jueves, 12 de noviembre de 2015

(79) - Bendito seas, hijo de mis entrañas, tesoro mío, stella matutina, turris ebúrnea... ¡Te han invitado a entrar en el Sancta Sanctorum!
     - Querido Sancho, hablas como un poeta enamorado, pero ya sé por qué te puede la emoción: me han invitado a visitar  tu casa solar de Carranza; vive en ella Laida Trevilla, a la que no conozco, pero sí a su madre, la simpática Maribé Cearra (tempus fugit).
     - ¡Qué emoción! Tienes que ver esa casa de mis mayores, que yo siempre quise recuperar y finalmente lo hizo mi adorable hijo Luis, curando nuestra  vieja herida familiar. ¡Qué buen chico me salió! Me quiso mucho, a pesar de la mancha de su nacimiento. Pero sigamos con lo de Sevilla, que no soporto que veas a un ectoplasma llorar.
     - De acuerdo, sentimental cuántico. Respondisteis rápidamente,  con una clara exposición de vuestros puntos de vista, a la carta real en la que se os comunicaba la creación de la Casa de la Contratación y vuestros nombramientos: “Muy altivos e muy poderosos Príncipes, Cristianísimos Rey e Reina Nuestros Señores: El Doctor Sancho de Matienzo e Francisco Pinelo besamos las reales manos de Vuestras Altezas a las cuales plazca saber que recibimos una instrucción sobre la negociación y contratación de las Indias e islas nuevamente descubiertas e por descubrir, Cana­rias y el Cabo de Aguer (actual Agadir, en Marruecos, conocida antiguamente como Santa Cruz del Cabo de Aguer) y fortaleza de Santa Cruz (confirman también haber recibido la cédula de sus nombramientos). E vista la dicha cédula e instrucción, la acep­tamos e obedecemos con aquella reverencia e acatamiento que debemos a nuestros Reyes e Señores naturales”. ¡Qué peloteo aquel!
     - Es que era como presentarse ante Dios: de veras acongojante. Y, al mismo tiempo, estábamos locos de alegría. En el documento no participó Ximeno de Briviesca, porque andaba ausente, pero le representábamos. Y fíjate, fíjate, dulce pequeñín, en ese detalle de mis preeminencias (tan rígidas entonces): encabezo la carta, y con el resplandeciente título de “Doctor”. Les comunicamos a los reyes nuestros sensatos pareceres sobre lo inadecuado de las Atarazanas para las nuevas instalaciones, y, con verdadero ojo clínico, les sugerimos su emplazamiento en los Reales Alcázares. Sibilinamente, nos atrevimos (a pesar del acongojamiento) a preguntarles si querían que las dependencias fueran lujosas. ¡Aleluya!: nos dieron vía libre, y así podéis seguir ahora disfrutando de la preciosidad del departamento que decoramos en ese lugar. Y, volviendo a lo de mi solar carranzano, ya que no te puedo excomulgar, caro mío, te ruego que lo visites cuanto antes. Ciao.
     - Iré: además me emociona casi tanto como a ti. Bye, tierno Sancho.




     Tienes toda la razón, reverendo: ese es el Sancta Santorum de tu hidalga familia en Carranza, aguantando el tipo a lo largo de los siglos. No hace falta que te pongas dramático, porque, no tardando mucho, iré a emocionarme con las vibraciones de los Ortiz de Matienzo que perduran en su interior.



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