viernes, 25 de marzo de 2016

(215) – La vida sigue, carrozón, y nos toca otra despedida: hoy diremos adiós al simpático y meritorio Tomé Hernández (lo mejor de Badajoz). No hay quien pare la máquina del Universo.
     - Certo, caro ectoplasma: “Todo fluye” (y todo lo dijeron los griegos). El bueno de Tomé, en la escaramuza que se hizo, con éxito, contra Cavendish y sus piratas, perdió una pierna. Residió varios años en Valparaíso, pobre ¡pero vivo! El año 1620, cuando hizo su declaración, era vecino de Lima. La finalizó con algunos datos más sobre el Estrecho. Fueron dos los supervivientes de los que pisaron aquella desolación, Sarmiento y él, pero solo Tomé protagonizó  toda la tragedia, aunque tampoco presenció la agonía y muerte de los 17 españoles que el corsario inglés dejó allí abandonados por no desaprovechar “un viento favorable” (peor fue  el olvido total de Felipe II). El ilustre extremeño calculó en100 leguas la longitud del Estrecho. Habló de lo que comían los indios: “y dijo que algunos traían pedazos de ballenas y marisco, y que una mujer de las que trujo consigo Pedro Sarmiento vino a parar en poder de los indios, de dos que cogieron caminando por tierra, y a la otra mataron, y que esta mujer quedó viva entre ellos, la tuvieron tres meses y al cabo le dieron libertad, y ella  contó que no tenían población y se sustentaban de raíces y marisco, y lobos (de mar) y ballenas, y que no tenían sembrados”. Los indios decían que había españoles más al norte, y es un espanto imaginar que fueran parte de la tropa que desapareció por esa zona bajo el mando del capitán Sebastián Argüello, según contamos hace dos días.
     - Alto ahí, escribano. Pon la mano sobre mi cruz pectoral de abad y júrame que tendremos varias tertulias sobre los seres más olvidados de Indias: LAS MUJERES, indígenas y españolas.
     - Eso está hecho, clérigo de noble corazón; y bien sé yo que no es solo tu propio sentimiento de culpa el que te motiva. Estremece pensar en esa pobre española cautiva de los ‘buenos’ salvajes. Luego Tomé recuerda también que, sin duda para salvar su propio pellejo, les advirtió a los piratas que no se fiaran de la falsa amabilidad de unos indios que les salieron al paso; así, consiguieron evitar un ataque a traición y hacerles huir, hiriendo y matando a muchos. También encontraron abundantes armas “de los españoles  que se habían muerto por los caminos, gente de la que llevó Sarmiento a las poblaciones”. Sigue su declaración retrocediendo a la vida de los colonos: “Había muchas perlas de mejillones, y cuando todavía tenían esperanza de salir de allí y aguardaban al capitán Sarmiento, iban juntando gran cantidad, pero después, como se vieron tan acabados y perdidos, no hacían caso dellas”. Llegó el momento, Sancho: Tomé se nos despide para siempre: “Y lo firmó, y dijo que es de edad de 62 años: Tomé Hernández. Ante mí, García Tamayo”. Cae el telón. Bye.
     - El más desgraciado y el más afortunado del mundo. Va por él.

     
     - Vamos, secre, cuéntalo telegráficamente. A Cavendish le molieron a palos en Puerto Quintero. Vaya par de jovencitos. Él 27 años, y Tomé solo 25. ¿Qué pasó después?
      - Aunque perdió varios hombres, siguió navegando, llegó a Guayaquil y también fue rechazado. Pero su plan inicial era dar la vuelta al mundo, y tuvo el éxito enorme de apoderarse de uno de los galeones de Filipinas, cargado de riquezas. Llegó triunfante a Londres en 1588 completando la cicumnavegación (como lo había hecho anteriormente el otro pirata inglés ennoblecido, Sir Drake). Tentó a la fortuna y emprendió nuevo viaje al Estrecho, pasándole lo que a Sarmiento: se le torció todo. Sin poder embocar el canal, subió hacia Brasil, y los portugueses lo machacaron, acabando con casi toda la piratesca tripulación. Intentó reponerse en la isla Santa Elena (ya la utilizó en su primer viaje al Estrecho), un  peñón perdido en medio del Atlántico, a 2.800 km. de la costa africana; pero el dandy corsario, con  solo 32 años, murió en sus proximidades. Una isla tan perdida que fue el lugar que las potencias europeas escogieron para librarse definitivamente de Napoleón sin tener que matarlo, escarmentadas porque habían hecho un ensayo previo en la isla de Elba y se escapó, encendiendo de nuevo todo el continente  europeo. Foto 1ª: situación de Santa Elena; foto 2ª: Napoleón en la isla mirando hacia su perdida Europa.



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