jueves, 10 de marzo de 2016

(200) – Hello, my little Shéspir. La tormenta le sacó del Estrecho a Sarmiento, con unos 30 a bordo. Y se inicia un rosario de calamidades. Haz un balance rápido, o no acabaremos nunca.
     - Welcome, my reverend. Él solito sostenía todo el alucinado proyecto. Muchos otros de su talla murieron en Indias abrazados al fracaso, pero Sarmiento pudo contarlo. Ya que la tormenta les llevaba hacia el norte, decide ir hasta Río de Janeiro para conseguir provisiones y, ¡por supuesto!, volver a ayudar a sus desamparados colonos. Al principio, “del frío y el hambre algunos cegaron, y otros perdieron los dedos de los pies; en San Vicente, Pedro Sarmiento vendió sus vestidos para dar de comer a su gente”. En Río de Janeiro se las arregló para mandar al Estrecho una nao con harina, y se fue hasta Pernambuco (increíble distancia) para conseguir más bastimentos (recuérdese que entonces Brasil pertenecía a España). Rizando el rizo, se ve allá envuelto en un gravísimo motín ajeno, y consigue solucionarlo. “Estando aquí hubo tan gran escándalo del proveedor del Rey y el obispo de Brasil contra el oidor general, que vino el negocio a las armas. Y si Pedro Sarmiento allí no se hallara, hubiera muchas muertes, porque consiguió que (los oficiales de) la justicia fuera(n) allá, que no osaba(n), yendo él por delante con la espada en la mano, porque estaban en la Rúa Nova más de 500 hombres como en batalla, y, con buenas palabras, los aplacó”. En setiembre (había dejado el Estrecho ¡en marzo!) sale de Pernambuco, y ya lo que cuenta es como para colgarse del palo mayor. No resumas demasiado, daddy.
     - Qué sublime y heroico cenizo, hijo mío. “Se levantó  tal tempestad que arrojó el navío a la costa y se hizo pedazos. Pedro Sarmiento echó al mar dos bateles y metió a la gente impedida y que no sabía nadar, quedándose él con los demás a la misericordia de Dios y sin remedio humano, e hizo clavar dos tablas y en ellas se echaron él y un clérigo, y en apartándose del navío, mil veces se anegó, y se dio muchas heridas en el cuerpo con los clavos, y los que sabían nadar les desampararon, menos un negro suyo (esclavo), y fue Dios servido salvarle (se ahogaron varios)”. Volvió a la ciudad y consiguió a crédito un navío,  provisiones y munición; da un detalle que demuestra la veracidad de sus antiguas quejas: “y la pólvora era de V. M., que tenía su marca, y cuando Diego Flores estuvo aquí, la hurtaron de las naos y la vendieron”. Pobre Jeremías. To see you.
     - Pero el viejo rockero seguirá dando guerra. Bye, cuántico viajero.



     ¿Puede haber alguien más fajador que Pedro de Sarmiento, alguien al que sea imposible dejarle tumbado en la lona? Difícilmente. Hagamos un balance. Catastrófica  salida de España, desde Sanlúcar, insoportable travesía bajo el mando de Diego Flores, fundación heroica de dos poblaciones en el Estrecho, hambre, frío, enfermedades, muertes y motines. Expulsado del canal por una tormenta en marzo, llega a Río de Janeiro. No encuentra provisiones suficientes para salvar a su gente de Nombre de Jesús y Ciudad del Rey Don Felipe, y el sublime corretón se empacha de millas yendo hasta Recife, el puerto de Pernambuco, desde donde sale de vuelta, tras otro calamitoso naufragio, el 23 de enero. ¿Qué habrá sido de sus colonos del Estrecho durante esos DIEZ MESES?



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