6 de noviembre de 2015

(67) - Vamos allá, pequeñín: mete caña mostrando un esperpento histórico. Se concede vía libre para a la carcajada y el cabreo.
     - Y tú, querido ectoplasma, que lo veías como una brillante solución… Menuda avería teníais en la cabeza. Lo curioso es que “el invento” surgió para quitarse de encima las broncas de los frailes, dormir con la conciencia tranquila, y seguir explotando a los indios. Se le encargó a Juan López Palacio Rubios (un brillante jurista, y, para mayor contradicción, buena persona) que redactara un “Requerimiento” a los nativos de sumisión, que, de no ser aceptado, diera vía libre al ataque militar y a su conversión en esclavos. El primero que lo puso en práctica (parece una broma del destino) fue la mala bestia de Pedrarias Dávila. Habrá que poner el texto completo (en dos partes), porque no tiene de desperdicio, aunque lo mismo daba: los indígenas no entendían nada, ni los traductores eran doctos funcionarios de la ONU. La “parida” es del año 1513, y dice así: “De parte del Rey, Don Fernando, y de su hija, Doña Juana, Reina de Castilla y de León (Isabel había muerto), domadores de pueblos bárbaros, no­sotros sus siervos, os notificamos y os hacemos saber, como mejor podemos: Que Dios nuestro Señor, uno y eterno, creó el cielo y la tierra, y un hombre y una mujer, de quien nos y vosotros y todos los hombres del mundo fueron y son descendientes. Mas por la muchedumbre de la generación que destos ha salido des­de hace cinco mil y hasta más años que el mundo fue creado, fue necesario que los unos hombres fuesen por una parte y los otros por otra, y se dividiesen por muchos reinos. De todas estas  gentes Dios nuestro Señor dio cargo a uno, que fue llamado San Pedro, para que de todos los hombres del mundo fuese señor, a quien todos obedeciesen, y fue cabeza de todo el linaje hu­mano, dondequiera que los hombres viviesen en cualquier ley, secta o creencia. Y él mandó poner su silla en Roma, como en lugar más aparejado para regir el mundo, y juzgar y gobernar a todas las gentes, cristianos, moros, judíos, gentiles o de cualquier otra creencia que fuere. A este llamaron Papa, porque quiere de­cir admirable, padre mayor y gobernador de todos los hombres. Uno de los Pontífices pasados que sucedió en aquella dignidad (el papa español Alejandro VI), como señor del mundo, hizo donación destas islas y tierra fir­me del Mar Océano a los dichos Rey y Reina y sus sucesores en estos Reinos, con todo lo que en ella hay, según se contiene en ciertas escrituras que sobre ello pasaron, que podréis ver si queréis. Así que sus Majestades son Reyes y señores desta islas y tierra firme, y como a tales Reyes y señores casi todas las islas a quienes esto ha sido notificado han recibido a sus Majestades, y los han obedecido y servido como los súbditos lo deben hacer, y con buena voluntad y sin ninguna resistencia ni dilación, y recibieron a los varones religiosos que sus Altezas les enviaban para que les predicasen nuestra santa fe, y todos ellos de su libre voluntad, sin premio ni condición alguna, se tornaron cristianos y lo son, y sus Majestades los recibieron alegre y benignamente, y así los man­daron tratar como a los otros súbditos y vasallos; y vosotros sois tenidos y obligados a hacer lo mismo”.
     - Vale, querubín; mañana, la segunda parte: las amenazas. Ciao.
     - Seguiremos aguantando esa vergüenza ajena. Va bene, caro.



     Así eran de protocolarios los "conquistadores". Llegaban y tomaban posesión. Acto seguido, se leía el "requerimiento", y todo constaba en acta. Si encontraban oposición, arrasaban. Pero nadie iba por libre: todo estaba sometido a la legislación real; era una maquinaria bien engrasada.

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