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– Aleluya, delisioso tertuliano: son ya muchas xornadas departiendo con amor e júbilo sobre mi humilde vida e la
grandiosa epopeya de aquellos Hércules de Indias, muchos dellos sin ventura.
Selebrémoslo con lo que puedo: champán e Cohíbas.
- Pues sigamos, dolce amico, mientras el cuerpo aguante, porque la mina es
inagotable. Van a decir que somos más pesados que Sarmiento. Fundó, pues,
Nombre de Jesús, pero semejante “cabezón” tenía que terminar todo el trabajo,
colonizando otro emplazamiento en el Estrecho, más cerca del Pacífico. Tras
repeler un ataque de los indios y dejarlos pacificados, mandó Sarmiento por el
canal una nao hasta el punto que ya había elegido cuando hizo el viaje, a la inversa, desde Perú
(¡5 años antes!). Luego él partió a pie con 100 soldados, y en Nombre de Jesús
se quedaron los colonos, las autoridades municipales y un fraile (el otro iba
con Pedro). Lo narra. “Antes de llegar a la primera angostura, no se halló agua
durante dos días, y entristeció mucho la gente, por ser nuevos, que en Indias
llaman ‘chapetones’, y pronto se afligen, hasta que se hacen a los trabajos”.
Cuenta tú lo del cacique fantasmón.
- Tiene algo de cómico, mon petit.
Aparecieron unos indios cuyos padres habían aprendido algunas palabras de
castellano, tiempo atrás, con Magallanes. No cae en la exageración del mito de
los gigantes de Patagonia, pero cuenta que eran extraordinariamente altos. “Nos alcanzaron diez indios muy grandes de
cuerpo; traían perros que usan para la guerra. Y el caudillo se fue derecho al
gobernador diciendo: ‘capitán, ho,ho,ho’, fingiendo contento. Y, por
espantarnos, tomó una flecha y se la metió por la garganta en el cuerpo hasta
esconder las plumas en la boca, y tornó a sacarla con un poco de sangre en la
punta, y luego se dio una gran palmada en el pecho, que sonó como un pandero, y
con una gran voz quedó muy alegre (un King Kong de opereta)”. Luego los indios
fingieron marcharse, pero volvieron y atacaron a la retaguardia. Sarmiento, con
algunos soldados, corrió en su ayuda,
pero ya habían matado a uno de los
españoles “y causado a otros diez terribles heridas. Y arremetió un soldado al
capitán indio con un pedernal y le pasó
por los pechos, y Sarmiento le dio un buen golpe de espada, con que fue
cayendo. Y es cosa de admiración que, yendo cayendo, iba flechando furiosamente
hasta ir la flecha silbando por entre
las hierbas y cortándolas. Los indios aflojaron y fueron heridos todos, cayendo
a trechos los que huían”. Dos comentarios: Sarmiento, observador y capaz de
admirar a un enemigo, parece Homero
narrando la Ilíada; y el bravo cacique era cualquier cosa menos un payaso. Pace
e bene, mio poverello.
- Dichoso tú, Sancho, que viajas por las
musicales esferas.
- A ver, investigator: explícanos el
misterio de los patagones.
- Cada vez tengo más claro, reverendo, que
toda leyenda es un hecho real exagerado. Eran indios tehuelches; desaparecieron a raíz de una epidemia de
viruela del año 1905. Magallanes fue el primer español que los vio (y los
trató) al sur de Argentina; en ese contacto aprendieron alguna palabra española.
Los datos que da Sarmiento coinciden con lo que contó Pigafetta, el cronista
que iba con Magallanes, pero sin exagerar tanto su altura, que, desde luego,
era impresionante. El ilustre portugués los llamó así por un personaje muy
conocido de los libros de caballería, el Gigante Patagón. Es muy posible que
casi todos midieran cerca de dos metros. Las dos fotos (lógicamente en blanco y
negro) son muy expresivas, sobre todo si las cotejamos con una frase de
Pigafetta: “Sus mujeres no eran tan altas”. Que las mujeres son más pequeñas
que los hombres, ya lo sabemos; así que hay que entender la frase como que
también eran altas, pero bastante menos que ellos, como podemos ver. Incluso,
en una de las fotos se ve a un hombre más bajito que el resto de sus compañeros.
No se olvide tampoco que la inmensa energía y la mala leche de aquellos
españoles estaban concentradas en una
altura media que no llegaba al 1,60, haciendo mayor el contraste.
-
Te estás ganando el sueldo, querido plumífero.
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