lunes, 7 de marzo de 2016

(197) – Aleluya, delisioso tertuliano: son ya muchas xornadas departiendo con  amor e júbilo sobre mi humilde vida e la grandiosa epopeya de aquellos Hércules de Indias, muchos dellos sin ventura. Selebrémoslo con lo que puedo: champán e Cohíbas.
     - Pues sigamos, dolce amico,  mientras el cuerpo aguante, porque la mina es inagotable. Van a decir que somos más pesados que Sarmiento. Fundó, pues, Nombre de Jesús, pero semejante “cabezón” tenía que terminar todo el trabajo, colonizando otro emplazamiento en el Estrecho, más cerca del Pacífico. Tras repeler un ataque de los indios y dejarlos pacificados, mandó Sarmiento por el canal una nao hasta el punto que ya había elegido  cuando hizo el viaje, a la inversa, desde Perú (¡5 años antes!). Luego él partió a pie con 100 soldados, y en Nombre de Jesús se quedaron los colonos, las autoridades municipales y un fraile (el otro iba con Pedro). Lo narra. “Antes de llegar a la primera angostura, no se halló agua durante dos días, y entristeció mucho la gente, por ser nuevos, que en Indias llaman ‘chapetones’, y pronto se afligen, hasta que se hacen a los trabajos”. Cuenta tú lo del cacique fantasmón.
     - Tiene algo de cómico, mon petit. Aparecieron unos indios cuyos padres habían aprendido algunas palabras de castellano, tiempo atrás, con Magallanes. No cae en la exageración del mito de los gigantes de Patagonia, pero cuenta que eran extraordinariamente altos.  “Nos alcanzaron diez indios muy grandes de cuerpo; traían perros que usan para la guerra. Y el caudillo se fue derecho al gobernador diciendo: ‘capitán, ho,ho,ho’, fingiendo contento. Y, por espantarnos, tomó una flecha y se la metió por la garganta en el cuerpo hasta esconder las plumas en la boca, y tornó a sacarla con un poco de sangre en la punta, y luego se dio una gran palmada en el pecho, que sonó como un pandero, y con una gran voz quedó muy alegre (un King Kong de opereta)”. Luego los indios fingieron marcharse, pero volvieron y atacaron a la retaguardia. Sarmiento, con algunos soldados,  corrió en su ayuda, pero ya habían matado a  uno de los españoles “y causado a otros diez terribles heridas. Y arremetió un soldado al capitán indio con un pedernal  y le pasó por los pechos, y Sarmiento le dio un buen golpe de espada, con que fue cayendo. Y es cosa de admiración que, yendo cayendo, iba flechando furiosamente hasta  ir la flecha silbando por entre las hierbas y cortándolas. Los indios aflojaron y fueron heridos todos, cayendo a trechos los que huían”. Dos comentarios: Sarmiento, observador y capaz de admirar a un  enemigo, parece Homero narrando la Ilíada; y el bravo cacique era cualquier cosa menos un payaso. Pace e bene, mio poverello.
     - Dichoso tú, Sancho, que viajas por las musicales esferas.

     - A ver, investigator: explícanos el misterio de los patagones.
     - Cada vez tengo más claro, reverendo, que toda leyenda es un hecho real exagerado. Eran indios tehuelches;  desaparecieron a raíz de una epidemia de viruela del año 1905. Magallanes fue el primer español que los vio (y los trató) al sur de Argentina; en ese contacto aprendieron alguna palabra española. Los datos que da Sarmiento coinciden con lo que contó Pigafetta, el cronista que iba con Magallanes, pero sin exagerar tanto su altura, que, desde luego, era impresionante. El ilustre portugués los llamó así por un personaje muy conocido de los libros de caballería, el Gigante Patagón. Es muy posible que casi todos midieran cerca de dos metros. Las dos fotos (lógicamente en blanco y negro) son muy expresivas, sobre todo si las cotejamos con una frase de Pigafetta: “Sus mujeres no eran tan altas”. Que las mujeres son más pequeñas que los hombres, ya lo sabemos; así que hay que entender la frase como que también eran altas, pero bastante menos que ellos, como podemos ver. Incluso, en una de las fotos se ve a un hombre más bajito que el resto de sus compañeros. No se olvide tampoco que la inmensa energía y la mala leche de aquellos españoles estaban concentradas  en una altura media que no llegaba al 1,60, haciendo mayor el contraste.

- Te estás ganando el sueldo, querido plumífero.



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