domingo, 20 de marzo de 2016

(210) – Gloria a los héroes anónimos, a los magníficos juannadies que han enriquecido notablemente el patrimonio del mundo que entre todos hemos creado, como las lenguas y el folklore, o esos ingeniosísimas parodias que algunos sin nombre ponen en circulación y se propagan solos hasta el confín de la tierra…
     - Razón tienes, querido Sancho. Y viene a cuento por Tomé Hernández, aunque lo que te ha disparado es una anécdota mínima pero típica de lo que dices. Nos hemos reído con ganas al saber por Facebook (Internet: el gran escenario de los genios anónimos) que en el Quito de los años 70 llamaban a una calle “El Tontódromo” porque allí paseaban chicos y chicas en la edad de la efervescencia para ver y dejarse ver. Es imposible que por casualidad  se llamara así también entonces a la Gran Vía de Bilbao. Tuvo que haber un solo “ingenioso”, pero nunca se sabrá quién fue ni de qué país. Pero, como decía Bernal Díaz del Castillo, dejemos de lado esas niñerías y sigamos con nuestro homenaje particular a Tomé. Te toca, daddy.
     - Grasias, polido mansebo. Contó en su declaración que fueron 50 hombres a explorar la tierra y se encontraron con 200 patagones. El grandullón jefe cogió por la mano al capitán Íñiguez, y se lo llevaba “como que iba de paz, hasta que el capitán dio voces y los soldados cobraron a su capitán; cuando les tiraban postas (de plomo), se las sacudían con las manos pensando que se les caerían”. Encontraron otra partida de indios; fue un fraile a decirles que Sarmiento era el capitán. Y ahora, arrepiéntete, pecador, porque también Tomé te va a machacar ese cerebro desconfiado que tienes. Pigafetta, el cronista de Magallanes, contó una anécdota; Pedro la repitió. Te dije que otro testigo contó lo mismo; y todavía estabas mosqueado, mezquino incrédulo. Imposible absolverte si esta vez no te es suficiente lo que dice Tomé. Mete tus dedos en la llaga de Sarmiento y cree, no solo esto, sino todas sus crónicas. Escucha arrepentido su testimonio: “Un indio, oyendo estas razones, respondió que él era el capitán, dándose un golpe en los pechos; y mostrando enojo, se metió por la boca una flecha, y lastimándose con ella, echó alguna sangre por la boca y se untó con ella los pechos airadamente”. De seguido, les atacaron y se defendieron. “Mataron los indios a un cabo llamado Loperráez (Lope Herráez) e hirieron a otros ocho con las flechas, que  debían de estar  con untura de  hierbas envenenadas, porque vinieron después a morir todos. Y los españoles mataron al capitán de los indios, y los demás fueron malheridos, huyendo al tiempo que Pedro Sarmiento revolvió sobre ellos con su gente de vanguardia”.  Non embargante, e por el mucho amor que te tengo, ego te absolvo.
     - Gracias, reverendo. Aborrezco de mis repugnantes dudas. Hasta el detalle de que Pedro iba siempre en vanguardia y volvió a defender a los de atrás lo confirma divinamente Tomé, con la sola diferencia de que Sarmiento no explica que los españoles heridos murieron después. Ciao, caro.



     Es asombrosa la cantidad de creación, hasta ahora anónima, que está brotando a chorros por los modernos medios de comunicación. Digan lo que digan, discípulo amado, vuestro nivel medio cultural es mucho más elevado que nunca. Acuérdate de tus abuelos analfabetos. Y qué decir de la contribución histórica de las olvidadas masas. Los franceses han puesto al soldado desconocido donde le corresponde, bajo un arco de triunfo magnífico. Churchill sufría porque en las guerras morían sobre todo los jóvenes. Al pie de esa foto de uno de los abundantes cementerios de soldados fallecidos en la 2ª guerra mundial, tan olvidados como Tomé Hernández, una bloguera murciana ha escrito: “La verdad es que impresiona muchísimo ver esa cantidad de cruces blancas jalonando un campo de césped rodeado de frondosa vegetación”.





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