sábado, 14 de noviembre de 2015

(84) - Gabon, biotxa: lírico ruiseñor, mirlo blanco, cisne negro, cuatrébol,  trovador provenzal, colorido guacamayo, modélico secretario…
     - Ongi etorri, Santxo, pero  no sigas: ya sé lo que quieres. Me llamaste “puente de oro” por recuperar tus raíces carranzanas, pero pides  más, insaciable ectoplasma, y a eso no me atrevo.
     - No seas cobardón: necesito que el puente llegue hasta Matienzo de Ruesga, que me conozcan  allí y que se declare patrimonio de la humanidad ese triángulo mágico de los Matienzo: Ruesga, Carranza y Mena. Hazlo, please: no abuses de que, por el amor que te tengo, no te puedo excomulgar. Yo sé que te gusta la idea.
     - Pides demasiado. Y lo curioso es que esa relación existe probablemente desde el siglo IX, cuando el abad Vitulo fundó su monasterio de Taranco, en Mena. Es tan lógica la idea que, en la novela “El jabalí blanco”, el argumento se basa en la hipótesis de que los antepasados del abad pasaran de Cantabria a Carranza, dando después sus padres el salto hasta Taranco en los inicios de Castilla. O sea: un antecedente de lo que hizo tu familia.
     - Piénsatelo, corazón mío, y sigue ahora con mi sobrino Juan, que, aunque impresentable, hizo cosas importantes, y siempre le quise.
     - Tienes razón, Sancho: también fue positiva su labor en cuanto a poner freno a muchas injusticias, aunque no lo hiciera con las suyas. Era innegable su capacidad de trabajo y su inteligencia. Vimos cómo le nombraron para inaugurar la primera Audiencia de México: así que el rey no le castigó, sino que le premió porque le venía muy bien para sus propios objetivos, y, en este caso, se trataba, sobre todo,  de mantener a raya al carismático y preocupante Cortés. Seguro que el emperador Carlos tenía pesadillas soñando todas las noches que podía hacerse el amo de México e independizarse, pero era pura paranoia, porque el pragmático extremeño sabía hasta dónde podía llegar. Tú le conocías bien: era tan lúcido como ambicioso.
     - No volví a verle en España, porque fallecí antes. Pero sé que cometió un error que disgustó mucho al rey: el año 1529 desembarcó en Sevilla a lo grande, rodeado de tantos fantasmones que parecían una corte real. Así que, como consecuencia, aumentaron las sospechas y se intensificó de inmediato contra él en todo México la labor de zapa de los tres jueces: mi sobrino Juan, el oidor Delgadillo y (que el Señor lo maldiga) el presidente de la Audiencia, el nefasto Nuño Beltrán de Guzmán, uno de los personajes más siniestros de los que llegaron a aquellas tierras, que, para colmo de desgracias, llevó a cabo también empresas de conquista, sin duda con valentía y esfuerzo, pero salvajemente. Agur, nire semetxo.
     - Bihar arte, aitatxu.



    México en 1628. Ya sin sacrificios humanos, un verdadero paraíso: nada que ver con el monstruo actual


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