sábado, 7 de noviembre de 2015

(69) - Buenas noches, pequeño filósofo, carrozón soñador, sensible poeta al borde de cursilandia: me haces reír.
     - Bienvenido al planeta tierra, ectoplasma cósmico, feliz habitante de Quántix, el Reino de la Risa.
     - Y de la felicidad, vetusto pizpireto. Eres un despistado: fue cómico verte entrar en el cine para ver Gravity en tres dimensiones sin haber comprado las gafas especiales; tuviste que volver a la taquilla. Sé que me quieres hablar de la película.
     - Dejemos de lado por hoy la casquería histórica. Algún jovenzuelo despectivo creerá (porque no tienen ni vulpeja idea del pasado) que los jubiletas no sabemos qué es el cine en 3D, cuando resulta que hace más de 50 años que se inició con la película “Los crímenes del museo de cera”, utilizando las mismas ridículas gafas.
     - Dime qué es lo que te ha impresionado de Gravity.
- Pues, prácticamente, todo. Primero la didáctica muestra de uno de los aspectos más positivos de nuestra complicada naturaleza humana, que aparece nítido en los dos protagonistas principales: la persecución de un objetivo que será valiosísimo para toda la raza humana, asumiendo sin titubeos el alto riesgo de morir en el intento. Poco importan sus motivaciones, por mezquinas que puedan ser; lo que cuenta es el resultado: como dijo en su día Armstrong, “un pequeño paso para el hombre, pero un gran salto para la Humanidad”.
     - Y lo quieres comparar con la historia de los españoles en Indias.
     -  Porque es evidente, querido Sancho: la Humanidad entera está en deuda con el salto gigantesco que ellos dieron, al precio de mucha crueldad, pero también de su propio sufrimiento personal y sus trágicas muertes.
     - Saliste impresionado por la realización de la película.
     - Toda alabanza es poca. Resulta algo banal a veces la solución de los problemas que se narran, pero han conseguido salvar un argumento que tiene muchas dificultades para darle variedad, incluso, repetidas veces, con mucho ingenio, como cuando hasta una lágrima de Sandra Bullock se convierte en una intensa actriz de reparto llegando ingrávida hacia el espectador, hasta casi tocarla. Y  es absolutamente prodigioso que el director te saque de la tierra, te coloque a la altura de los actores en un espacio deliciosamente tridimensional, y lo observes todo al alcance de la mano, en  medio del silencio cósmico y teniendo siempre a la vista nuestro bellísimo planeta azul.
     - Algún día llegarás a Quántix y sabrás lo que es la perfección absoluta. Pero  no tengas prisa, pequeñín: te queda un largo trabajo hasta conseguir que  nuestro libro inunde el mundo. Empieza por los hoteles: quiero un ejemplar en cada mesilla, como hacen los gringos con la Biblia (que el Señor me perdone). Bye, bye, my dear.
     - To see you tomorrow, my bosom friend.



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