lunes, 23 de noviembre de 2015

(94) - Hola, lucerito del alba. La docena campanada nocturna en la parroquia de Rosales (Burgos). Qué bella estaba allí mi nieta Catalina cuando se casó con Juan Díaz Ordoño, el abad de la zona (maldición a los malpensados: era un título laico, y mi nieta tan pura como la Doncella de Orleans). Buena ocasión para hablar de Pepe.
     - Buenas noches, sensible Sancho: me lo pones en bandeja. El infatigable y generoso José Bustamante Bricio (que, en cuanto le tratabas, se convertía en el querido Pepe) dejó antes de abandonarnos varios trabajos preparados, relacionados, como siempre, con el Valle de Mena de sus amores. En breve aparecerá uno, precisamente bajo el título de ABADÍAS Y ABADES SECULARES EN EL VALLE DE MENA Y EN CASTILLA LA VIEJA. Solo añadiré que él no pudo escribir una introducción a nuestro libro, porque falleció: el apartado lo tuve que rellenar yo mismo con un sentido “Prólogo invisible”; y se me ha concedido el honor de presentar su próxima obra, esta vez como “Prólogo emocionado”.
     - Sigamos, lloroncico. Hablemos del mundo de Indias, del que te apasionaste con la investigación, como el otro Félix (Rodríguez de la Fuente) con sus “bichos”. (Quiero un busto como el que tiene en Poza de la Sal).
     - Te lo mereces, pero no se dan cuenta en Mena. ¡La aventura de Indias! Vamos a olvidarnos de su aspecto siniestro (no lo hemos ocultado). Ahora toca hablar de su GRANDEZA, que tuvo además un aspecto de empresa común, imposible en nuestros días. En esa epopeya sí que tenemos, todos a una, el honor de haber formado parte de un solo equipo que se cubrió de gloria: las listas de aquellos héroes estaban llenas de apellidos de cualquier  rincón de España, aunque fueran lo mejor o lo peor de cada casa. Hace 25 años, en  la Plaza del Zócalo de México me impresionó su esplendor, pero vi un pequeño detalle que me llegó al alma. En un muro hay un texto en letras de bronce. Son palabras del abso­lutamente extraordinario Bernal Díaz del Castillo, tan genial, tan humano, tan exagerado a veces, tan simpático y tan poco valorado para lo que se merece. El texto describe su sorpresa y su emoción al ver por primera vez, junto a Cortés y el resto de la tropa, la asombrosa ciudad de Tenoctitlán, con su mercado y multitud de canoas por los canales, más el lúgubre recinto sagrado de los sacrificios. Lo primero que hice al volver a casa fue leer su crónica: me quedé “ojiplático” al descubrir esa riquísima mina de la Historia (que nadie me había mostrado), llena de personajes extraordinarios. 
     - Descansa, pequeñín, que te veo ojeroso. Ahora los listillos del “wasap” ignoran  las proezas de aquellos “pardillos”, que, de media, llegaban escasamente al 1,60, y fueron capaces en poco más de 50 años de cubrir heroicamente de poblaciones la América del Sur, la Central y la parte sur de Gringolandia, más dar la vuelta al mundo y repetir “la jugada” en otros territorios, como Filipinas. Foto, please, de mi preciosa  Casa de la Contratación. Sayonara, baby.


     Ahí la tenéis, la Casa de la Contratación de Sevilla (que sigue igual que en mis tiempos), como un gran salón de lujo con su altar, en el que tantos insignes descubridores se arrodillaron, medrosos al partir y gloriosos al volver (sin que yo perdiera detalle), pero siempre fervorosos a los pies de La Virgen del Buen Aire (la que daría nombre a la capital de Argentina), o de los Navegantes, pintada en ese cuadro por el gran Alejo Fernández, a quien yo encargué el retablo de mi convento de Villasana. Hijos míos: habéis ganado en libertad y justicia, pero (no se puede tener todo) habéis perdido grandeza.


No hay comentarios:

Publicar un comentario