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– Despidámonos, pues, del gran Pedro Sarmiento, querido revuelvelegajos, pero
no sin una última pincelada: proseguid, amanuense.
- Con vuestra venia, reverendo abad. En
1591, probable año de su muerte, un viejo amigo suyo, Enrique Garcés, también
veterano de Perú, hizo una traducción de Petrarca. El sorprendente Pedro le
dedica una brillante poesía celebrando su trabajo literario, en la que llaman
la atención dos cosas: su extraordinaria cultura clásica y el gran afecto que
siente por Garcés. Esto último hace todavía más enigmático el misterio de su
vida sentimental. Los versos están llenos de alusiones literarias y míticas:
Eolo, Parnaso, Petrarca, Calíope, Talía, Helicona, Hipocrene, Píndaro, Apolo,
Alejandro Magno, Marte, Neptuno y Belona. Digamos adiós (o hasta siempre) al
inigualable Sarmiento recogiendo los
versos finales, que hablan de sí mismo: “Perdonad, buen Garcés, mi
atrevimiento, / Recibid chico don de pobre mano. / Años ha que conoces de
Sarmiento / Ser más descubridor que cortesano, / Tiempo fue en que templaba al
Mantuano (¿“adoraba”? a Virgilio), / Mas ya me dieron jaque deste asiento /
Marte y Neptuno, y otro impedimento, / Que es vejez, que madura lo temprano. /
Dicen que no embotó lanza la pluma / En mí no veo al menos tal milagro: / Belona
es a Minerva inconveniente, / No hay cosa que el desuso no consuma, / Que no
produce sin cultura el agro”. Rindámosle un final honor dejando constancia de
que el gran Cervantes, al hablar de los literatos de Indias, recogió este melancólico
poema de Sarmiento, prueba evidente de que el buen Pedro también brillaba en el campo literario. Digamos, al
estilo romano: “TIBI ETERNA GLORIA, ET SIT TIBI TERRA LEVIS”.
- Bien rematada la faena, docto jubileta,
deseándole eterna gloria y que la tierra le sea ligera. Es una pena tener que abandonarlo.
Sin embargo, es necesario aún hablar de
lo que sucedió en el Estrecho, e incluso contrastar las cartas del este divino
impaciente con otros testimonios. Ya sabemos que el corsario Cavendish pasó por
allí en 1587. Dos inviernos criminales habían dejado a más de 300 pobladores, que no
tenían ningún barco ni recibieron ayuda desde el cercano Río de la Plata, en solo 18 supervivientes (es la cifra que da
uno de ellos). El pirata dandy muestra buena voluntad y se ofrece a
rescatarlos; por honor o desconfianza, la mayoría se niega. Tres aceptan, pero
Cavendish, por aprovechar un viento favorable, deja en tierra a dos rezagados,
alcanzando el barco solamente Tomé Hernández, que nos contará muchas cosas. Año
1589: el pirata Merrick (¿y tú dónde
estabas, Felipe II?) recogió a un español rematadamente loco tras dos años de
absoluta soledad; murió en el barco. Hay otros españoles de la expedición de
Sarmiento que siguieron vivos porque la dejaron antes de la llegada al Estrecho
y narraron la historia del viaje hasta el momento de su abandono. Pero ¡el
único! de toda aquella locura que vivió para contar la película entera fue Tomé
Hernández. Nos visitará mañana y nos irá dando una versión fiable y clara. Bye,
my little heart.
- Al llegar a Quántix, Sancho, exprésale a
Sarmiento mi admiración.
En cuanto te descuidas, ¡zas!, tropiezas
con algún brillante personaje del que nada sabías. Déjame contarlo. Enrique
Garcés, el amigo de Pedro Sarmiento, algo mayor que él y traductor de Petrarca,
nació en Lisboa, estudió en España, fue buen literato y, qué cosas, experto en
minas. Conocía lo más novedoso de la técnica del uso del mercurio en la
extracción de oro y plata. Para gloria suya, descubrió las minas peruanas de
Huancavelica, tan importantes que durante muchos años proporcionaron el
imprescindible mercurio a todas las Indias (y también para su deshonra, porque
la explotación fue catastrófica para los nativos). Llegó a Perú en 1559, y, al
menos desde entonces, fue gran amigo de Sarmiento, coincidiendo también en
España el año 1591, cuando el simpar gallego le agasajó con un poema por su
traducción de Petrarca. Es probable que ambos fueran solterones, porque se dice
que Garcés tomó ya mayor hábitos de clérigo. Tuvo, como Sarmiento, la suerte de
que Cervantes le dedicara unos versos. He aquí una parte: “De un Enrique
Garcés, que al piruano / reino enriquece, pues con dulce rima, / con sutil,
ingeniosa y fácil mano, / a la más ardua empresa en él dio cima, / pues en
dulce español al gran toscano (Petrarca) / nuevo lenguaje ha dado y nueva
estima, / ¿Quién será tal que la mayor le quite, / aunque el mesmo Petrarca
resucite?”. Ahí va una foto del mapa de Huencavelica, y otra que muestra la
ciudad.
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