(89) - J’arrive, mon petit coeur. Date el
gusto de hablar de Vasco de Quiroga. Lo cortés no quita lo pizarro, y tengo que
reconocer que era un dechado de virtudes (rara avis). Pero me duele que fuera
uno de los oidores que le dieron la puntilla a mi sobrino Juan.
-
Bienvenu, mon noble Sanchó. Sabes que me gusta que fuera de Madrigal, como
parte de mi antigua familia, pero le habría admirado igualmente de no ser así;
además sus raíces eran gallegas. Yo creo que en su casa se respiraba un
especial clima de cultura y humanismo, porque dio otros frutos muy notables,
como su asombroso sobrino Gaspar de Quiroga, arzobispo de Toledo, cardenal y
hombre al que Felipe II le confió las más altas misiones.
-
Gaspar fue el protegido de mi compañero de Sevilla Juan Tavera, que tuvo un
currículum casi idéntico al suyo y con cuya estatua funeraria Buñuel se
permitió una broma que no me gustó nada
(como mostrarte en su día), insinuando que le besaba Catherine Deneuve.
-
Algo así como “lanzada a moro muerto”. Pero sigo. Entre el revoltijo de
españoles que llegaron a indias, fueron los frailes quienes dieron el toque
humano a aquel desbarajuste. La rareza de Vasco radica en que, siendo laico,
tratara a los nativos con tanta generosidad que ha pasado a la Historia con el
máximo honor de ser conocido como “Tata Vasco”, y (oh milagro) el de
convertirse en un español querido por todos los mexicanos, que tuvieron la
suerte de que, debido a su longevidad, pasó largos años de creativa entrega por
aquellas tierras. De gran cultura, tolerante, pero firme, llegó a enfrentarse,
siendo ya un provecto anciano, a los abusos del hijo de Cortés, Martín, y le
ganó la partida. Era soltero y eso le abrió un
nuevo camino: casi de la noche a la mañana, le nombraron obispo de
Michoacán, tras breves consultas de opiniones, en las que brilló por encima de
todas la entusiasta recomendación de fray Juan de Zumárraga, nada amigo de
componendas. La Universidad Nicolaíta de Michoacán es hija directa del colegio
que fundó con el nombre de San Nicolás Obispo, pista indudable de su lugar
nativo.
-
Fue gracioso lo que allí te dijeron: “En Madrigal, en cada casa, un Nicolás o
una Nicolasa”, por su patrono, el santo obispo Nicolás de Bari. No conocí a
Vasco, pero sí a los otros tres “fenómenos” que le acompañaban en una reunión
celebrada con Felipe II el año 1550:
Pedro de la Gasca (que acabó con la rebelión de Gonzalo Pizarro en Perú),
Bartolomé de las Casas y Bernal Díaz del Castillo, que explica en su crónica
cómo le expusieron al rey sus respectivas opiniones sobre las encomiendas de
indios. Adieu, mon cher.
- Vuelve a Quántix, sweet King of New
England. À
demain.
¡Loor
y gloria al gran Vasco de Quiroga! Consiguió el milagro de que, siendo español,
los mexicanos, ¡LOS MEXICANOS!, le hayan dedicado un sello en el que aparece al
ladito de Tomás Moro, autor del libro
UTOPÍA (a quien la mala bestia de Enrique VIII le cortó la cabeza), cuyas ideas
quiso poner en práctica, con importante éxito a pesar de su dificultad, el
ilustre hijo de Madrigal de las Altas Torres. De nada, mi dulce soñador.
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