martes, 1 de marzo de 2016

(191) - Gran placer, hijo mío, recorrer juntos las Indias de mi tiempo.
     - Y qué diré yo: ir de la manita del que todo lo observó en vivo y en directo. Contigo, querido Sancho, al fin del mundo. Continuemos con don Alonso de Sotomayor. Le dejamos lamentándose al rey de que los españoles le pagaran con críticas. Leamos más: “Habiendo tenido yo siempre prósperos sucesos (éxitos en las durísimas guerras con los mapuches), con excesivo trabajo, riesgo y gasto, el premio me lo quitaron de las manos. Y proveyó V. M. que un letrado viniese desde Lima a tomarme residencia (investigarme). Por lo que sería temeridad que yo agora me encargase nuevamente de aquella guerra (el rey quería que lo hiciera), si no fuese disponiendo primero de todos los medios necesarios, yendo yo antes a España para explicarlo, y no partir ya a gobernar Chile”. No lo menciona, pero se diría que su principal intención era conseguir a cualquier  precio  que su familia volviera al terruño. Y explica más claramente la estrategia de lucha que ya propuso en otra carta: “Se ha de acabar como la guerra de Granada, ocupándoles (a los indios) todas sus tierras con muchas poblaciones”. Insiste en escurrir el bulto: “Y que el encargado fuera persona de mediana edad y no esté tan quebrantado como yo, y con seguridad del premio, pues no hay cosa que más ánimo dé que la esperanza de honor y gratificación”. Se despide machacando obsesivamente en el mismo clavo: que le deje el rey volver ¡ya! A España. Te dejo la 5ª y última carta, daddy.
     - Grazzie mille, piccolino. Terminaremos así con Sotomayor, porque es corta. La escribió desde Portobelo (20/7/1604). Se muestra decepcionado  porque no ha llegado en el último galeón nadie que lo sustituya, siendo tan necesario que “fuera yo a España (y dale) para informar a V. M. de todo lo de la guerra de Chile, que es el negocio de más gravedad y peso que hay en las Indias, por pender dél, no solo la restauración de aquel reino, sino la quietud del Pirú”. Explica de nuevo la estrategia, ahora descarnadamente: “Aquella guerra se ha de acabar, o consumiéndose los indios con muerte y destierro, u ocupándole sus tierras con muchas poblaciones después de haberles dado grandes castigos. En los dos casos, habrá grandes dificultades y muchos años de guerra. Por ningún caso me encargaré de aquella guerra (vaya forcejeo) si no es dándome V. M. los medios necesarios para que pueda acertar en su servicio, que es lo que más estimo en esta vida. Y V. M. no los proveerá si no es oyéndome primero (más quemado que la parrilla de un castañero), pudiendo así V. M. disponerlo todo de manera que aquella guerra y sus asombros no le den  más cuidado”. Pues el bueno de Sotomayor se salió con la suya. Volvió a España, le encargaron trajinar en la expulsión de los moriscos  de Granada, y descansó en la paz del Señor en 1610. Visto para sentencia: recuperemos a Sarmiento. A domani.
  - Y lo haremos justo en el momento en que se largó Sotomayor, abandonando la gafada expedición de Pedro y Flores. Dolce volo a Quántix, caro.


     La bellísima Alhambra de Granada. Aunque no lo son menos los Alcázares de Sevilla, donde siguen tal cual las dependencias de “mi” Casa de la Contratación de Indias. Vayan y vean (les fago mersed de tres fotos: 1.- La Alhambra. 2.- Alcázares de Sevilla. Y, ¡oh, oh, oh!, 3.- El local de la Casa de Contratación). El rey, entonces Felipe III, dio orden general de expulsar a los moriscos que quedaban en España. ¿Razones?; un explosivo y heredado revoltijo de ellas: conflictos raciales, religiosos, políticos, envidias, odios, maniobras de muchos “buitres” adinerados… Ni siquiera el monarca lo veía claro, pero triunfaron los partidarios de medidas radicales. A Sotomayor le correspondió desalojar a los de Granada, donde no quedaban muchos, unos 2.000 aproximadamente. Era el año 1610, el mismo en que murió el glorioso mutilado.


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