martes, 15 de marzo de 2016

(205) – ¡Cómo se fue apagando la biografía de Sarmiento!, compañeiru (por cierto, nacido en Alcalá pero de corazón gallego).
- Y no olvidemos a su madre bilbaína, reverendo. Como dijiste ayer, ‘en mala hora (¿tuvo alguna buena?) llegó a Burdeos’. Nos lo cuenta así: “Y entre esta villa y Bayona (mamma mía, a un paso de la frontera española) fue apresado por un capitán del Vizconde de Bearnía”. Sarmiento nos mete de lleno en la historia de la época. El vizconde era protestante y gran defensor de la causa de los hugonotes, complicado “bocadillo” político-religioso: poco después tuvo la oportunidad de convertirse en rey de Francia, y lo consiguió, aunque obligado a cambiar creencias tan ‘inquebrantables’. Su frase no pudo ser más maquiavélica: “París bien vale una misa”.
     - No te escandalices, cándido palomo: dioses, mitos, credos, ideales…, todo lo ponéis a vuestro servicio (estáis demasiado desesperados). Como un vascorro que acompañaba a Sarmiento. Escucha: “Cuando fue preso, le tomaron los pliegos del embajador Mendoza para  V. M. Y el trujamán (te equivocas: no es ‘truhán’, sino “intérprete”) que le guiaba, natural de Irún, para librarse él, dijo a los luteranos que Pedro Sarmiento era mucho más gran personaje de lo que era, y que iban a sacar dél muchos escudos. Llámase Ramos. Dios le perdone el daño que hizo”. Sarmiento sabía maniobrar, pero no le sirvió de nada. Le escribió al mismísimo vizconde de Bearn con el argumento inapelable de que tenían que soltarle porque había una paz concertada con España, “dándole a entender la injuria y sin razón que se le hacía no habiendo guerra”.
     - Pero, querido Sancho, el siempre desdichado Sarmiento recibió una contestación envenenada: lo iban a utilizar para canjearlo por un ilustre franchute apresado en Flandes, un tal Telini. “Y, aunque dijo que prefería morir antes que ver libre a ese tirano (en el sentido de traidor), con todo compelieron a Sarmiento  a que lo suplicase a V. M., como lo hizo, muy contra su voluntad”. Por faltarle al respeto al rey de España un coronel francés llamado Castenao, tuvo un enfrentamiento con él, desafío incluido. Le costó caro su patriótico orgullo. Con dramatismo literario, dice: “Y por esto Sarmiento fue agravado por los herejes, que para él es gloria y honra; y tanto más cuanto más público fue, delante de los gentileshombres de aquella villa. Y así le pusieron llaves y guardas dobladas, amenazándole con la muerte cada hora en la cruel prisión, donde de la humedad fue tullido, y encaneció, y perdió los dientes. Y, por recreación, lo metieron en tinieblas infernales, privado de comunicación humana, acompañado de música de sapos y ratones de una fosa arrimada al infierno donde estuvo preso. Hediendo tanto que no lo podían sufrir los que le llevaban de comer. Aquí estuvo otros trece meses…”. Tremendo, Sancho. Ciao.
     - “¡Otros trece meses…!”. Heroico soñador. A domani, caro.


     - ¡Hombre, Sancho!: verle tan Borbón y tan campechano en ese cuadro recuerda a alguien.
-¿Por qué no te callas, joven sin respeto? Es un buen retrato del mejor rey (y el primer Borbón) que han tenido los franceses: Enrique IV. Abran las orexas vuesas mersedes: lecsión de historia. Era Vizconde de Bearn y rey de Navarra cuando Sarmiento le pidió que lo dejara libre (lo de rey se lo calla taimadamente nuestro paisano).

Por descarte de herederos, le hicieron soberano de Francia en 1598, provocando una guerra contra Felipe II y sus aliados por ser hugonote declarado. Fracasó en su empeño proselitista, y solamente pudo conservar la corona respetando la catolicidad del reino. Pero consiguió un progreso social importante: la tolerancia oficial del culto hugonote. Los franceses lo recuerdan con adoración por su humanidad y su sentido común. Sin embargo tuvo que soportar innumerables atentados de extremistas católicos. El último, y fulminante, fue en 1610: acabaron con él a puñaladas.


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