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– Gloria a los héroes anónimos, a los magníficos juannadies que han enriquecido
notablemente el patrimonio del mundo que entre todos hemos creado, como las
lenguas y el folklore, o esos ingeniosísimas parodias que algunos sin nombre
ponen en circulación y se propagan solos hasta el confín de la tierra…
- Razón tienes, querido Sancho. Y viene a
cuento por Tomé Hernández, aunque lo que te ha disparado es una anécdota mínima
pero típica de lo que dices. Nos hemos reído con ganas al saber por Facebook (Internet:
el gran escenario de los genios anónimos) que en el Quito de los años 70
llamaban a una calle “El Tontódromo” porque allí paseaban chicos y chicas en la
edad de la efervescencia para ver y dejarse ver. Es imposible que por
casualidad se llamara así también entonces
a la Gran Vía de Bilbao. Tuvo que haber un solo “ingenioso”, pero nunca se
sabrá quién fue ni de qué país. Pero, como decía Bernal Díaz del Castillo,
dejemos de lado esas niñerías y sigamos con nuestro homenaje particular a Tomé.
Te toca, daddy.
- Grasias, polido mansebo. Contó en su
declaración que fueron 50 hombres a explorar la tierra y se encontraron con 200
patagones. El grandullón jefe cogió por la mano al capitán Íñiguez, y se lo
llevaba “como que iba de paz, hasta que el capitán dio voces y los soldados
cobraron a su capitán; cuando les tiraban postas (de plomo), se las sacudían
con las manos pensando que se les caerían”. Encontraron otra partida de indios;
fue un fraile a decirles que Sarmiento era el capitán. Y ahora, arrepiéntete,
pecador, porque también Tomé te va a machacar ese cerebro desconfiado que
tienes. Pigafetta, el cronista de Magallanes, contó una anécdota; Pedro la
repitió. Te dije que otro testigo contó lo mismo; y todavía estabas mosqueado,
mezquino incrédulo. Imposible absolverte si esta vez no te es suficiente lo que
dice Tomé. Mete tus dedos en la llaga de Sarmiento y cree, no solo esto, sino
todas sus crónicas. Escucha arrepentido su testimonio: “Un indio, oyendo estas
razones, respondió que él era el capitán, dándose un golpe en los pechos; y
mostrando enojo, se metió por la boca una flecha, y lastimándose con ella, echó
alguna sangre por la boca y se untó con ella los pechos airadamente”. De
seguido, les atacaron y se defendieron. “Mataron los indios a un cabo llamado
Loperráez (Lope Herráez) e hirieron a otros ocho con las flechas, que debían de estar con untura de
hierbas envenenadas, porque vinieron después a morir todos. Y los
españoles mataron al capitán de los indios, y los demás fueron malheridos,
huyendo al tiempo que Pedro Sarmiento revolvió sobre ellos con su gente de
vanguardia”. Non embargante, e por el
mucho amor que te tengo, ego te absolvo.
- Gracias, reverendo. Aborrezco de mis
repugnantes dudas. Hasta el detalle de que Pedro iba siempre en vanguardia y
volvió a defender a los de atrás lo confirma divinamente Tomé, con la sola diferencia
de que Sarmiento no explica que los españoles heridos murieron después. Ciao,
caro.
Es asombrosa la cantidad de creación,
hasta ahora anónima, que está brotando a chorros por los modernos medios de comunicación.
Digan lo que digan, discípulo amado, vuestro nivel medio cultural es mucho más
elevado que nunca. Acuérdate de tus abuelos analfabetos. Y qué decir de la
contribución histórica de las olvidadas masas. Los franceses han puesto al
soldado desconocido donde le corresponde, bajo un arco de triunfo magnífico.
Churchill sufría porque en las guerras morían sobre todo los jóvenes. Al pie de
esa foto de uno de los abundantes cementerios de soldados fallecidos en la 2ª
guerra mundial, tan olvidados como Tomé Hernández, una bloguera murciana ha
escrito: “La verdad es que impresiona muchísimo ver esa cantidad de cruces
blancas jalonando un campo de césped rodeado de frondosa vegetación”.
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