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– Alors, mon petit, ¿tout va bien? Feliz diaversario.
- C,est vrai, mon tendre Sanchó: cada día
es un regalo. Sigamos navegando. Mendaña está, como dijiste ayer, picoteando,
sin saberlo, por las islas Salomón. Terminado
el bergantín, envía a Pedro de Ortega a recorrer la costa durante un mes. Así
lo cuenta: “Para conseguir una ‘lengua’ (intérprete al que tendrían que enseñar
castellano) apresaron a un hijo de un fauriqui, y otro hijo quedó en mi navío,
al cual mostré toda la especiería que nosotros llevábamos (clavo, nuez moscada,
jengibre, pimienta, canela…), y dijo que no lo había. A las perlas, dijo que en
el mar había muchas. De la salida que hizo Ortega, descubrió mucha tierra
después de haber costeado la isla de Santa Isabel (se sigue llamando igual),
que así puse nombre a esta primera en que surgimos, y al puerto, el puerto de
la Estrella, por memoria de la que vimos en el cielo al entrar (está claro que
fue para ellos una profunda experiencia religiosa)”. Cita los descubrimientos
de islas, los nombres que les pusieron y su ‘boj’ (perímetro): Ramos (por la
fecha), Buena Vista, San Dimas y Flores. “Descubrió demás destas una a la que
puso por nombre Guadalcanal (que lo conserva, y es el de un pueblito sevillano
que anda por los 3.000 habitantes, donde nació Ortega), que tendrá 300 leguas
de boj, y hallaron jengibre, y las islas de San Jorge, San Marcos y San
Jerónimo. Tuvo muchas guazabaras con los naturales, y fue Dios servido de que
no mataron ningún cristiano”. Le visitó a Mendaña su amigo cacique, y lo “instruyó” en el contenido del Requerimiento,
“a todo lo cual estuvo muy atento, y preguntó dónde estaba ese rey de Castilla,
y tomé una carta de marear, y señaléle por su tierra (la del cacique) una isla
muy pequeña (cartografiaban al instante), y toda la demás tierra le dije que era de V. M.,
y que todos aquellos fauriquis eran vasallos de V. M., y lo aceptó muy
contento”. Tan protocolario como todos los conquistadores, Mendaña formalizó el
acto mediante testigos. Luego quiso ver lo descubierto, y navegó por la zona.
Tomó oficialmente posesión de Guadalcanal (para futura desgracia de gringos y
japoneses en la 2ª Guerra Mundial), y
subió “con unos 27 hombres a un montecillo del cual se veía mucha parte de la
isla; conté más de 30 pueblos y vimos muchos, llanos y muy poblados”. Turismo
muy problemático, pero seguro que disfrutaron de algo tan exótico, de los
bellos paisajes y de la emoción de descubrir. Va bene, caro.
- Certamente, piccolino: é bello penetrare
il mistero. Arrivederci.
La aventura de Indias fue un vivero de
mitos fantásticos (aunque algunas realidades superaron lo imaginado): El
Dorado, Las 7 Ciudades de Cibora, la Fuente de la Eterna Juventud…, incluso el
mismísimo Paraíso Terrenal. Pero hay otra historia rocambolesca. La tradición
inca decía que en tiempos de Tupac Inca Yupanqui, abuelo del trágico Atahualpa,
llegaron por el Pacífico naves desde unas remotas tierras ricas en oro. Poco
después, el temerario Tupac fue a buscarlas, las encontró y, tras largo tiempo,
volvió ‘forrado’. Esta fábula circuló entre los españoles de Perú, ¿gracias a
quién?; no podía ser otro: Pedro Sarmiento. La idea cuajó, y partió en busca de
esa bicoca la expedición de Álvaro de Mendaña. Esperaban incluso que se tratara
de las misteriosas minas de las que se surtía el rey Salomón. Hallaron un extenso archipiélago,
pero ni rastro de oro, y, aunque
volvieron con el sueño roto, dejaron las islas bautizadas con el nombre del
sabio monarca hebreo.
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