(83) - ¡Oh, santo varón, tesoro mío,
prodigioso literato, sublime orador, implacable investigador, pizpireto
vejestorio, amado de los dioses, prodigio de la naturaleza…, qué exitazo! Casi
fue necesario hacer una nueva edición de nuestro maravilloso libro porque se
agotaban los ejemplares: se los quitaban de las manos a tu querido nieto Mario
como si fuera talo caliente con chorizo de primera: ¡gora Karrantza!
-Gora Karrantza, Santxo. Es cierto; fue especialmente agradable la
sorpresa de la extraordinaria acogida
que me hicieron varios miembros de la corporación; sobre todo porque viví
tiempos en los que el simple hecho de ser secretario te etiquetaba
políticamente.
-
Razón tienes, hijo mío, pero sigamos adelante que nos queda una larga y
deliciosa andadura.
-
Antes que nada, reverendo, es necesario decir algo sobre el fallecido Inaki
Azcuna. Lo de menos fue que le nombraran el mejor alcalde del mundo, que, al
fin y al cabo, es un título anual. Lo que le hace único es haber sido el mejor
alcalde de Bilbao. Su carisma va a ser un escollo para el sucesor.
-
Lamento que ni mi nieto Luis, que tuvo
ese cargo en 1617 y 1618 (de forma poco responsable), ni su hijo Gregorio, que
lo ocupó en 1625 (dejando mejor recuerdo), le llegaran a la altura de los
zapatos. Pero también es casualidad que su funeral coincida con el de Adolfo
Suárez. Hay algo que los une: su inteligente,
humana y civilizada tendencia al consenso. Queremos más como ellos.
-
Déjame, reverendo, decir que el párroco de Begoña, donde se ha celebrado la
ceremonia por Iñaki, es José Luis Achótegui, viejo amigo mío y una de las
mejores personas que he conocido.
-
Dicho queda, lloroncico. Cuenta cómo terminaron los oidores de la audiencia de
Santo Domingo (y de paso, resuelvo el enigma de la acuarela: se trata de la
“sabrosa” placita del segoviano pueblo de Ayllón, que todo bien nacido tiene
obligación de visitar).
-
Pues resulta que tu sobrino Juan y los otros dos “compadres”, Lucas Vázquez de
Ayllón y Marcelo Villalobos, forzaron tanto la maquinaria del abuso, que al rey
no le quedó más remedio que someterlos a juicio, pero se celebró de forma
amañada, quedando absueltos. Como vimos, Ayllón murió después; Villalobos se dedicó a empresas de conquista
que le relacionaron con tu otro sobrino, Pedro, quien, curiosamente y poco
antes de morir, se casaría en España con una nieta suya. ¿Y tu sobrino Juan?:
¡la madre que nos parió! (perdona Sancho); no solo no le castigaron sino que le
nombraron oidor de la Audiencia de México en el mismo instante en que se fundó.
Ciao, dolce Sancio.
-
Hoy quiero que subas esa foto en la que estoy coronado por la estatuilla que te
regalaron en Carranza. Me parece un símbolo de la vida: solo se ve su sentido
desde la perspectiva adecuada. Esa reproducción parece un ridículo alambre, sin
más, porque solo muestra el trazo lineal que se conserva en la cueva de
Ventalaperra: hay que ponerse a contraluz para llenar el vacío, y entonces
surge la masa corporal de ese oso totémico que traía de cabeza a los
carranzanos hace 20.000 años. Ío te adoro, piccolino.
Una
sola línea, pero es una reproducción del oso que grabaron en la cueva de
Ventalaperra hace unos veinte mil años. Cómo me gusta, secretario mío, que
hayas hecho reverdecer mis viejos lazos carranzanos.
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