sábado, 26 de marzo de 2016

(216) - Sublime historiador: somos los reyes del despiste; nos solemos pasar de largo la estación. Pero esta vez procede volver atrás.
     - Bonita advertencia, docto reverendo. Es necesario mostrar otros dos breves documentos relativos a Sarmiento porque son el apuntalamiento definitivo de su credibilidad. Para seguir con nuestra anarquía, presentaremos primero el más reciente (1586), y después el otro (de 1583). Sabemos ya que Sarmiento, el príncipe de los gafes, fue apresado por los piratas ingleses en las Azores cuando saboreaba la proximidad de España. Otro ‘donnadie’ merecedor de ser recordado, Marcos Fernández Riobón, iba en el mismo barco y los ingleses le dejaron seguir viaje junto a varios compañeros. Llegó a Sanlúcar y prestó declaración de su peripecia ante el Duque de Medina Sidonia. Desde el principio de la demencial aventura estuvo siempre junto a Sarmiento, incluso cuando entraron en el Estrecho y fundaron las dos fantasmales ciudades. Confirma que su jefe, estando en Brasil, decidió ir a España a buscar ayuda porque era la única posibilidad que le quedaba para salvar a la gente del Estrecho. En las Azores, los corsarios ingleses “les tiraron mucha artillería, y visto por Sarmiento que no se podía defender, comenzó a echar a la mar todos los papeles que traía, pero le tomaron  cantidad dellos, e saquearon el navío, e hicieron mucho mal tratamiento a la gente, y los llevaron a su nao capitana, y en ella dieron algunos tomentos de fuego por la boca y por los pies para ver si traían dinero (Sarmiento precisó que les ‘rompieron las cabezas de los dedos’). Y a cabo de 3 días los volvieron a echar en su navío, y dejaron a P. Sarmiento, a su piloto, un soldado e un marinero en su nao capitana. Y este declarante, con la demás gente, vinieron con el navío a la isla Tercera (Azores), donde se entraron en el navío de Pedro Vernal Cermeño, donde han entrado hoy (12/10/1583, oportuno aniversario) en este puerto”. Nada le preguntó el miserable y avaricioso Duque de Medina Sidonia sobre la desesperada situación de los olvidados del Estrecho, pero sí acerca de la potencial riqueza de aquel páramo inhóspito. La primera en la frente: ¿Hay minas de oro o plata? No se sabe lo que Marcos pensaría del potentado aristócrata andaluz: se limitó a contestar que no, pero que “sacaban muchas perlas del mar, pequeñas y grandes, y que los indios, que  no hicieron amistad con los españoles, llevaban unos cuchillos que parecían como de plata”. Termina diciendo que había mucha caza de conejos, venados, carneros y avestruces, y que la tierra era buena. Se supone que toda esa “despensa” desaparecía con las nieves, y que bastaron dos inviernos para aniquilar a los españoles.“Dijo que tenía 25 años. Firmó con su nombre”. Un placer conocerlo.
     - Pobre  muchacho: tan joven y tan vivido. Brindemos por él, honorable secretario mío.


     - Marchando, joven: una de píldoras homeopáticas de historia.
     - Éccolo súbito, caro dottore. 1580: Antonio de Crato se proclama rey de Portugal; Felipe II (premio al que sepa quién fue el 1º) manda una poderosa armada, lo derrota y le quita la corona. Antonio escapa a las Azores y las mantiene independientes. 1583: ‘Los enemigos de mis enemigos son mis amigos’; en aquella Champions League europea (pero con muchos muertos), el destronado se alía con Francia, que, a cambio de promesas de enormes compensaciones por parte del portugués, se enfrenta a los españoles en una colosal batalla naval frente a las Azores; tan colosal como su derrota, sufriendo los muchos oficiales apresados una ejecución implacable al ser tratados como piratas. 1586: en esas islas, los filibusteros anglosajones se apoderan de Sarmiento y lo llevan a Inglaterra;  Walter Raleigh (“Guaterales”) se da cuenta de lo que vale, le deja libre y lo trata como un señor; aparece por allí ¡Antonio de Crato!, refugiado al amparo de los ingleses (“los enemigos de…”) tras su derrota en Azores. Trata de hacerle la vida imposible a Sarmiento, y este lo llama bastardo, por lo que intenta sin éxito envenenarlo. Luego es la reina Isabel la que se entusiasma con Pedro y le encarga llevarle un mensaje al rey de España. El resto lo sabemos.

     Dos fotos representativas de un estilo de vida: 1.- “Guaterales”: cortesano, presumido, brillante, heroico, pirata aristocrático, gran poeta, el “juguetito” de la seca Isabel, y político maniobrero ajusticiado después por traidor. 2.- Felipe II: consciente de su grandeza, meticuloso, responsable, maniático de los papeles, frío como una culebra, austero, prudente, religioso en extremo, estoico en la derrota, vestido como un clérigo y con el rosario en la mano. Razones tendría, pero parece cosa miserable que no encontrara la manera de sacar del Estrecho de Magallanes a los desgraciados que habían quedado allí destinados a una muerte segura y terrible.



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