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- Gabon, lastana. En cuanto abandono la
tierra, me empieza a dar la risa. No me
reconozco en el estirado abad de Jamaica que fui.
- Kaixo, Santxo. La grandeza de los
personajes de tu tiempo era algo ridícula, pero magnífica. Así que respetemos a
esa pareja irreconciliable, Sarmiento-Flores. Le dejamos ayer al sublime peleón
con sus quejas. Como buen escritor, recogió testimonio de todo lo ocurrido, con
el fin de que lo supiera el rey, “y, dándoselo al licenciado Pedro de Rada para
que lo autorizase (certificase), lo
solapó y no quiso, porque era uno de los que se aprovechaban. Cuando salió
Diego Flores para Río de Janeiro ya iba con más hinchazón que si fuera a
triunfar de la victoria de Escipión. Al ver allá las 4 naos de bastimentos que
V. M. nos enviaba, echamos tantas bendiciones que, de alegría, lloraban los
buenos, y los acrecentadores reían pensando en rehinchar algunos rincones de
sus bolsas”. El rey, en sus despachos, les insistía en la necesidad de poblar
el Estrecho. Pero Flores también quería minar el proyecto diciendo que había
noticias de que Drake utilizó otra salida al Pacífico (lo que dejaba sin
sentido fortificar el Estrecho). Una vez más la réplica de Sarmiento es fulminante,
y muy técnica, como luego se demostró. Lo que se llama ahora Pasaje Drake lo
había descubierto en 1525 Francisco de Hoces,
pero, por peligroso, no se utilizaba. Sarmiento le explica al rey que el inglés pasó
por el canal del Estrecho, y lo señala con los grados exactos, “deshaciendo esa
afirmación con palpable demostración y experiencia hecha por mis manos y pies,
y de mis compañeros. Y no es de
maravillar, porque corsarios ladrones siempre procuran desvariar (engañar)”. Y
le atiza otra vez a su jefe: “Diego Flores, aunque toma el astrolabio en la
mano, no sabe tomar la altura, ni echar punto en la carta, como si no hubiera
visto la mar en su vida”. Finalmente, el impresentable Diego se largó de Río de
Janeiro rumbo a España, dejando sin
cumplir las órdenes del rey, “con la mayor alegría que pudiera tener quien
hubiera ganado las mayores victorias. Y quedó Pedro Sarmiento con una mayor por
quedar a morir en el servicio de V. M., y Diego de la Ribera con 300 soldados,
y los pobladores y algunos oficiales, que todos serían 500 personas, chicas y
grandes, más 30 criados (!) de de la casa de P. Sarmiento, gente determinada.
Rompía las entrañas pensar lo que habían pasado, y los clamores que daban a
Dios contra Diego Flores y los suyos”. De doce frailes, solo se quedaron dos. Y
suelta otra pedrada: “Los demás, todos prevaricaron contra la orden de V. M.
por el ejemplo de Diego Flores, y otras cosillas que, por honra del hábito del
bienaventurado serafín San Francisco, no
es decente decirse públicas”. Está claro, querido Sancho, que, además, era la
educación en persona y un sincero y pudooso creyente. Agur, aitatxu.
- Un tipo entrañable; bravo, pero noble.
Me habría sentido desnudo mirándole a los ojos. Es justo airear su gran valía.
Bihar arte, secre.
Lo acaba de contar Sarmiento: a esa
hermosura del Estrecho van a llegar unas 500 personas. El viaje ha sido
grandioso, lleno de emociones extraordinarias: belleza increíble de los
paisajes, alegrías y amarguras de la convivencia con gente de todo pelaje,
enfermedades, naufragios y muerte. Todo ello sostenido por la ilusión de llegar
a la tierra prometida. Pero sepamos ya que apenas logró sobrevivir ¡una docena!
Y que, por extraño que parezca, Sarmiento se salvó, pero para seguir con su
cruz. Que nadie crea que lo consiguió cobardemente, sino por carambolas del destino
y, precisamente, intentando salvar a aquellos desgraciados. Iremos entendiendo
por qué fueron así las cosas. Se debería admirar tanto el sacrificio de los
perdedores como el triunfo de los vencedores.
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