(85) - Salut, mon petit secrétaire. Ça va
bien? Mientras tú duermes, aquí en Quántix están todos entusiasmados, y me dan
ideas.
-
Tout va bien, mon cher père. ¿Me vas a marear con lo de Ruesga?
-
Tienes que hablar con su alcalde, al menos para que se entere de que voy a
provocar un hermanamiento entre tres valles, el suyo, el de Carranza y el de
Mena. Y, además, bendita casualidad, los tres están juntos. Qué buena ocasión
para pedir ahora su independencia, con el nombre de Matienzolandia. Eso está
hecho.
-
Me trastornas, eterno bromista, aunque no te falta un pelín de razón en cuanto
al lazo que estableces. Pero traga saliva, porque voy a seguir con tu sobrino
Juan Ortiz de Matienzo. Toca México.
- Por difunto, me libré de esa amargura, ya que
empezó en 1528.
-
Y esta vez tu sobrino acabó, por fin, bien escaldado. Con el miserable
presidente, Nuño de Guzmán, y con el otro oidor, Diego Delgadillo, empezó el
acoso a Cortés, que vino a España en 1529 y recibió desde México noticias de
las jugarretas que le estaban haciendo. Se lo cominicaba en una carta su
mayordomo, Francisco de Terrazas, lógicamente con estilo algo servil, pero de
gran fiabilidad en los hechos porque no era precisamente un placer contárselos.
Le explica todos los robos que le están haciendo los oidores y el clima popular
que están creando en su contra a base de difamaciones. Luego describe el
vergonzoso comportamiento moral de los oidores con estas palabras (muy
resumido): “Los que mandan la tierra son: Doña Catalina, porque por esta anda
perdido el Presidente (Nuño). La otra es Isabel de Ojeda con Delgadillo. Que
la perdición de este oidor y la locura della no tienen par, ni se podría
escribir la disolución y desvergüenza desto; que, si han de dar o quitar
indios, o proveer de otros cargos, ellas son las que los mandan y proveen a
quien quieren. Pues de Matienzo con la mujer de Hernando Alonso, herrero que
quemaron (por judaizante), también hay sus cuentos. Esta Nueva España, si Dios
no lo remedia con la venida de vuestra Señoría, antes de dos años no habrá en
ella más que el nombre. Hanse arraigado tanto estos señores que no hay ninguno
que no tenga (propiedades) después que vino, porque el presidente ha hecho unas
casas en el sitio de San Lázaro muy suntuosas y tomó de aquellas tierras que vuestra
Señoría había comprado a los indios, y junto a ellas tienen hechas Matienzo y
Delgadillo otros sendos pares de casas; y
en Tacuba, los dos, otros molinos y una
buena heredad, más sendos pares de casas en San Francisco el Viejo, en los
solares que eran de su Señoría. Por manera que ni indios, ni ganados de vacas,
yeguas ni ovejas, ni esclavos ni cosa que valga un real, vuestra Señoría no la
tiene en la tierra. No sé cómo hallan a vuestra Señoría rico e que goza de toda
la tierra, pues cada uno de los oficiales e oidores tienen en ella doblado que
vuestra Señoría. Como tengo dicho, trate de venir con algo de justicia, que
esto es lo que hace al caso, porque juro a Dios que no hay en todas estas
partes persona más pobre ni difamada que vuestra Señoría. De la gran ciudad de
Tenoctitlán de esta Nueva España, a 30 de julio de 1529 años”. Continuará. À
demain.
-
Pobre sobrino mío, Juan: en esa situación le salió de dentro lo peor. Bonne
nuit.
Este
es el retrato más verosímil de Hernán Cortés. Se trata de una copia del que el
astuto extremeño le mandó al obispo italiano de Nochera, Paulo Jovio,
extraordinario historiador, sin duda para dar a conocer sus magníficas hazañas
mexicanas. El tercero de los grandes de Indias, Gonzalo Jiménez de Quesada,
“conquistador” de Colombia, no tragaba a Jovio por haber hecho una campaña
antiespañola en sus publicaciones, y escribió una réplica muy extensa conocida
como el “Antijovio”. Cortés fue mimado por los dioses hasta poco después de
ocupar México. La segunda parte de su vida la pasó de disgusto en disgusto, no
siendo el menor el acoso del sobrino de Sancho y sus compañeros de la
Audiencia. Lo cuenta el cronista Francisco López de Gómara: “Anduvo fatigado
con la (larga) residencia (juicio) que le tomaron Nuño de Guzmán y los
licenciados Matienzo y Delgadillo; pero nunca se declaró (sentenció), que fue
gran contento para él”.
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