lunes, 28 de marzo de 2016

(218) - De cabeza a lo nuestro, charlatán: definitivo final de la asombrosa histora de Sarmiento.
     - Okay: metamos con calzador lo que falta. El “anónimo testigo” dice que Flores permitió quedarse en Río de Janeiro a algunos colonos de la expedición y, lo que era peor, a los oficiales herreros, “lo que nos pareció mal a los que teníamos ganas de ir a Magallanes, porque no se podría fortificar allí sin herreros de guerra. De suerte que entendimos que Flores llevaba mucho miedo y cobardía, como siempre se conoció. Salimos para Magallanes, y abandonó la nao Galeaza, la capitana, temiendo dar en algún bajo, y para librarse mejor en un navío pequeño. Y dijo que lo hacía para descubrir dónde hubiese poco agua, sin ponerse nunca a ello porque siempre iba la Galeaza por delante (en la cual, como sabemos, navegaba Sarmiento y contó fielmente lo ocurrido)”. Viene ahora otra confirmación de lo que narraba Pedro: “Y Pedro Sarmiento me dijo, jurando a Dios, que Diego Flores le había enviado a dos  deudos suyos y a Alonso de Sotomayor para que fuera conforme en volver a España, diciendo que no era cosa de proseguir porque el tiempo no daba lugar a ello”. Añade que le contó más cosas, pero que no las dice porque no hubo testigos. Como Sarmiento no se dejó convencer, partieron hacia el Estrecho; entraron bien, pero una tormenta les volvió a sacar. Tras otro fracaso, se volvieron hacia Río de Janeiro. Omite que Pedro no quería retroceder  pero tuvo que hacerlo porque sus hombres se le estaban rebelando. Lo que sí confirma, sin dar detalles, es el vergonzoso comportamiento de Flores durante el retorno. La frase es lacónica: “Y en el camino sucedió acabar de conocer el poco ánimo de Diego Flores en cosas que dejo de escribir, que ya al Consejo daré particular relación”. Llegan a Río y encuentran las 4 naos de ayuda que les mandaba el rey. “Y Diego Flores, no sé con qué parecer, se determinó de venirse a España. Ya aprestado para volverse, soy testigo de oír a P. Sarmiento, con ser de su patria y creo que deudo, decir: ‘No sé por qué va a España sin haber hecho nada en el Estrecho, y ordenándole a él y no a mí el rey que haga esta jornada’. De que nos pareció a todos haber sido mucho atrevimiento en venirse a España sin orden de V. M. ni acabar aquella jornada”. Te ríes por mi error, reverendo: me equivoqué de parentesco.
     - Certo, poverello: el ‘anónimo’ no cree que Flores sea pariente suyo, sino de Sarmiento, y además paisanos (asturiano y gallego).
     - Y más ná, caro Sancio: se separaron los barcos, y, además, el resto de la declaración se ha perdido. ¿Y Flores? ¿Y Felipe II?
     - Pues no hay quien lo entienda, pequeñín. Ni que fueran novios: 5 años después el rey le dio un puesto clave en la Armada Invencible. En el pecado llevaron la penitencia: se le condenó a Flores como uno de los máximos responsables del histórico desastre. Volvamos a lo nuestro, y terminemos ya, emocionados, esta triste y fracasada epopeya: ‘Adiós para siempre, quijotesco Don Pedro Sarmiento de Gamboa. Tomaremos todavía algún breve aperitivo contigo (albariño y pulpo a la gallega), y adonde fuéremos, defenderemos a capa y espada tu gloriosa memoria y tu honorabilidad. AMÉN’.
     - Qué gran placer, reverendo, ha sido contar sus grandezas. Ciao.







     Qué hermosura de grabado, my dear investigator. Representa el Bilbao de finales del XV, el que yo conocí. La iglesia de San Antón con su bello puente (el actual está desplazado). El enorme convento de San Francisco,  ya desaparecido pero que dejó su nombre a la calle de tu trajinada infancia. La iglesia de la Merced. Esas playitas que explican por qué el ahora asfáltico Arenal se llama así. Una Plaza Nueva que no existía porque ‘no más’ había la de la iglesia de Santiago. En ese casco antiguo vivía mi hijo, Luis, casado con María de Olloqui Ugarte. Su padre, Martín, fue alcalde de la villa y prior (presidente) del Consulado de Bilbao (sí, con ese nombre quedó bautizado  tu cine preferido), un organismo poderosísimo de mercaderes que comerciaban con el norte de Europa.  Aparecen en la ría barcos navegando, porque Bilbao era un puerto famoso. Y hasta veo a Pedro Sarmiento de Gamboa salir de la casa de la familia de su madre y pasear por la ribera, saboreando mezclados sus sueños marineros gallegos y vascos al oler la brea de las naos. Y conoció a  mi querido hijo, Luis, y a los parientes de su mujer, importantes armadores navales que hacían la travesía de Indias, llegando a ser el más notable Juan Martínez de Recalde,  uno de los pocos que alcanzaron la gloria como almirante de la Armada Invencible (el reverso de Diego Flores, al que hay que colocar entre los principales culpables de aquel desastre). Pues bien: esta preciosa villa fue otra de las principales circunstancias que forjaron la excepcional personalidad de Pedro Sarmiento de Gamboa.


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