(84) - Gabon, biotxa: lírico ruiseñor, mirlo
blanco, cisne negro, cuatrébol, trovador
provenzal, colorido guacamayo, modélico secretario…
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Ongi etorri, Santxo, pero no sigas: ya
sé lo que quieres. Me llamaste “puente de oro” por recuperar tus raíces
carranzanas, pero pides más, insaciable
ectoplasma, y a eso no me atrevo.
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No seas cobardón: necesito que el puente llegue hasta Matienzo de Ruesga, que
me conozcan allí y que se declare
patrimonio de la humanidad ese triángulo mágico de los Matienzo: Ruesga,
Carranza y Mena. Hazlo, please: no abuses de que, por el amor que te tengo, no
te puedo excomulgar. Yo sé que te gusta la idea.
- Pides demasiado. Y lo curioso es que esa
relación existe probablemente desde el siglo IX, cuando el abad Vitulo fundó su
monasterio de Taranco, en Mena. Es tan lógica la idea que, en la novela “El
jabalí blanco”, el argumento se basa en la hipótesis de que los antepasados del
abad pasaran de Cantabria a Carranza, dando después sus padres el salto hasta
Taranco en los inicios de Castilla. O sea: un antecedente de lo que hizo tu
familia.
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Piénsatelo, corazón mío, y sigue ahora con mi sobrino Juan, que, aunque
impresentable, hizo cosas importantes, y siempre le quise.
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Tienes razón, Sancho: también fue positiva su labor en cuanto a poner freno a
muchas injusticias, aunque no lo hiciera con las suyas. Era innegable su
capacidad de trabajo y su inteligencia. Vimos cómo le nombraron para inaugurar
la primera Audiencia de México: así que el rey no le castigó, sino que le
premió porque le venía muy bien para sus propios objetivos, y, en este caso, se
trataba, sobre todo, de mantener a raya
al carismático y preocupante Cortés. Seguro que el emperador Carlos tenía
pesadillas soñando todas las noches que podía hacerse el amo de México e
independizarse, pero era pura paranoia, porque el pragmático extremeño sabía
hasta dónde podía llegar. Tú le conocías bien: era tan lúcido como ambicioso.
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No volví a verle en España, porque fallecí antes. Pero sé que cometió un error que
disgustó mucho al rey: el año 1529 desembarcó en Sevilla a lo grande, rodeado
de tantos fantasmones que parecían una corte real. Así que, como consecuencia,
aumentaron las sospechas y se intensificó de inmediato contra él en todo México
la labor de zapa de los tres jueces: mi sobrino Juan, el oidor Delgadillo y
(que el Señor lo maldiga) el presidente de la Audiencia, el nefasto Nuño
Beltrán de Guzmán, uno de los personajes más siniestros de los que llegaron a
aquellas tierras, que, para colmo de desgracias, llevó a cabo también empresas
de conquista, sin duda con valentía y esfuerzo, pero salvajemente. Agur, nire
semetxo.
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Bihar arte, aitatxu.
México
en 1628. Ya sin sacrificios humanos, un verdadero paraíso: nada que ver con el
monstruo actual
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